…BUM – BUM – BUM – BUM…


BUM

Es el sonido de un bajo eléctrico, amplificado, me da la impresión que a la enésima potencia porque remece el departamento, atraviesa la puerta, rebota en las paredes y produce una vibración sistemática –“rítmica”, dirían algunos- que se generaliza por todo el cuerpo y lo somete a una tortura que supongo será una de las que usan para “quebrar” a un prisionero y que confiese cualquier cosa, aunque sea que en realidad es primo de su madre e inventor de la bicicleta.

 

Emite el tal sonido un altavoz (o dos) del equipo de música que ubico por inevitable orientación sónica (y vibración insoportablemente física) al abrir, alarmado, la puerta que da al hall del piso y comprobar que tras la puerta cerrada del departamento opuesto, “algo” (porque me niego a darle la categoría de “alguien”) debe estar teniendo un orgasmo bajístico.

 

Primero, como ya dije, fue alarma, luego de un “tranquilízate Manolo” musitado por mí mismo y repetido como mantra a ver si me auto convencía de no tocar el timbre o patear la puesta de enfrente (“cosa que no puedo hacer porque me caigo” pensé); resistí la tentación de llamar por el intercomunicador a la vigilancia y comunicar (eso es lo que uno hace por el aparatito) que tenía el cuerpo involuntariamente rítmico, tembloroso y aguiñapado por el “bum bum bum” vecino, con los nervios hechos pomada negra para lustrar zapatos, pero me dije que dirían: “ahí está otra vez el viejito, (omito el “maldito” que rima con viejito) quejándose por algo” y regresé a sufrir el “bumbardeo” forzándome a pensar que peor lo deben pasar quienes son bombardeados de veras.

 

Y aquí estoy, con un café cargado por tomar, sufriendo en silencio, conociendo de primera mano – por experiencia propia – lo que es el acoso sicológico y escribiendo esto, esperando que acabe el raid sonoro y extrañando la música que esos imbéciles – gracias a Alan García por recordarme la palabra- no me dejan oír.

 

Imagen: musicaprofana.wordpress.com

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SI NO SOPORTO EL RAP… ¡IMAGÍNENSE EL REGUETÓN!


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Anteriormente publiqué un “No me gusta el rap” donde dejaba que Joaquín Sabina hablara por mí, coincidentes en opinión.

 

Hoy, a media mañana, en esta “etapa” del condominio, otra vez frente a mi ventana, hay una actividad a la que se invita a todos los residentes; se trata de una celebración navideña múltiple que incluye una feria que ofrece productos hechos por los “emprendedores” que son vecinos, comida, concurso de dibujo para niños, show montado por los mismos niños, premiación a la mejor “decoración de edificios”, juegos infantiles inflables (toboganes y “salta-salta) y “música” para ambientar, a todo volumen, para lo cual han elegido el reguetón.

 

Insisto en que no tengo nada contra la música, las navidades, la familia y el compartir; insisto en que respeto la opinión y los gustos de los demás aunque difieran de los míos, pero esto es una agresión auditiva que de pronto es natural y se manifiesta porque es fiesta… ¡o se acerca y hay que “celebrar”; me dirán que por qué no soy un habitante de solitaria montaña o silencioso desierto, que si vivo en un condominio debo admitir la pluralidad y lo que para mí son incomodidades aunque para otros no…: ¡lo acepto!, pero (siempre hay un “pero”) francamente si el rap me resulta insoportable, el reguetón con su “bum-bum-bum” rítmico y primitivo, con sus letras que por lo general son rimas ridículas y su monotonía, definitivamente no me gusta…; de todos modos, una miradita a Wikipedia dice que:

El reguetón​ o reggaetón es un género musical bailable se deriva del reggae y el dancehall, así como elementos principalmente del hip hop y la música hispana. ​ Se desarrolló por primera vez en Panamá en los años 1970 y llega a Puerto Rico en 1990; nace y surge a raíz de la popularidad del reggae en español, cuyos ritmos llegaron de Panamá, junto con el hip hop estadounidense durante los 1990.

El reguetón se originó a partir de su predecesor el reggae en español. Después de este acontecimiento, el reguetón se apartó poco a poco del reggae originario de Jamaica, usando los mismos instrumentos y los mismos ritmos musicales pero con diferentes letras y melodías. Esto se debió a que en Puerto Rico se usaban beats de reggae sobre bases de rap pero con letras y composiciones diferentes.

 

Bueno pues, no me parece música el reguetón: ritmo, sonsonete y ausencia de verdadera armonía, sí; es mi opinión y no espero una mayoritaria aprobación a ella,

Pero (otra vez el “pero”) por más que he cerrado mi ventana, el reguetón atruena y sacude el departamento (supongo que toda esta “etapa” del condominio.

 

Tal vez, mi único consuelo sea escribir esto, contándoles a ustedes una historia más del condominio.

¡FELIZ NAVIDAD!

 

Imagen: http://www.flickr.com

 

 

 

 

ALARIDOS


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ilustración: blog ansiedad brutal

Los niños de los vecinos gritan, los vecinos gritan a los niños, los cobradores de combi gritan, algunos comerciales de radio gritan, algunos de televisión también, mucha gente habla a gritos. Nos estamos convirtiendo en una sociedad de sordos. O de maleducados.

Porque a la cacofonía urbana de bocinas, sirenas, ruidos varios y golpes de rompedores de pistas hay que sumar los gritos. La contaminación auditiva es altísima y especialmente cuando alguien de una casa cercana decide dar una fiesta que se supone privada, pero cuyo sonido invade el vecindario, impide dormir y estimula a perros y alarmas de autos.

Nada puede hacerse? No lo sé.

Mientras muchos (muchísimos) se ensimismen en sus audífonos y circulen como zombies; se hable por celular yendo a pie o manejando como si fuera tan urgente y  la última conversación de la vida y los oídos se acostumbren a cercanías sonoras continuadas,  seguiremos escuchando el griterío. Porque hay que gritar para que un sordo escuche y como la mayoría tiene los oídos ocupados por sonidos o dañados por lo mismo, los decibeles hacen saltar las agujas de la tolerancia. Y los que solemos escuchar más o menos bien, sufrimos de la agresión sonora, que poco a poco cobra víctimas.

Y entonces uno se enoja, responde de mal modo o manifiesta su fastidio negándose a cualquier cosa.

Cómo dice? No le oigo!