
Todos tenemos un ángel guardián, que no vemos y yo tengo la dicha de contar con dos. A uno, no lo veo y al otro sí y se llama Jaime.
Hoy es su cumpleaños y desde aquí el abrazo virtual al amigo, al compañero de colegio, con quien desde un lejano 1952 – cuando usábamos gorra, pantalón corto, cuello duro y para los días de fiesta escolar “medias blancas y guantes blancos”, días de overol verde claro y monjas profesoras- somos compañeros …
Jaime tiene como todos, virtudes y defectos, pero calculo que las primeras, opacan a los últimos … Y una de esas virtudes, es la de ser mi “ángel guardián”, porque desde hace un tiempo me tomó a su cargo, facilitando y suavizando mi vida, haciendo posible que la ayuda de nuestros amigos y compañeros de colegio me llegue en forma regular …
Esto, que puede parecer prosaico y material, demuestra el enorme cariño, ese que les deberé siempre y que nos tenemos entre todos, pero puntualmente, mi agradecimiento va para el “catalizador” de ese cariño; el Jaime preocupado, el que pareciera saber cuándo necesito algo –aunque sea conversar- y está ahí, con una llamada por teléfono o una visita, donde la charla nos hace sentir que los años no han pasado y el café compartido aviva los recuerdos …
Mi regalo este 13 de diciembre, es solamente un ¡GRACIAS! pero monumental, inmenso. Un ¡GRACIAS! Escrito en la pizarra de los días, con la tiza imborrable del cariño …
Gracias Jaime, por ser mi ángel guardián. Gracias a Dios, porque te puso para que me acompañes y facilites el camino.
Imagen: Jaime con Manolo
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