MÍTICO SAMMY


Es Samuel, “Sammy”, para los amigos y los clientes de “La Calesa”, restaurante en San Isidro, donde él es el barman, siempre amable, atento a los detalles, sonriente y autor de uno de los “pisco sour” más famosos de esta ciudad, yo diría a estas alturas, que una verdadera leyenda, que sirve generosamente (con el que hay que tener cuidado, porque es realmente delicioso y existe la tentación de que el primero, luego, traiga más…).

Ayer por la tarde, mi sobrina Marcela me sorprendió gratamente al enviarme esta fotografía, tomada muy poco antes y me contó –en el mensaje que la acompañaba-  que estaba cerca del lugar y decidió entrar, recordando a Sammy de alguna visita suya al restaurante y de lo mucho que yo hablaba de “La Calesa”, el lugar que de lunes a viernes era el sitio del almuerzo, precedido por más de un whisky (en mi caso, preferí siempre ni probar el pisco sour, por si las moscas…) con mis grandes amigos Julio y Alfredo (que nos deben estar esperando a Sammy y a mí, en el bar del Barrio Eterno) y algún otro amigo que “cayera” por ahí, además del también “habitué”, doctor Aurelio, que venía por lo que él llamaba su “petróleo” –que era whisky- y su rápido almuerzo, antes de volver al estudio de abogados que dirigía.

En esa época, enseñaba en el IPP, de donde Julio y Alfredo eran propietarios y directores y que quedaba cerca de “La Calesa”; el almuerzo se extendía con grata conversación, para después regresar, ellos al Instituto y yo manejar hacia la agencia de publicidad, donde era director creativo …

Hace muchos años de todo esto y me dio mucha alegría hoy, cuando Marcela, en su mensaje, me ponía: “pasamos por La Calesa, nos asomamos y estaba Sammy…

Entré corriendo a saludarlo, le dije que era tu sobrina y súper cariñoso me preguntó por ti y te mandó muchos saludos, me contó que la última vez que fuiste fue hace tres años aprox, dice que ojalá puedas darte una vuelta por ahí…”

Es verdad, hace por lo menos tres años (o tal vez más) que no voy por “La Calesa” y la última vez que estuve allí, fue para visitar a Sammy, tomé un agua mineral, sentado en la barra, recordando a los amigos, conversando con el buen Sammy y contándole mis peripecias de tres infartos cerebrales, los que me alejaron de todo: del trabajo, la enseñanza, el trato frecuente con los amigos y de ese lugar entrañable, de sus generosos whiskies (y de cualquier otro alcohol para beber) servidos por un sonriente Sammy …

Vuelvo a decir que ha pasado mucho tiempo, pero por Sammy no han pasado los años y lo dice la fotografía, aunque la ahora común mascarilla le tape media cara, pero quizás tenga un poco más de canas (¡yo tengo el pelo totalmente blanco!) …

Confieso que el corazón me dio un brinco cuando vi la fotografía, con Marcela, apoyada en la barra detrás de la cual está Sammy; los recuerdos se me subieron a los ojos y una lagrimita se escapó por allí …

¡Gracias, Marcelita! ¡Hola Sammy, qué gusto verte en el lugar de siempre…! Prometo que apenas pueda, iré a “La Calesa” para que charlemos de los buenos tiempos y los buenos amigos… De mi parte, tengo tanto de qué hablar … Por favor, tenme lista un agua mineral heladita, con sus hielos más, en un vaso para whisky, de esos chatos y gordos …

Imagen: Marcela y Sammy, en “La Calesa”.

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HAY QUE PROBAR EL CAFÉ PARA NO QUEMARSE LA LENGUA


coffee

Muchas veces por apuro, nos quemamos y lo que pudo ser un rico café se convierte en una terrible sorpresa.

Lo que pasa es que no probamos antes y nos fijamos si la temperatura era correcta. Nuestro Gobierno se viene quemando con el café de sus decisiones que si hubiera dejado enfriar un poco, hubiesen sido distintas: aceptables y bienvenidas por una mayoría. Sin embargo los retrocesos que vemos ante “decisiones tomadas” nos dicen que en la puerta del horno se nos queman los  panes y que es mejor probar temperaturas.

Con esto no se niega la opción de equivocarnos que tenemos y tampoco la de nuestro Gobierno; pero en su caso los retrocesos continuos hablan de improvisaciones, de apuros, de “pataletas épicas” que a nada bueno llevan.

Corregir es honesto, pero no se puede manejar sin mirar el espejo retrovisor y mantener vigilancia sobre la carretera adelante. Mejor que corregir es hacer algo bien y para eso se necesita pensar: proyectar consecuencias, construir escenarios, consultar futuribles. Nadie se tira a un clavado en la piscina sin agua a no ser que quiera desnucarse.

Si el café está que quema, esperemos un rato y cuando sea el tiempo disfrutemos de él. No es bebida de gente apresurada, es bueno “conversarlo” para hacerlo durar y con él, extender y hacer grato el momento.

¿Por qué quemarse con el café caliente si se puede esperar?

Es mejor conversarlo y disfrutar.