PLATINITAS


De pronto me he visto alisando y estirando platinas de diferentes colores, que cubrían los deliciosos chocolates de “La Ibérica”, que junto con una caja de maravillosos “mazapanes” de la misma famosa marca arequipeña, me obsequió un grupo de seis sobrinas Gómez de la Torre, que me invitaron para ir a tomar “lonche” la otra tarde; fue muy hermoso y les agradezco tanto el que se pusieran de acuerdo para reunirse con este tío -en el completo sentido de la palabra, porque soy su tío y estoy “bien tío”, o sea mayorcito- y darme una alegría tan grande, en una tarde/noche llena de conversación, risas, recuerdos, anécdotas familiares y un riquísimo y prolongado “lonche” …

Volviendo a las platinitas de colores, esta era una costumbre de mi padre, y ahora hago lo mismo que él, con iguales envoltorios de chocolate, “porsupuestamente”, de la misma mistiana marca …

Claro que él lo hacía desde mucho tiempo atrás, porque casi todos sus libros –por lo menos los que “heredé”- tenían multitud de platinitas, y no eran un señalador de página, porque son frágiles y se rompen fácilmente, sino sospecho o pienso que eran pequeños recuerdos de momentos felices, esos instantes en los que un chocolate se deshace en la boca, mientras discurre la lectura placentera …

No lo sabré nunca a ciencia cierta, como se dice, pero me lo imagino y eso hace que un puente más me una a Manuel Enrique; esta vez el puente es de colores y está construido de platina.

¡Gracias de veras, sobrinas, porque han hecho posible el que haga mía una costumbre sencilla de mi padre…!

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MÍTICO SAMMY


Es Samuel, “Sammy”, para los amigos y los clientes de “La Calesa”, restaurante en San Isidro, donde él es el barman, siempre amable, atento a los detalles, sonriente y autor de uno de los “pisco sour” más famosos de esta ciudad, yo diría a estas alturas, que una verdadera leyenda, que sirve generosamente (con el que hay que tener cuidado, porque es realmente delicioso y existe la tentación de que el primero, luego, traiga más…).

Ayer por la tarde, mi sobrina Marcela me sorprendió gratamente al enviarme esta fotografía, tomada muy poco antes y me contó –en el mensaje que la acompañaba-  que estaba cerca del lugar y decidió entrar, recordando a Sammy de alguna visita suya al restaurante y de lo mucho que yo hablaba de “La Calesa”, el lugar que de lunes a viernes era el sitio del almuerzo, precedido por más de un whisky (en mi caso, preferí siempre ni probar el pisco sour, por si las moscas…) con mis grandes amigos Julio y Alfredo (que nos deben estar esperando a Sammy y a mí, en el bar del Barrio Eterno) y algún otro amigo que “cayera” por ahí, además del también “habitué”, doctor Aurelio, que venía por lo que él llamaba su “petróleo” –que era whisky- y su rápido almuerzo, antes de volver al estudio de abogados que dirigía.

En esa época, enseñaba en el IPP, de donde Julio y Alfredo eran propietarios y directores y que quedaba cerca de “La Calesa”; el almuerzo se extendía con grata conversación, para después regresar, ellos al Instituto y yo manejar hacia la agencia de publicidad, donde era director creativo …

Hace muchos años de todo esto y me dio mucha alegría hoy, cuando Marcela, en su mensaje, me ponía: “pasamos por La Calesa, nos asomamos y estaba Sammy…

Entré corriendo a saludarlo, le dije que era tu sobrina y súper cariñoso me preguntó por ti y te mandó muchos saludos, me contó que la última vez que fuiste fue hace tres años aprox, dice que ojalá puedas darte una vuelta por ahí…”

Es verdad, hace por lo menos tres años (o tal vez más) que no voy por “La Calesa” y la última vez que estuve allí, fue para visitar a Sammy, tomé un agua mineral, sentado en la barra, recordando a los amigos, conversando con el buen Sammy y contándole mis peripecias de tres infartos cerebrales, los que me alejaron de todo: del trabajo, la enseñanza, el trato frecuente con los amigos y de ese lugar entrañable, de sus generosos whiskies (y de cualquier otro alcohol para beber) servidos por un sonriente Sammy …

Vuelvo a decir que ha pasado mucho tiempo, pero por Sammy no han pasado los años y lo dice la fotografía, aunque la ahora común mascarilla le tape media cara, pero quizás tenga un poco más de canas (¡yo tengo el pelo totalmente blanco!) …

Confieso que el corazón me dio un brinco cuando vi la fotografía, con Marcela, apoyada en la barra detrás de la cual está Sammy; los recuerdos se me subieron a los ojos y una lagrimita se escapó por allí …

¡Gracias, Marcelita! ¡Hola Sammy, qué gusto verte en el lugar de siempre…! Prometo que apenas pueda, iré a “La Calesa” para que charlemos de los buenos tiempos y los buenos amigos… De mi parte, tengo tanto de qué hablar … Por favor, tenme lista un agua mineral heladita, con sus hielos más, en un vaso para whisky, de esos chatos y gordos …

Imagen: Marcela y Sammy, en “La Calesa”.

POSCOVITAS


No es que Alicia y yo nos hayamos nacionalizado rusos (no es “m” sino “p” la primera letra del título), lo que sucede es que, para nosotros, el Covid, al que dimos positivo a pesar de las tres vacunas, más las precauciones adecuadas y casi extremas, se ha alejado lo suficiente, para ya sin síntomas y sintiéndonos bien, seamos unos “poscovid”, de vuelta a casa, luego de 10 días en la Villa Panamericana, una de esas maravillas, con las que el Perú nos sorprende, a pesar del caos político, el desastre gubernamental y la – por desgracia- “tradicional” incuria oficial en medio de todo lo cual se vive en nuestro país…

La Villa Panamericana, es un complejo de edificios de departamentos, construido para alojar a los atletas pertenecientes a las representaciones de los diferentes países que participaron en los Juegos Panamericanos (aquellos a los que muchas voces “representativas” se oponían, diciendo que era un “gasto excesivo”), de los que el Perú fue sede…

Allí estaban los edificios, llegó la pandemia y se decidió convertirlos en un centro de aislamiento y recuperación para cualquiera que lo solicitara, haciendo los trámites a través de la línea telefónica, declarando síntomas y –supongo- habiéndose hecho una prueba de positividad, bastante sencilla, popularmente llamada “hisopado”. Los detalles no los tengo, pero cuando a Alicia y a mí nos “hisoparon” y dimos positivo, el mismo día, por la tarde, nuestra hija llamó por teléfono, al número 107, hizo los trámites (todo a través de su celular) y a la hora, le contestaron que fuéramos a la Villa Panamericana, ese mismo día, hasta la 8.00 pm.

Empacamos a la volada y un taxista, sumamente amable y responsable, nos llevó hasta allí, en medio de un tránsito que solamente Lima tiene, de lo caótico y desordenado que es.

Legamos a las 7.30 pm, ingresamos y nada más cruzar la puerta, ese país desordenado y caótico quedó atrás, para dar paso a lo que yo nunca creí que pudiera existir en el Perú: Orden, organización y amabilidad. Todos –y lo comprobaría diariamente durante 10 días- eran amables, eficientes, serviciales y dispuestos a responder preguntas, tranquilizar y… ¡sonreír!

Esto no es un “cuento” y es la realidad “real”; una realidad maravillosa que hace que me sienta orgulloso, porque he comprobado –personalmente, in situ- que cuando se quiere, se puede y que el Perú y muchos peruanos, son más grandes que los problemas, por difíciles que estos sean.

Cada uno de nosotros en una habitación, con una sala con televisor y una mesa con sillas donde tomábamos comidas preparadas (la Villa no tiene una cocina general) por una empresa, que según las etiquetas que traía cada “plato” que en realidad era un pequeño contenedor o bandejita de foil de aluminio, cerrado, es la misma que, tengo la seguridad, provee a los aviones, pues su razón social está ubicada en una rampa del aeropuerto internacional…

Dieta personalizada, abundante y… ¡rica! (nada de esa tradicional “comida de clínica”, bastante sosa). Desayuno, almuerzo y cena, fruta, infusiones y agua embotellada e individual. ¡Nunca más cariñosamente atendidos, ni con tanta -perdón que repita- eficiencia y pulcritud! : Todo en su lugar, todo a tiempo y todo lo necesario para una estadía cómoda, agradable, protegida.

No me queda más que expresar nuestro agradecimiento y     –vuelvo a decirlo- sentirme orgulloso de haber comprobado que cuando se quiere, en el Perú, se puede y mucho. Gracias al IPSS que maneja la Villa Panamericana y sus servicios y a todas y cada una de las personas que en lo que ha sido para mí, para nosotros dos, un paraíso, trabajan allí. Gracias a quienes lo han hecho posible. Gracias, muchas gracias, El Perú sería otra cosa, si todo fuera así… Esperemos que así sea.

NOTA: Antes de publicar este post, debo decir que creo que todo este magnífico servicio e increíble organización, está en serio peligro, por los últimos acontecimientos, con el nombramiento de un impresentable y a todas luces incompetente, ministro de Salud y las renuncias de quien fuera responsable del éxito de la vacunación en el Perú, doctor Rosell y del grupo asesor que permitió ordenar la vacunación, para llegar a una cifra que supera el mejor cálculo. El gobierno del señor Castillo, destruye lo único bueno que había hecho, al cambiar al ministro de Salud y poner en peligro la continuación de una política de vacunación eficaz y organizada. El gobierno juega con la salud de ése “pueblo” que dice defender. “Pueblo”, que resulta ser una palabra hueca, que solo le sirve para llenarse la boca demagógicamente.

Fotos: Manolo Echegaray

¡QUÉ BUENO…! UN VIRUS BUENO


Este es un virus que debe esparcirse por el mundo y contagiar a todos. Es un virus bueno y se llama NAVIDAD.

Deseo de todo corazón, que tú que lees esto, te contagies y lo transmitas a cuantos puedas, porque vivir contagiados de la alegría navideña, es lo mejor que le puede suceder al mundo…

¡FELIZ NAVIDAD!

Imagen: https://www.cuentosyrecetas.com

PENSATIVA


Una vez más ha llegado

tu cumpleaños

y no tengo nada material

para obsequiarte …

Sin embargo,

te ofrezco

el tiempo

que hemos pasado juntos …

No está envuelto

en papel de regalo,

ni lo até

con una cinta roja …

Lo empaquetan

las horas

y los días

de lo que hemos

vivido y

lo ata el amor …

Cuando abras

el paquete

ten cuidado,

porque junto

con el tiempo,

hay sonrisas …

Espero que

te guste …

Manolo.

19.11.2021

Imagen: Alicia.

SOLAMENTE PUEDO DECIR «¡GRACIAS!»


Ayer fui incorporado al Colegio de Periodistas de Lima, junto con otros cuatro profesionales, que son verdaderas personalidades.

La única palabra que encuentro es «¡Gracias!», que aunque corta, contiene dentro toda mi alegría -que comparto- y ese sentimiento que es una mezcla de orgullo y el de saber que es una distinción, inmerecida en mi caso, pero la hermosa realización de un sueño. Un sueño, en el que siempre tuve sana envidia de mis amigos periodistas, que son tantos y tantos. Ellos eran periodistas y yo solamente un juntaletras. Ahora, sigo siéndolo, pero además les puedo decir «colega» y eso me da mucha satisfacción, porque ser colega, además de amigo, me pone en la categoría de hermano, lo que es muy hermoso.

Repito que esta distinción es inmerecida -sin falsa modestia- porque yo, en mi vida, solo me divertí mucho escribiendo y también gocé enseñando… Si ello merece algún reconocimiento… ¡bienvenido sea!, porque demuestra que no me equivoqué.

Nunca voy a olvidar este honor.