LA ESPERANZA


Un amigo, viendo lo que había escrito últimamente, me comentaba, que había que tener Esperanza. Y le doy toda la razón …

Lo que me sucede y debe pasarle a casi todo el mundo, es que el día a día va acumulando una carga de realidades que no son agradables y van aplastándonos con algo que nos dificulta o a veces, impide movernos …

Entonces, esperar que algo bueno, diferente suceda, parece muy lejano o tal vez imposible y así, esa “mochila” de acontecimientos cada vez pesa más … Pesa tanto, que sentimos que no podemos cargarla y entonces, en mi caso, como una especie de catarsis, hago lo único que puedo hacer y escribo …

  • Y como ya ha sucedido otras veces, el mito de Pandora regresa a mi memoria para recordarme que después de salir   todos los males, que inundan el mundo y afectan más tarde o más temprano a todos por igual, la Esperanza, tímida, emerge a la luz. Es lo último en la caja de Pandora, que en realidad, parece ser que era una bolsa, porque lo de caja, según sé, es una transformación medieval …

Y entonces, después de todo lo malo, queda la Esperanza, tal vez tímida, como digo, apocada, cauta … La Esperanza es quien nos hace sobreponernos al Mal y no piensen que lo que escribo, supone haberla perdido, sino que su cautela, impide que nos grite “¡Aquí estoy!” y a veces es difícil de notar. Pero no significa otra cosa que el barullo nos agrede y distrae; la Esperanza está ahí, esperando … “Esperando”, porque la Esperanza es paciente y espera, aunque digan que “es lo último que se pierde” …

La Esperanza espera que nos demos cuenta de su presencia, y entonces, sonreirá y vendrá para salvarnos.

¡Abrazo para todos!

Imagen: https://losvalores.org

LA CALLE, EL BARRIO, EL CORAZÓN…


Cuando los recuerdos salen a flote en la memoria, son como esos pequeños juguetes inflables, de colores, que navegan alegrando la monotonía cromática del mar de los días …

Wasapeando” con Kitty, que vivía –calle de por medio- al frente de mi casa en la calle 28 de Julio, en Barranco (la primera estuvo en la calle Ayacucho – ¡bien patriotas, nosotros…!), recordábamos los innumerables momentos en que, sentados en la grada antes de la entrada de su casa, conversábamos de todo y de nada; de las futilidades, importantes entonces, para dos adolescentes amigos entrañables y vecinos, con música de fondo que emitía el maravilloso equipo de sonido AMPEX (marca distribuida en Lima por el papá de Kitty, don Fernando) que era muchísimo más bello, potente y sofisticado que mi humilde “radiola” marca “Saba” con tocadiscos “Grundig”, amigos que de pronto decidían caminar hasta la bodega de los hermanos Piselli       –Ángel y Antonio-, que quedaba “ahicito nomás”, en la esquina, y comprar chocolates, tomar una gaseosa o comer uno de los fantásticos sándwiches “bien servidos” de jamón y queso, que nos alcanzaba Máximo, el dependiente, que tiempo después compró la bodega y que como los Piselli, ya no está más y ahora, seguro que con ellos, en el Barrio Eterno, atiende amable y solícito en la bodega que hace esquina, en una calle luminosa …

Aparecen Mimi, Anita, Pilar, Rosi, Coto, los Zavala, el negro “Camote”, “Cucaracha”, “Pluto”, los Guerrero, “Platanazo” y su bastón, “Gasolina”, Doris, los Callegari, Cecilia …

Ya no hay tranvía, pero quedan los rieles y un futuro despreocupado     –casi veraniego, de vacaciones ociosas- que estamos de acuerdo, hoy, que nos enviamos mensajes por “WhatsApp”, ya es parte de ese tiempo pasado que ha quedado anclado en el mar de la memoria, con una boya bien visible, en forma de corazón …

Imagen: https://es.dreamstime.com

MÍTICO SAMMY


Es Samuel, “Sammy”, para los amigos y los clientes de “La Calesa”, restaurante en San Isidro, donde él es el barman, siempre amable, atento a los detalles, sonriente y autor de uno de los “pisco sour” más famosos de esta ciudad, yo diría a estas alturas, que una verdadera leyenda, que sirve generosamente (con el que hay que tener cuidado, porque es realmente delicioso y existe la tentación de que el primero, luego, traiga más…).

Ayer por la tarde, mi sobrina Marcela me sorprendió gratamente al enviarme esta fotografía, tomada muy poco antes y me contó –en el mensaje que la acompañaba-  que estaba cerca del lugar y decidió entrar, recordando a Sammy de alguna visita suya al restaurante y de lo mucho que yo hablaba de “La Calesa”, el lugar que de lunes a viernes era el sitio del almuerzo, precedido por más de un whisky (en mi caso, preferí siempre ni probar el pisco sour, por si las moscas…) con mis grandes amigos Julio y Alfredo (que nos deben estar esperando a Sammy y a mí, en el bar del Barrio Eterno) y algún otro amigo que “cayera” por ahí, además del también “habitué”, doctor Aurelio, que venía por lo que él llamaba su “petróleo” –que era whisky- y su rápido almuerzo, antes de volver al estudio de abogados que dirigía.

En esa época, enseñaba en el IPP, de donde Julio y Alfredo eran propietarios y directores y que quedaba cerca de “La Calesa”; el almuerzo se extendía con grata conversación, para después regresar, ellos al Instituto y yo manejar hacia la agencia de publicidad, donde era director creativo …

Hace muchos años de todo esto y me dio mucha alegría hoy, cuando Marcela, en su mensaje, me ponía: “pasamos por La Calesa, nos asomamos y estaba Sammy…

Entré corriendo a saludarlo, le dije que era tu sobrina y súper cariñoso me preguntó por ti y te mandó muchos saludos, me contó que la última vez que fuiste fue hace tres años aprox, dice que ojalá puedas darte una vuelta por ahí…”

Es verdad, hace por lo menos tres años (o tal vez más) que no voy por “La Calesa” y la última vez que estuve allí, fue para visitar a Sammy, tomé un agua mineral, sentado en la barra, recordando a los amigos, conversando con el buen Sammy y contándole mis peripecias de tres infartos cerebrales, los que me alejaron de todo: del trabajo, la enseñanza, el trato frecuente con los amigos y de ese lugar entrañable, de sus generosos whiskies (y de cualquier otro alcohol para beber) servidos por un sonriente Sammy …

Vuelvo a decir que ha pasado mucho tiempo, pero por Sammy no han pasado los años y lo dice la fotografía, aunque la ahora común mascarilla le tape media cara, pero quizás tenga un poco más de canas (¡yo tengo el pelo totalmente blanco!) …

Confieso que el corazón me dio un brinco cuando vi la fotografía, con Marcela, apoyada en la barra detrás de la cual está Sammy; los recuerdos se me subieron a los ojos y una lagrimita se escapó por allí …

¡Gracias, Marcelita! ¡Hola Sammy, qué gusto verte en el lugar de siempre…! Prometo que apenas pueda, iré a “La Calesa” para que charlemos de los buenos tiempos y los buenos amigos… De mi parte, tengo tanto de qué hablar … Por favor, tenme lista un agua mineral heladita, con sus hielos más, en un vaso para whisky, de esos chatos y gordos …

Imagen: Marcela y Sammy, en “La Calesa”.

ANGEL GUARDIÁN


Todos tenemos un ángel guardián, que no vemos y yo tengo la dicha de contar con dos. A uno, no lo veo y al otro sí y se llama Jaime.

Hoy es su cumpleaños y desde aquí el abrazo virtual al amigo, al compañero de colegio, con quien desde un lejano 1952       – cuando usábamos gorra, pantalón corto, cuello duro y para los días de fiesta escolar “medias blancas y guantes blancos”, días de overol verde claro y monjas profesoras- somos compañeros …

Jaime tiene como todos, virtudes y defectos, pero calculo que las primeras, opacan a los últimos … Y una de esas virtudes, es la de ser mi “ángel guardián”, porque desde hace un tiempo me tomó a su cargo, facilitando y suavizando mi vida, haciendo posible que la ayuda de nuestros amigos y compañeros de colegio me llegue en forma regular …

Esto, que puede parecer prosaico y material, demuestra el enorme cariño, ese que les deberé siempre y que nos tenemos entre todos, pero puntualmente, mi agradecimiento va para el “catalizador” de ese cariño; el Jaime preocupado, el que pareciera saber cuándo necesito algo –aunque sea conversar- y está ahí, con una llamada por teléfono o una visita, donde la charla nos hace sentir que los años no han pasado y el café compartido aviva los recuerdos …

Mi regalo este 13 de diciembre, es solamente un ¡GRACIAS!  pero monumental, inmenso. Un ¡GRACIAS! Escrito en la pizarra de los días, con la tiza imborrable del cariño …

Gracias Jaime, por ser mi ángel guardián. Gracias a Dios, porque te puso para que me acompañes y facilites el camino.

Imagen: Jaime con Manolo

OVEROLES Y MANDILES


8 de diciembre. Día de la Virgen Inmaculada. Día del colegio. Overoles y mandiles. Primaria y secundaria …

Días de amigos, de carpetas de madera, de Roma y Cartago, de concursos-exámenes, de paraninfo y Trofeo de Estudios …

Días de un colegio chiquito, en una casa de la avenida Petit Thouars en Miraflores, de monjas con hábito café, de miss Silvia, con zapatos de dos colores, de una pequeña “góndola” –que es en realidad un bus- de madera, pintada de azul, de estrenada lonchera, de conocerse todos …

Días de un colegio recién estrenado, aunque sin acabar, en Monterrico, de llenarse de arena por subir a los cerros de atrás …

Días de desayunos, de “chancay y ladrillo”, días de un “Gordo” sonriente y de su hijo, “el Flaco”, atendiendo al hambre o al antojo, que ha esperado hasta el segundo recreo y se aglomera frente a la ventana-mostrador …

Días de formar en el patio, para en saludo a la bandera, de subir a la soga con nudos, de saltar caballetes, de “rellenar” con la pelota al que, descuidado, se cruza por el arco, de castigo, parado junto al mástil; días de pizarra, tiza y mota, de lluviecita fina, de jesuitas profesores y profesores laicos …

Días de uniforme “comando cadete”, color kaki y con cristina –círculo azul para primaria y rojo para media- de clases hasta el sábado/medio día, de piscina y kermesse …

Son miles de recuerdos que nos unen y que van aumentando, mientras recorremos la lista que ofrece el “vademécum” y vemos que hay muchos que figuran, pero se fueron antes dejando sus sonrisas brillando en la memoria de la clase …

Hoy, que es 8 de diciembre, el día del colegio, estamos todos abrazados, debajo de ese manto sagrado, donde un día, vinieron a dejarnos nuestras madres …

Imagen: revista/anuario del colegio, 1952.

EL MAGO


Con Alfonso, en Pucallpa.

Su cumpleaños fue ayer, pero hoy hubiera ido a darle un gran abrazo, felicitarlo y llevarle “algo”, un chiche, pero de esos que le gustaban a él que los coleccionaba, como el pedazo de pierna con pantalón y zapato –falsa, claro- que asomaba debajo de su escritorio, o el recipiente de vidrio redondo, que parecía un plato y al fondo tenía una moneda, que cuando la ibas a coger, era imposible, porque no había nada, aunque la moneda, “intocable”, seguía ahí. Chiches divertidos, trucos, que le encantaban para ver las reacciones de las personas, a él que era un mago y profesional del cine publicitario y mago (ilusionista), por afición …

Ayer, hubiera llamado por teléfono a mi amigo Alfonso, pero no pude hacerlo, así como no iré hoy a abrazarlo, porque el hombre bueno, el que me enseñó con el ejemplo y con sus consejos oportunos lo primero que supe de su especialidad profesional, se fue hace tiempo, dejando ese vacío que nunca se va a llenar, que reconocerlo con palabras suena y resulta tan poca cosa …

Sería muy largo y el espacio es corto, escribir sobre todo lo que Alfonso significó para la publicidad en sí, la introducción del video en la publicidad peruana, el desarrollo de una actividad que amó como es el cine –que fue la realización de su “magia” principal- y tantísimo más, como crear y dirigir la mayor productora peruana de cine, dedicada al cine y al video publicitarios, además de producciones audiovisuales de diversa índole, con unas instalaciones y facilidades verdaderamente asombrosas y ejemplares …

Recordarlo todo, me hace sentir que fui amigo de un hombre importante, talentoso y especialmente –lo repito porque es que lo fue- bueno. … En mi memoria están los incontables comerciales que yo escribí y él hizo reales. Los viajes que hicimos juntos para ir a filmar … Lo conocí allá por el 67, cuando ni me imaginaba trabajando en publicidad y me aventuré como “modelo”, ante la invitación, buscando actores, que hizo una empresa pionera llamada Telecine, al Teatro de la Universidad Católica, donde participaba, aunque no actuando, sino como sonidista, gracias a la invitación de un amigo … Ahí conocí a Alfonso, que era camarógrafo, con quien años después, cuando fundó su empresa cinematográfica, con Nicolás Smolij, quien fuera camarógrafo de Domingo Perón, yo, como redactor publicitario, trabajaría tanto …

Alfonso, te recuerdo siempre y de verdad, me haces mucha falta; todavía recuerdo tu voz en esa última llamada, cuando ya estabas enfermo, y me dijiste que lo que decía el padre Gámez –boliviano como él- (Alfonso era ex alumno del colegio de La Inmaculada, lo mismo que yo, pero con diez años de diferencia), era absolutamente cierto y que cuando nos fuéramos, todo iba a ser distinto, mucho mejor …

Al siguiente día, Alfonso, te fuiste al lugar mejor y distinto.

Imagen: Con Alfonso, en Pucallpa.