EL VALOR DEL RATING


Ha muerto asesinada una muchacha.

Se presentó a un concurso de TV, para ganar dinero dijo cosas que a veces no se dicen y luego la mataron. Hasta aquí los hechos.

Ahora se culpa al conductor del programa, se culpa a la ambición y se dividen los bandos. Lo concreto es que asesinaron a una persona que de pronto se volvió una persona pública gracias a la TV.

No creo que haya que entrar en detalles como los que desde hace días se “revelan” y airean por ciertos medios de comunicación. Estoy seguro que vendrá más de esto y se seguirá escarbando para satisfacer una estúpida y peligrosa morbosidad.

Pienso que el gran culpable de esto como mucho de lo malo que sucede, es el propio público y yendo más allá, el sistema en el que vivimos y actuamos que ha ido degenerando hasta llegar a situaciones que no solo escapan de control, sino que realmente avergüenzan.

No me parece que en aras de “la verdad” alguien desnude voluntariamente lo que puede ser malo, pero es íntimo. En aras de una verdad que significa dinero que como cebo esconde el ponzoñoso anzuelo del que la víctima no podrá desprenderse hasta, en este triste caso, morir.

¿Qué nos está pasando como sociedad? Sé que mi opinión no tiene mayor significación, pero siento que me acompaña mucha gente que está harta de  que estas cosas sucedan. ¿Qué estamos haciendo para evitarlo? No es la primera o será la única voz, ni la última vez que toque el tema por desgracia.

Los valores hoy se reducen a un “cuánto vale” monetario y no parece existir nada más. “El dinero compra conciencias”, “todo se vende”, “¿cuánto hay?”….: frases que nos dicen lo profundamente equivocados que estamos.

Esta vez ha muerto asesinada una muchacha y cada día permitimos que sucedan cosas iguales o peores si cabe. Se sigue cuesta abajo, cayendo a velocidad creciente hacia el abismo. Necesitamos que algo nos detenga un instante y pensemos: no se puede seguir así, culpando a otros o al destino, porque bien sabemos que somos sus propios constructores.

Anuncio publicitario