Puede ser posible que un departamento de este condominio tengan un caballo, lo alojen en alguna cuadra fuera del recinto y que el dueño sea aficionado a la crianza y a las carreras de estos animales (a propósito nunca entendí porque el más popular “datero”, antiguamente, un periodiquito especializado, se llamaba “Estudie su polla”, cosa que para los hombres españoles significaría “mirársela con detenimiento”, además de que las pollas (aves) no tienen nada que ver con los caballos, salvo que se trate de las crías de los “guardacaballos”, unos pájaros de color negro que rondan los lugares por donde los equinos andan).
He preferido poner punto aparte porque la digresión ha sido larga y lo más probable es que el lector se haya perdido; decía que es posible que aquí en el condominio alguien o más de uno, sea aficionado al turf y tenga ejemplares propios que compiten, pero resulta que en el segundo piso, justo encima del departamento donde vivo y sobre mi habitación, se aloja un caballo.
Lo digo porque el ruido que provoca con sus carreras (que deben ser cortas, porque si la habitación es como la mía, no es muy grande que digamos) o cuando va a paso lento: “¡clop-clop-clop-clop!” es un poco insoportable, pero de pronto, como el espacio es reducido lo que tienen arriba es un “pony”, pequeño caballito que podría acomodarse mejor; lo que pasa es que no he oído relincho alguno y –o se trata de educación- o el animal es mudo.
Ahora que pensándolo bien y reflexionando un poco podría tratarse de un niño que corre, juega, salta –y sí- trota; la pista puede darla algo que suena a veces al rebote de una pelota más bien dura (una bola de goma, diría) y su rodar por el piso de la habitación que queda inmediatamente encima de mi cuarto.
Tal vez el enigma no sea tal, no exista caballo alguno y la bulla provenga de un humano pequeño que, como está haciendo frío, no tiene permitido salir al parque, se aburre y se entretiene a costa del vecino, que soy yo.
Imagen: http://www.dibujoswiki.com
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