JULIO


JULIO

Cada día le molestaba más la bulla hasta que sus actitudes llevaron a quienes le rodeaban a comentar entre ellos que la edad, seguramente era eso, estaba causando estragos en Julio, agriándole el carácter y convirtiendo en un intolerante al hombre amable y comprensivo que había sido.

 

Julio detestaba la bulla, los niños le temían a Julio y de Julio se alejaban poco a poco todos; lo que nadie imaginaba era que el proceso llevaría paulatinamente a la pérdida de audición y Julio quedaría totalmente sordo.

 

No repararon cuando no se inmutaba por ruidos sorpresivos y fuertes o cuando dejó de salirse de sus casillas o cuando no volteaba la cabeza si lo llamaban por su nombre; se dieron cuenta –pero no les importó mucho- cuando la casa volvió a ser un campo de juegos infantiles, volvieron las visitas y Julio hablaba fuerte si quería algo, pero la fuerza de su voz se perdía en medio de la bulla de los chicos y la cháchara de los parientes que opinaban que a Julio, la edad, lo había ablandado.

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