NEGRITA COMIENDO UNA SANDÍA


SANDÍA

El recuerdo inmediato que tengo de niño de la casa de la calle Santa Marta en Arequipa, la de mi padre y su familia, es el cuadro que representaba a una pícara niña negra comiendo una sandía, que estaba en la pared del comedor, el que tenía una mesa grande con mantel de hule.

Pintado por mi tía Martha (en este momento ya dudo si es con o sin “th”), que era la segunda de los Echegaray del Solar y que no vivía allí, sino casada y con mi tío y primos en la calle Peral. Ella sonreía siempre, hacía delicias en la cocina y pintaba maravillas, convirtiendo en arte lo que tocaba.

Así como Luisa era mi tía alegre, Pancho el tío juguetón, Domingo mi tío serio y Bertha la tía callada, Marta (esta vez sin “th”) era mi tía buena. Estaba Juana, por supuesto, tía también, pero prima de ellos y también buena como un pan.

Estoy seguro que mis recuerdos más dulces son los que tengo sobre esa tía a la que nunca vi enojada que a pesar de tener una tropa de hijos encontraba tiempo para todo y a pesar de parecerse tanto a mi padre, físicamente, tenía el carácter opuesto, porque si él era fósforo, ella era una brisa suave. Es curioso, pero ahora con los años trato de hacer memoria y no encuentro un momento en que mi tía Martha fuera desagradable. Es curioso, pero siempre pensé en la suerte que tenían mis primos y ahora estoy seguro que ella fue cada día su ángel particular.

Tía Martha, con o sin “th”, no te imaginarías como te quise siempre.