ROMPER ESQUEMAS


Con esto no estoy diciendo nada nuevo porque lo que dice el título es lo que la creatividad en general debe hacer para serlo y en particular, la publicitaria donde es mucho más visible y cuando lo hace de verdad tiene éxito inmediato, éxito que es percibido por muchísimas, cientos, miles de personas (no quiero pecar de exagerado pero pueden ser cientos de miles…).

Lo difícil es ser creativo, es decir romper esquemas pero con un fin; no hacerlo por hacerlo o como antes se decía “per épater le bourgeois” (para espantar/horrorizar al burgués) eso no es lo que –por lo menos-  se busca al hacer publicidad. Ya hemos abordado el tema de que “nada se crea ni se destruye, sólo se transforma”, según dice certeramente la ley de la materia y que lo que hace la creatividad publicitaria es transformar aquello que ya es, en algo novedoso –la palabra “nuevo” me parece impropia, falsa- y que llame la atención.

Romper esquemas significará pues hacer ver las cosas usuales bajo una luz distinta de modo atractivo para el público espectador y precisamente allí radica la dificultad, porque el creativo publicitario debe esforzarse al máximo cada vez para que su capacidad de sorprender funcione y lo haga bien y cada vez no podrá repetirse porque aburrirá con lo ya visto, por aquello de “chiste repetido sale podrido”.

Insisto en que “romper esquemas” no es decir babosadas, ni palabras subidas de tono, usar artificios truculentos o mostrar “imágenes audaces”: es mucho más que eso y significa que apelaremos a la atención, a la atracción deslumbrante, para luego poder pasar al convencimiento.

La creatividad publicitaria no es un “lecho de rosas” ni refugio de ingeniositos de salón, porque está en juego la inteligencia que es usar el cerebro, “la cabeza”, para algo más que llevar un sombrero por bonito que sea.

Imagen: http://www.todocomplementos.com

Originalmente publicado en «CÓDIGO«

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LUNES DE ZAPATERO


Antiguamente, en Arequipa, se conocía como “Lunes de zapatero” a la costumbre que tenían estos de atender sus negocios los lunes, empezando en la tarde y dejando libres las mañanas; las razones pueden ser muchas, pero tal vez esa “vacacioncita” servía para recuperarse de los estragos de un fin de semana “movido”.

Es curioso, pero en publicidad conocí a algunos que seguían la misma práctica y a otros que, digamos, hacían lo que podríamos llamar “viernes de publicista”, es decir que “cerraban” la semana de trabajo, el viernes antes de irse a almorzar; volvían muy orondos el lunes para empezar el trabajo.

Bueno, la publicidad no tiene días de “descanso”, porque es una actividad que se realiza durante 24 horas, siete días a la semana y 365 al año…; puede parecer exagerado y hasta presuntuoso que yo afirme esto, pero en el fondo es verdad, porque si bien existen las vacaciones que están reguladas por la Ley, estas generalmente se ven interrumpidas, acortadas o anuladas por trabajos urgentes, que requieren la presencia de los profesionales, justo cuando estos vacacionan.

Tal vez suene a que la publicidad es algo “heroico”, que necesita atención permanente de sus hacedores, pero no hay que equivocarse, porque en publicidad trabaja aquél al que le gusta la publicidad y el «trabajo» es un entretenimiento que no vale la pena interrumpir por unas a veces inoportunas y simples vacaciones.

Imagen: http://www.administracionpublica.com

Originalmente publicado en “CÓDIGO

VALLES Y COLINAS


Significa bajas y altas; son evidentes gracias a los gráficos de barras o de curvas, pero es indispensable saber leer aquello que parece tan fácil cuando es un “cuadro”, pero tiene sus dificultades cuando lo gráfico no está y los números solos pueden confundir o asustar.

Lo que pasa es que nos hemos acostumbrado a las imágenes porque estas representan algo y son sencillas de comprender; digamos que las imágenes, de cualquier tipo, nos “dicen” algo que de otra manera podría ser incomprensible.

Las imágenes, qué duda cabe, facilitan la comunicación, la hacen más fluida y permiten, a todos, un mejor entendimiento; la ya famosa, aunque para muchos desconocida, frase del arquitecto Fernando Belaunde Terry: “¡Vamos al mapa!” refleja que una representación gráfica, por sencilla que sea, sirve para ubicar y en cierto modo describir.

Mucho se habla sobre la cultura de la imagen y es verdad que cada vez más recurrimos a ellas no solamente como un soporte o explicación, sino como descripciones de algo que tomaría emplear muchas palabras y que tal vez no fueran tan exactas; de esto no nos damos mucha cuenta, pero la tecnología ofrece un sinnúmero de ellas y que están destinadas a que se comprenda algo rápida y sencillamente.

En otro artículo mencionaremos lo que es un verdadero fenómeno (con algún tiempo de vida ya) y que es el “manga”, ése summum de la imagen que pueden leer todos sin necesidad de saber descifrar alfabetos o decodificar frases; quedémonos por ahora en la vieja frase que dice “Una imagen vale más que mil palabras”; sin embargo, solamente para molestar, recordaré otra frase, una que aparecía a toda página en un aviso de la revista “Advertising Age”, que yo recorté y fijé en la pared de mi oficina y que traducida diría: “No hay música si las palabras no cantan”, refiriéndose a los jingles, porque promocionaba a una empresa que los producía en USA.

Imagen: www.youtube.com

Publicado originalmente en “Código”.

EL BUEN GUSTO


Además de ser el nombre de una panadería/pastelería famosa en Lima, es aquello que muchas veces falta en la publicidad y lo que sucede es que su definición puede variar de acuerdo a lo que una persona entienda por tal; ciertamente hay lo que yo llamaría “reglas generales” y son aquellas como no utilizar aquello que mayoritariamente ofenda (en publicidad, digo) los sentidos de la vista y el oído.

Se puede mencionar que hay combinaciones de color que calificaríamos de chillonas, que existen colores inadecuados (tal vez como ponerle “azul Prusia” a lo comestible) o que el gritar lo que se dice en un comercial para llamar la atención es contraproducente porque provoca rechazo.

“Es cosa de buen gusto” se dice y en realidad no se está diciendo nada concreto ni se suelen dar razones; se trata de algo que puede ser subjetivo pero que hay que analizar porque la publicidad es comunicación y debemos quitar de ella todo lo que pudiera producir rechazo.

Vamos a encontrar que se usan “imágenes de mal gusto”, “música de mal gusto”, “colores de mal gusto” o “lenguaje de mal gusto”, pero repito que puede ser la percepción de unos y no la de otros y por eso es importante, creo, el someter aquello que pudiera presentar algún tipo de problema a una opinión que esté representada por diversos grupos de personas que no sean homogéneas para que un “acuerdo” se vaya logrando por consenso y se pueda ir corrigiendo lo perfectible y eliminando lo que definitivamente está mal;

Podrá parecer tedioso o tal vez raro, pero la técnica de enfoque, bien aplicada puede evitar muchos quebraderos de cabeza, errores garrafales y… ¡un mal gusto manifiesto!

NOTA: La ilustración es algo que podría ser cromáticamente de “mal gusto”, pero además es lo que nunca se debe hacer en publicidad, porque la combinación de colores impide una lectura clara.

Imagen: support.office.com

Originalmente publicado en “CÓDIGO”, 7.5.2019

72 HORAS


A veces uno, cuando es joven, no se da cuenta de lo que se está forzando para hacer las cosas y lo toma como una “conquista”, un “logro”, algo de lo que seguramente presumirá…

Fueron 72 horas, 3 días en los que el sueño era espantado con café, pero venía por cabezadas que no sabía bien cuánto duraban, irregulares, pero que siempre parecían cortísimas. Mi compañero de oficina, el director de arte que estaba en el mismo bote de preparar una campaña para el lunes (empezando el viernes), me pasaba la voz con un “¡Te estás durmiendo!” que me sobresaltaba para contestar que era “nada más que un pestañeo”…

Yo hacía lo mismo con él cuando lo veía cabecear o fingir concentración en el dibujo (con los ojos cerrados); nos habíamos comprometido a presentar una campaña final, con los bocetos de avisos acabados, story board y bocetos de folletería (con sus respectivos textos, claro) y el sustento creativo para la campaña completa, pieza por pieza.

Ahora que lo recuerdo con la distancia de los años, me doy cuenta que era una tontería, un querer “demostrar” que podíamos ser creativos y muy rápidos: la publicidad en suma.  Abrevio diciendo que nos aprobaron la campaña, pero éramos una especie de zombis alimentados con pizza, con litros de café y cigarrillos (fumábamos en ese entonces) como estimulantes y ninguna pastilla o sustancia que nos mantuviera “lúcidos y alerta” porque –por lo menos yo- había visto en más de un compañero “trabajador” los estragos que causaba esa “dieta cerebral”.

Muy temprano, el lunes de la presentación, mucho antes de que nadie llegara a la oficina, afeitada, pañitos húmedos y mucha agua de colonia; después revisión del material a presentar, ordenar las carpetas que contenían los textos y la sustentación, repasar los charts que usaríamos durante la exposición (era la época en que no se soñaba con las computadoras, el teléfono celular era algo de ciencia ficción y las únicas “máquinas” a nuestra disposición  eran una de escribir  -mecánica- una fotocopiadora que solo imprimía en negro y dos calculadoras de bolsillo).

La euforia de la presentación, las respuestas ensayadas una y otra vez a las preguntas que sabíamos nos iban a hacer y el entusiasmo que nos produjeron los comentarios positivos, “compensaron” el esfuerzo y pongo ese compensaron entre comillas porque, repito de nuevo, ahora, con la distancia de los años, pienso que lo que hicimos fue una tontería, porque el desgaste personal (que nos hizo dormir casi un día entero a los dos, ya en nuestras casas) consiguió que perdiéramos un día, que no “funcionáramos” bien hasta acomodarnos nuevamente y que “no pasara nada”: éramos “héroes” sólo para nosotros mismos porque para los demás eso era “normal nomás”.

Confieso que fueron las 72 horas más largas de mi vida y las que me enseñaron que la publicidad puede ser demandante y urgente, pero uno no debe forzar lo que requiere tiempo.

Imagen: culturabogota.com

PUBLICADO ORIGINALMENTE EN “Código”, 23.7.2019 Y VUELTO A PUBLICAR EN «mentemochilera.blogspot.com«

AVALANCHA


http://www.dreamstime.com/royalty-free-stock-photo-cartoon-man-avalanche-to-be-hit-falling-rock-image41195805

Soy redactor publicitario, es un lunes cualquiera y encima de mi escritorio empiezan a amontonarse los sobres de las órdenes de trabajo, que contienen el material informativo necesario para cada encargo por hace …

Es una verdadera avalancha, típica de un lunes, antes de media mañana y me doy cuenta que me espera mucho por leer y por escribir, sobre diversos temas, para comerciales de radio o televisión, para avisos de periódico, alguna campaña completa … Y eso es solamente el principio, porque con el paso de los días, el número de órdenes irá aumentando y tendré que trabajar lo más rápido que pueda, para cumplir con las fechas marcadas. Es bueno estar en una agencia que tiene éxito, pero …

Esto no es ficción y seguramente les sucede a muchos: gran cantidad de cosas por hacer, variedad de temas y poco tiempo … Suele ser la vida de trabajo, “rutinaria”, de un redactor …

El asunto es no atolondrarse y abordar cada caso, uno por uno, enterándose bien de lo que trata, de la información que se adjunta, leyéndola y marcando aquello que es necesario profundizar; hay que preguntar al cliente, hacerlo directamente o por medio del ejecutivo de cuentas …

Lo mejor es elegir luego lo que parezca más sencillo e ir avanzando en complejidad; recomendable, dejar el material para el comercial o los comerciales de la tele, porque un guion siempre es algo complejo de construir …

Leer, informarse, escribir, cambiar de temas, de formato del medio … Parece eso, una avalancha, que nos cae encima, pero de la que se espera –y debemos- salir indemnes y triunfantes.

Aunque parezca que exagero, reto a cualquier redactor de agencia a que me desmienta y diga que “agrando” las cosas, para “victimizarme” …

Publicado originalmente en «mentemochilera.blogspot.com«

Imagen: https://es.dreamstime.com