Era buena con todos, saludaba, daba las gracias, pedía permiso, siempre cedía el paso, iba a misa de siete cada mañana y de ocho los domingos, no tenía familiares conocidos y sí una edad incierta pero que por su parsimonia calculaban avanzada.
Lo que nadie sabía era de su pasado ni del amante que murió en su cama, lo que la hizo refugiarse en el pueblo y en el anonimato de ser buena para huir de sí misma; claro que eso fue en otro tiempo y en la ciudad.
Imagen: http://www.forocoches.com
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