A MÍ NO ME IMPORTA EL SOL


Hoy es lunes.

He aprendido a convivir con ellas.

Antes me molestaban. Realmente las detestaba.

Sin embargo, hace algún tiempo me acostumbré; el verlas todos los días rondar mi cama hizo que inclusive les tomara afecto…

Las hay de varios tamaños.

Grandes y muy pequeñas. No paran en su caminar. A veces creo que me miran y se ríen. Claro, debo resultarles ridículo… ¡Especialmente al levantarme! Una figura cómica y or añadidura, en ropa de dormir.

Me hacen compañía.

El otro día -un jueves- murió una. Sus amigas la cogieron con gran delicadeza y se la llevaron. ¿A dónde? Seguramente el funeral fue en el jardín, pero nadie se enteró. Hacen sus cosas tan calladamente…

No puedo explicarme a qué hora duermen o descansan.

Apenas fijo la mirada en ellas, se detienen y ahí se están, inmóviles. Aparto la vista y vuelven a su ajetreo. Camino con mucho cuidado…

Los domingos -solitarios domingos de invierno- me entretengo de veras con ellas. Organizo juegos y desfiles. Nos divertimos en grande. Bueno, por lo menos yo me distraigo.

Ellas colaboran, muy serias.

Hoy es jueves y llueve un poquito.

No sé qué sucede, pero hace días que casi no las veo.

Creo que se van. Se mudan.

No soportaré su ausencia. Voy a quedarme totalmente solo.

Sábado.

Me quedé solo. Mañana no habrá desfiles ni juegos.

Ayer no me fijé y sentí, en el silencio de la tarde, un pequeño chasquido. Casi imperceptible. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Era la última.

Había pisado a la última hormiga que quedaba en casa.

 Lima, 9.4.1967.