EL CLAVO


EL CLAVO

En el mundo de los clavos era el más importante, era leyenda, ejemplo y tema de los relatos que se contaban al calor de las fogatas: era el epítome de clavo.

 

Proverbial su humildad, había sido la causa de la caída y pérdida de un imperio porque en plena batalla se soltó de la herradura que a duras penas sostenía en uno de los cascos del caballo que el aguerrido emperador montaba; se perdió la herradura, el animal tropezó, dio en el suelo con su humanidad de modo aparatoso el jinete y se le cayó el casco, golpeando su cabeza contra el suelo y muriendo en el instante mismo; a sus bravos se les puso la carne de gallina el ver caer al líder, golpearse y no seguir en el combate por causas ajenas a su voluntad – lo que se llama por “óbitas razones”-, desbandáronse entonces, perdiéndose la batalla, luego la cruenta guerra, desmoronándose el imperio que se atomizó en principados y repúblicas que aprovecharon la ocurrencia para independizarse.

 

El clavo, magullado, pasó a la Historia y de allí, resistiendo lo que pudo al óxido inclemente que el tiempo depara a los cuerpos metálicos, se convirtió en leyenda de fogatas, en cuento para niños y claro, en el ejemplo de cómo algo pequeño y tal vez insignificante, lo significó todo para una vida, una batalla, una guerra, un imperio y provocó los líos que desde entonces hasta hoy a toda república, que se precie de serlo, aquejan.

 

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