SILENCIO


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Mandar matar a alguien o hacerlo personalmente para asegurarse silencio, parece ser lo más común. Todos los días los medios nos recuerdan que esto sigue creciendo y ya parece verse como “lo más normal”: muerto, no habla.

No habla, no incrimina, no acusa, no reclama, no protesta, no nada. Los muertos solo guardan silencio.

Cuando una autoridad de la iglesia católica pide que no exista cobardía y se denuncie para aclarar crímenes que parecen llevar a alguien, es que el miedo ante un poder que acalla toda crítica, se manifiesta en ver, oír y callar.

El miedo es cómplice de los delincuentes y el silencio un resultado que si no se obtiene “por las buenas”  se consigue matando.

Muchas veces he dicho que nuestro país va cuesta abajo y creo que los indicadores económicos que nos enorgullecen se asientan, muchas veces, sobre algo que se prefiere no ver.

Delincuencia – poder -delincuencia: todavía no hemos llegado al fondo y seguimos rodando hacia él que es la desaparición del Perú y su reemplazo por un caricaturesco carnaval donde todo el mundo usa máscara.

No quisiera que en los libros de texto del futuro nos presenten como “el país que no fue” o lo que es peor: “que nunca quiso ser”.

No puede haber silencio si es que gritan los muertos.