Esta es la frase que viene a mi memoria. Una frase, no por conocida y usada, es menos adecuada para encabezar este post.
Una llamada por teléfono de mi prima Rosa hizo que volviera al teclado para reformar este escrito. Estaba contando como a ella le robaron sus anteojos de sol y me habló muy mortificada, diciendo que un virus había hecho presa de su computadora, al abrir parece, unas imágenes que alguien conocido le enviaba y temía habérmelo pasado a mi máquina, en el correo que me hizo contando lo de sus anteojos.
No había sucedido eso y por si acaso, pasé el antivirus (tarea lenta pero necesaria) para asegurarme y por lo menos parece que mi computadora está limpia.
A Rosa le robaron sus anteojos en un mercado Vivanda en Miraflores. Fue para comprar algo de fruta, creyó haberlos guardado y se le cayeron seguramente. Cuando se dio cuenta, acudió a Servicios al Cliente, presentó su caso y de inmediato perifonearon en la tienda. Lógicamente, quien encontró los anteojos, en vez de devolverlos, se los quedó: Es decir, los robó, porque hallar algo, no devolverlo y apropiárselo, se llama robo en buen castellano.
Ya le había pasado antes en un micro donde un individuo no la dejaba pasar por la puerta mientras aprovechaba para extraer los anteojos de su bolso, los con medida y los de sol: ¡Dos pares! Se los robó y ella se dio cuenta después, reconstruyendo sus movimientos últimos. Es decir que los anteojos que se le cayeron en Vivanda y de los que alguien se apropió, eran los que tenía de reposición.
El resultado: Rosa está sin anteojos, lo cual es un perjuicio para su vista y para su bolsillo, porque tendrá que conseguir unos nuevos. Además, hay dos delincuentes, uno que le robó directamente en el micro y otro que no devolvió lo que encontró, que están tan campantes después de sus fechorías.
Es cierto que Japón está muy lejos, pero hace algún tiempo leía que lo que más perdían los japoneses en el metro (transporte público) eran paraguas, que estaban depositados en la sección “Cosas perdidas” junto con miles de otras cosas olvidadas en los vagones esperando que los dueños reclamaran. Es decir que a nadie se le ocurre llevarse nada ajeno así esté tirado, sino que lo entrega a la administración del metro, para que vean de devolverlo si es reclamado. A veces uno dice que por qué no los imitamos, si tenemos el mismo número de neuronas. No lo hacemos porque la EDUCACIÓN deja mucho que desear aquí: Los valores están perdidos y nadie los devuelve. Es algo que facilitaría la convivencia. Si los peruanos fuésemos educados en valores, otro gallo nos cantaría.
El título de este post describe como una cosa sobre otra, le ocurrieron nefastamente a mi Prima Rosa, que de pronto no podrá leerlo porque su computadora fue víctima de un virus, que algún insano creó para hacer daño.
La moraleja es muy triste porque nos dice que NO hay que confiar y hay que estar preparados para que lo peor pase, extremando medidas de seguridad: Con razón Lima está cortada por rejas, se anda a la defensiva y el comercio de armas de fuego para los civiles florece, según un informe último. Y mientras tanto, las autoridades bien gracias o inermes ante la delincuencia: ¿No acaba de salvarse un sereno al que unos maleantes lo acribillaron en su carro oficial? “¡Cosas veredes, Sancho!”
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