IRSE YENDO


Gato-en-la-ventana

Los atardeceres de acuarela

quedaron en las primeras páginas

del cuaderno de dibujo de su vida.

 

 

Hoy, tardes lluviosas

resbalan por las ventanas de los días

y los silencios son una aguatinta

en espera de noches solitarias.

 

3.9.2019.

 

Imagen: azucenafraile.com

EL IMPULSO Y LA RAZÓN


comprando-auto

Nadie puede decir que las compras por impulso no existen, pero tampoco que mientras mayor sea el precio de lo comprado las adquisiciones que se hacen son razonadas y mucho.

Un chicle, un chocolate y muchas otras cosas que nos dan satisfacción son compradas “porque sí”, por darse un gusto, pero conforme va subiendo lo que se desembolsa por el bien, desde una licuadora hasta un departamento o un diamante, el razonamiento aumenta, la decisión de compra suele ser bastante más lenta y meditada.

Digamos que nadie sale los martes a “vitrinear” para comprar un automóvil, ni se compra un yate porque lo invitaron a la playa; bueno, tal vez sí, con muchísimo dinero disponible, pero con dinero propio en cantidades, lo que suele suceder es que se reflexiona mucho antes de gastarlo dilapidándolo…

Por eso es que mientras más valor significativo tenga el bien en perspectiva, mayor será el cuidado y el tiempo que su adquisición tome; esto es algo que hay que tener siempre en cuenta cuando se hace publicidad porque insisto, no se razona, salvo tal vez para decidir el sabor, mucho más allá en la compra de un caramelo o un chicle y se lo hace cada vez más cuando el valor (que generalmente se equipara con el precio monetario) es mayor.

El famoso “reason why” de los anuncios publicitarios cobrará importancia de acuerdo a los productos y será cada vez más elaborado porque quien compraría no es muy fácil de convencer.

Lo digo porque quienes creen que la publicidad es un “enamorador” que no tiene argumentos y el consumidor es alguien que se deja “enamorar” sin atender razones, se equivoca totalmente.

 

Publicado en codigo.pe 2.9.2019.

MIEDO


MIEDO

Le tenía miedo.

Estaba delante de él, con su cabecita negra, amenazante, sobre lo que parecía una pierna o pata delgadita y que se apoyaba en el suelo.

 

No podía remediarlo.

Siempre estaba allí cuando él llegaba y entonces su mudez instantánea, su mirar angustiado, provocaban que alguien viniera y manipulara algo, pero en vez de tranquilizarse se ponía peor y tartamudeaba sin saber bien qué decir…

 

Era solamente un micrófono, pero le tenía miedo, no podía remediarlo y por eso prefería dirigirse a los asistentes ocasionales sin amplificación ninguna y claro, terminaba afónico.

Imagen: http://www.taringa.net