PICHÍN LAY


Hoy es 3 de marzo y mi hermano Francisco, Pancho para los amigos y Panchín, para nuestra pequeña familia, cumpliría años …

Recuerdo siempre que mi madre me contaba que, de muy chiquito, él contestaba a quien le preguntara por su nombre, diciendo “Pichín Lay”, que traducido de su “media lengua”, quería decir, por supuesto, “Panchín Echegaray” …

Y esa imagen tierna quiero evocar hoy, día en que me lleno de nostalgia, porque sé que no podré llamarlo por teléfono, ni ir a su casa a tomarnos unos wiskis juntos para conversar de todo y de nada …

Estás siempre en mi corazón, hermano querido y me veo aguaitando una reunión del “Club Unión Deportivo Barranco”, en el garaje de la casa de la calle Ayacucho, donde estás tú con tus amigos, riendo y “tomando decisiones trascendentales” para el próximo partido de fulbito; pienso que después, tomaremos lonche con ellos, en el comedor que tiene vista al mar, y que Manolo dirá que, del queso con huecos del sandwich, a él le han tocado solamente los huecos….

Así se van desgranando los recuerdos y aunque no sea con whisky, permíteme que brindemos imaginariamente, tú desde tu sillón en el Barrio Eterno y yo desde aquí, mientras escribo; perdóname si la memoria gotea desde los ojos, pero sonrío, pensándote: ¡Salud hermano…!

IMAGEN: Mamy con Panchín, Trujillo.

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CELEBRANDO LA VIDA


¡Hoy es 3 de marzo, cumpleaños de mi hermano mayor, Francisco –“Panchín” en familia- y aunque él ya no esté con nosotros, porque se mudó al Barrio Eterno hace unos pocos años, sigue vivo en los corazones de su esposa, sus hijos, sus nietos, sus amigos y aquí, en el mío, que lo abraza con ese cariño que no necesita ninguna palabra…

Imagen: “Panchín” hacia 1955 o 1956, en el centro de Lima.

TE EXTRAÑO, TETÉ…


Hoy que es doce de noviembre, si puede decirse, te extraño más. Siento que estás a mi lado y que reímos juntos: tú, con esa risa contagiosa que tenías y yo, divertido como siempre que estaba contigo … Recuerdo que te escuchaba por el teléfono, que nos sirvió de puente entre tu Arequipa querida, donde te fuiste a vivir, recién casada, el mismo año que yo entré al colegio, dejándome con la tristeza de tu ausencia. La ausencia –lo repito- de tu risa y la de esas inolvidables tardes en las que íbamos juntos, tú con un libro y yo con mi triciclo azul, de madera, al Parque Municipal de Barranco, cerca de la casa de la calle Ayacucho, que curiosamente se llamaba “Villa Teresa” y tenía el nombre, en el frontis, con letras de estuco, en relieve, justo bajo las dos ventanas de tu cuarto (que yo, orgullosamente, “heredé” cuando te fuiste…).

Los recuerdos, como digo siempre, hermana querida, se me agolpan y a veces en la atropellada multitud de imágenes, pierdo el hilo de lo que –en este caso- estaba escribiendo…

Contaba que nos unía el teléfono, y fue especialmente, cuando hablábamos largo cada domingo por las mañanas, porque yo ya no podía viajar para verte y disfrutar de esa complicidad que los años solamente acrecentaron …

Perdóname en desorden, pero es que entre las fotos que he estado viendo, la música que escucho mientras escribo –es Doris Day, ¿recuerdas ese disco LP de funda medio verde, con la foto de ella, el blanco y negro, sonriendo, que tenías y oíamos juntos en la salita…?- se unen la hermana mayor -casi una segunda mamá- la amiga, la cómplice complaciente de mis travesuras infantiles, la mujer inteligente; la casi maniática de los “patines”, que eran esos pedazos de fieltro, los que estaban para que todo el que anduviera por tu casa “sacara brillo” a unos pisos que brillaban siempre; la madre divertida, la abuela cariñosa (“mi Teté”  para Andrés, tu nieto); la profesora universitaria, a quien sus alumnos adoraban, la asistenta social, la luchadora, la que … ¡Te extraño, hermana!

Ahora que ya no podemos hablarnos, yo te escucho, sin embargo, y sé que estás bien, feliz, con el querido Jorge, con nuestros hermanos Panchín y Lucho, con nuestros papás y con todas las tías y los tíos, celebrando tu cumpleaños … Yo también estoy allí, aunque no me veas …  Estoy pensándote, queriéndote como siempre y –perdóname- llorando un poquito, escondido, porque te quiero, si puede decirse, hoy más que nunca, que es el día de tu cumpleaños …

Manolo.

Teté y yo, en la casa de Ayacucho 263, Barranco.

MI HERMANO EN EL CORAZÓN


Hoy, tres de marzo, es el cumpleaños de mi hermano Francisco, “Panchín” familiarmente, pero él no está aquí para que lo abrace, como era lo primero que hacía, al levantarme, cada tres de marzo, cuando vivíamos juntos en la casa de Ayacucho 263, en Barranco…

Yo le entregaba el “regalo” que había preparado, que era una “tarjeta” de cumpleaños, dibujada por mí, días antes… Cada año que pasaba pensaba más en lo que iba a poner en la tarjeta, me demoraba más el hacerla, pero esperaba con curiosidad alegre, la cara de sorpresa que él ponía, mientras iba viendo los dibujos, el “¡FELIZ DÍA!” escrito con letra desmañada y lo infaltable: “Te quiero mucho, hermano” y un MANOLO, grandazo para que no le quedara ninguna duda sobre quién era el autor…

Entonces, él me entregaba un paquete envuelto en papel de colores: ¡En su santo, me regalaba él a mí…! Yo rompía el envoltorio, impaciente, entusiasmado, para encontrar que era justo lo que tanto había querido durante tanto tiempo…

Yo lo abrazaba emocionado y le preguntaba “¿Te gustó tu tarjeta…?, él me guiñaba un ojo y estoy seguro ahora, que se reía de los trucos que había empleado para “jalarme la lengua” y saber qué era lo que yo más quería…

Hoy, tres de marzo, no tengo tarjeta hecha por mí para entregarte, ni la forma de hacerlo, pero quiero que sepas, hermano, allá en el Barrio Eterno, donde estás celebrando con Tony, Enrique, Teté y Lucho, que el único que falta por alcanzar a la familia, te lleva en el corazón y sabe que tu regalo hoy para él, es una guiñada de ojo, una sonrisa y ese abrazo tan grande que extraño tanto.

Imagen: Panchín y Manolo. Paya “Agua Dulce”, Chorrillos, Lima.

INOLVIDABLE TRES DE MARZO


INOLVIDABLE TRES DE MARZO.jpg

Inolvidable para mí, porque es la fecha del cumpleaños de mi hermano Francisco, Francisco Ignacio por más señas; Pancho, Panchito, Panchín; hijo, hermano, padrino, esposo, yerno, cuñado, papá, suegro, tío, sobrino, amigo, fundador del club Unión Deportivo Barranco (que funcionaba en el garaje de la casa de Ayacucho 263), cantor afinadísimo y de potente voz.

 

Alegre, malgeniado, buen bailarín, abogado, experto en planificación urbana, profesor universitario, lector impenitente, no despreciaba un trago y gran conversador.

 

Este no es su “currículo” que es bastante más extenso, sino la hojita que guardo en mi corazón y en la que estoy seguro falta mucho, no porque falte espacio (está escrita con letra apretadita), sino porque a veces el corazón me falla, emocionado en este tres de marzo.

 

Ahora con punta y talón, muchachos del Barranco ideal, que me disloco por verlos bailar este precioso vals… ¡Sí señor!” cantaban Paco, Manolo, Gino, el Seven, Pancho y creo que el Negro (que junto con Gino, eran barranquinos por adopción); cantaban los amigos jaraneros, que tenían escudo verde con iniciales blancas, camisetas que una vez fueron nuevas y envejecieron de tanto jugar fútbol.

 

Hoy que es tres y recuerdo las canciones, las risas, los cigarrillos Chesterfield sin filtro, los intentos frustrados de mi hermano mayor para que yo comiera las verduras, los lonches en la casa, los sándwiches de queso –muy delgado y con huecos- que alguna vez provocó la protesta, porque –dijo un amigo de mi hermano- que a él solo le había tocado la parte de los huecos…

 

Hoy que es tres y Panchín ya no está, pienso que si abro la puerta que comunica a nuestros dormitorios, lo voy a ver durmiendo – anoche llegó un poco tardecito- y tranquilo, porque sé que está ahí, me volveré a dormir.

 

Imagen: Foto de Panchín, en Trujillo, recién despertado, tomada por mi papá.