Era la frase que usaba siempre.
Empezaba a hablar con otro u otros, anteponiéndola y resultaba curioso, pero para él era un medio de protección.
El “por si acaso” –se decía- era una protección, una especie de defensa que por lo general daba a entender que en realidad no pensaba así exactamente, que estaba transmitiendo algo, ya fuese de autoría de otra persona o una creencia.
No tenía opinión propia y sus “por si acasos” eran la excusa para no pronunciarse personalmente sobre nada; dijo “por si acaso… yo no tengo la culpa” cuando el perro a su cuidado murió, también cuando lo dejó su esposa harta de su indecisión y estaba escrito en el papel, perfectamente doblado, que encontró la policía junto a su cadáver de suicida, pero como era una especie de declaración, firmaba al pie.
Imagen: tvzap.kataweb.it
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