SECANDO Y RECORDANDO


Algo tengo que hacer además de escribir y, entre otras pequeñas cosas personales y domésticas, lavo la vajilla después del desayuno, almuerzo y lonche-comida, seco y la ordeno; eso me ayuda a sentir que colaboro con los ajetreos caseros, aquí, donde por lo general no hay más de cuatro personas…

Para secar la vajilla a veces cojo “el secador de National”, que es uno que tiene muchos años de servicios secadores en la cocina y que me obsequiaron en Matsushita Electric del Perú, empresa de origen japonés, propietaria de la marca de artefactos electrodomésticos “National” –además de otras de los rubros electricidad, electrónica, audio y video-, para la cual durante muchos años hice trabajos de creatividad publicitaria y muy buenos amigos.

El secador de esta historia es parte de un juego (uno por cada día de la semana con una receta de cocina) que promocionaba la marca y se obsequiaba a los compradores de esta. A mí me los dio Carlos Montesino, que era gerente de la agencia publicitaria “in house” (de propiedad de la misma empresa), “INAPU” (Instituto National de Publicidad), división para la cual yo hacía mis trabajos de creatividad publicitaria.

Carlos, mi amigo hasta hoy, es una de las personas con las que más a gusto trabajé y de quien aprendí día a día, bajo la modalidad de “freelance”, que supone prestar servicios y facturarlos una vez aprobados, sin ser dependiente de la compañía y que era la forma en que yo trabajaba. Lo hice por mucho tiempo e incluso siendo director creativo en JWT, Lee Pavao, mi también amigo y gerente, me permitió que continuara “por la libre” con esta actividad; eso sí, siempre que lo hiciera en el tiempo que tuviera libre y no hubiera conflicto de intereses.

Pero volviendo a “National”, es mucho lo que tengo que contar sobre esta etapa importante de mi vida profesional y, como suele acontecerme, no tengo un orden cronológico para ello, porque los recuerdos no es que respondan siempre a fechas, sino a épocas más o menos claras o difusas en la memoria y en siguientes pequeños artículos iré compartiendo las anécdotas que forman parte del tejido de mi carrera en la publicidad por más de medio siglo…

National” me dio muchas satisfacciones y alegrías, me permitió conocer de muy cerca a gente maravillosa, sentirme útil y a veces inteligente (cosa que abonaba en mi ego de creativo) y no sería justo que todo esto se redujera a un simple secador, que, aunque no me crean, es importante para mí porque está lleno de recuerdos…

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EL PRIMUS


Entre mis recuerdos de niño, rescato ese aparato que estaba sobre una mesa en la despensa de la casa de la calle Ayacucho, en Barranco, al lado del comedor… Se trata de un hornillo portátil, en el que se hervían los postres que lo necesitaban se calentaba el agua y si era menester, por alguna emergencia, se preparaba la parte de la comida que requiriera “cocinarse”.

El nombre genérico era “Primus”, lo que en realidad era la marca (sueca) y que es una palabra latina que significa “Primero”. Buscando en Internet para dar con alguna imagen que ilustre este post, encuentro que, por ejemplo, es el nombre de una banda de música “metal”, de una financiera, la marca de equipos europeos para camping, entre muchísimas otras posibilidades.

Nuestro “Primus” era una presencia familiar, hogareña y su uso era diario. Era, como ya he dicho, un hornillo portátil hecho de bronce y que tenía como base una “bombona” o recipiente donde se ponía el líquido que alimentaría el quemador; este líquido era “ron de quemar”, tintado de color azul claro, para que no se confundiera con el ron de beber (alcohol de caña) o con la simple agua…

Un émbolo en el recipiente lleno de líquido permitía que este y el aire subieran por el conducto respectivo hasta el quemador, donde, con un sonido característico, se encendía y lo ponía al rojo vivo, manteniendo una llama circular. El proceso implicaba bombear y aplicar un fósforo encendido al quemador; después, a veces, había que volver a bombear y repetir el encendido con un fósforo. Creo que todo dependía del bombeo inicial y de la cantidad de “ron de quemar” que contuviera la bombona y que, si era poco ya, habría de rellenarse…

El sonido del “Primus” encendido es algo que no puedo olvidar y me parece que es una combinación de aquel que producía el aire aire a presión y el fuego; era lo que me servía para estar atento, siempre que me mandaban a “vigilar” si el aparato estaba encendido, para que no peligrara lo que se calentaba, fuera postre o agua, porque si se trataba de comida, la vigilancia era confiada a una “experta”, como mi madre o a una de las dos empleadas -que eran hermanas- Alejandrina o María.

Las “horas de funcionamiento” del “Primus”, eran, o muy temprano (si es que no se había guardado agua caliente para el desayuno en el “termo grande”), o hacia las 4 de la tarde, para el agua caliente que se usaría en el “lonche” o algún postre como “arroz con leche”, para la comida de la noche… Muy raras veces se encendía para el almuerzo o la comida y como supondrán, el “termo grande” surtía de agua caliente a la mesa familiar, mientras el “termo chico” era llevado por mi mamá, por la noche, al segundo piso, para tenerlo en el baño, cerca de los dormitorios, “por si acaso”.

Es curioso cómo hay cosas, sonidos, nombres y usos que quedan grabados en la memoria, como parte de ese equipaje que nos permite regresar a los momentos felices de la infancia, sin que tengan que ser, necesariamente, hechos trascendentales…

Imagen: http://www.todocoleccion.net

CASTILLOS DE ARENA


¿Quién que, viviendo en la costa, cerca del mar, y teniendo playas con arena a disposición, en el verano, cuando chico, no se ha entretenido haciendo castillos de arena en la orilla, llenando de arena húmeda el baldecito de metal o de plástico (depende de la edad que se tenga al leer esto), primero con la palita y después con las manos, para apelmazar más el contenido y volcarlo, sacudiendo con golpecitos cuidadosos, para que la “torre” resultante fuera digna del castillo que vivía en nuestra imaginación y poder luego moldear con las manos el muro que iría dando forma a nuestra creación, con tres torres más, y una puerta de entrada, que quizás tuviera un puente levadizo hecho de palitos de helado…

Más o menos elaborado, nuestro sueño constructor veraniego, sería finalmente lo que nuestra paciencia y habilidad lograra, para terminar tarde o temprano siendo una ruina barrida por el mar, unos mogotes informes que se van disolviendo poco a poco dejando solo el recuerdo del sueño, un balde y una pala abandonados, en esa arena donde el ir y venir del mar es inmemorial…

Imagen: http://www.calcar.comeze.com

THOSE WERE THE DAYS MY FRIEND


Encontré en el archivo de imágenes de mi PC esta caricatura, que mi buen amigo y magnífico artista del lápiz y el pincel, Manuel Jiménez, me hizo hace muchos años, cuando ambos enseñábamos en el Instituto Peruano de Publicidad, IPP.

Era la época en que para alguien como Manuel que se admitía como totalmente un lego en lo que para él eran los arcanos de la cibernética (entendida esta como la computación, las PCs y los juguetes periféricos de una PC o una laptop) y prefería escribir a mano, con esa misma mano maravillosa con la que dibujaba y pintaba.

Hablo en pasado porque ha transcurrido mucho tiempo, pero Manuel,  -que renegó un poco de la publicidad, ambiente en el que nos hicimos amigos- continúa siendo ese artista genial del que yo escuchaba hablar siempre cuando empecé en publicidad, porque había decidido irse a Europa (creo que a París) para pintar y solamente hacer eso. En McCann Ericson era una presencia extrañada, que a veces hacía exclamar “Manuel Jiménez no lo hubiera hecho así…”.

Finalmente, nos conocimos en el IPP como dije, e hicimos una amistad rica en conversación y alimentada por mi admiración secreta hacia un artista, que además era una especie de enciclopedia sobre el tema; generalmente, de lunes a viernes, almorzábamos con Julio y con Alfredo en “La Calesa”, extendiendo nuestras conversaciones sobre los temas más variados, mojándolas con los whiskies que Sammy nos hacía llegar desde la barra, con Daniel o “Manolito”, los mozos que esperaban pacientes a que nos fuéramos…

Un día, en la “sala de profesores”, Manuel me hizo la caricatura, en alusión a mi pasión por la “cibernética”, mejor dicho por las computadoras, sus “juguetes” adicionales y las posibilidades infinitas de algo, que si hubiera existido cuando yo era chico, me habría convertido en un “compuinternetómano” al que no podían desprender de la PC.

Ahora, años después, miro esta caricatura, pienso que el tiempo no pasa en vano y como ya lo dije en otro post de este mismo blog, nos quedamos atrás en un montón de asuntos. Todo avanza rápido, la tecnología lo hace velozmente y nosotros caminamos lento, dándonos cuenta de que ignoramos o no entendemos muchas cosas y que nuestros nietos “están en otra”.

Gracias Manuel por esta caricatura que me recuerda que “Those were the days, my friend”, que no me arrepiento de nada, pero los extraño.

Imagen: Caricatura por Manuel Jiménez Sologuren.

PREGUNTAR, PREGUNTAR HASTA OBTENER RESPUESTA Y CUANDO SE CREE SABER, PREGUNTAR NUEVAMENTE


Los niños aprenden preguntando y buscan respuestas para todo; los “por qué” de un chico, a veces fastidiosos, son su manera de expresar e intentar saciar esa curiosidad de quien va descubriendo poco a poco un mundo que es desconocido y llama su atención.

El niño crece y muchas veces se avergüenza de preguntar, porque reciba como respuesta algo así como “No lo vas a entender, eres muy chico todavía”, o lo que es peor, se queda esperando ante un silencio indiferente, confundido o culpable; el niño es mucho más perceptivo de lo que parece y a su afán preguntón, observa –sin que nadie lo note- todo y a su modo, relaciona, sorprendiendo y provocando un admirado “¿Cómo sabe eso…?”, y es que los adultos no se acuerdan que ayer, cuando eran pequeños, su cerebro trabajaba a mil por hora, porque estaba vacío de saberes y experiencias, lo mismo que el del niño de hoy.

 

Los adultos olvidamos y hacemos válido el icho aquél de “No se acuerda la vaca de cuando fue ternera”. Los adultos tenemos vergüenza o miedo de preguntar y nos llenamos de interrogantes que buscan respuesta y llegamos a creer lo que nos dicen y darlo por válido y lo que es peor, lo asumimos y repetimos sin darnos siquiera el trabajo de comprobar la veracidad de lo leído o escuchado; de allí el éxito de un “sabelotodo” como Internet, que puede estar absoluta y tendenciosamente errado a veces y que se toma por oráculo.

 

El niño aprende preguntando y si encuentra solamente silencio, buscará hasta encontrar respuestas en su entorno cercano y es ahí donde el saber, quizá deformado, de sus amiguitos que son un poco maliciosos, se transmite y se aloja en la mente. Al pequeño, le sucede lo que al adulto: cree a pie juntillas porque lo escuchó de alguien “que sabe”…

 

Crecemos, vamos perdiendo la curiosidad y dando por sentadas cosas que no son;  nos da pereza buscar respuestas diferentes, no comparamos y nos quedamos con lo primero que leemos o escuchamos…

 

Digo que así ¿cómo vamos a enfrentarnos a un futuro que está hecho solamente de preguntas?

 

Manolo.

 

EL CONDOMINIO EN LOS TIEMPOS DEL VIRUS


EL CONDOMINIO EN TIEMPOS DEL VIRUS.jpg

Lo que escucho insistentemente, a  cada rato del día es el traqueteo metálico que producen los carritos de compra, como los del supermercado, que el condominio tiene a disposición de los inquilinos en cada etapa (los escucho en mi edificio y fuera de él, en la 4ª).

 

Estos carritos se usan cuando alguien viene con muchas bolsas o paquetes grandes, para dar facilidades de transporte entre la puerta de entrada y los edificios de la etapa…

 

Es desde hace poco que este ruido, antes muy esporádico, se ha hecho insistente y coincide con el pánico que el coronavirus ha desatado, produciendo caos, desabastecimiento, toma de medidas oficiales e intentos de las autoridades por convocar a la calma…

 

Pienso, desde aquí, que es el sonido del miedo, el de la desesperación. El sonido que dice “Yo traigo lo que he conseguido para sobrevivir…”.

 

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Es de día y hay un silencio extraño a pesar de tener frente a mi ventana, la zona de juegos infantiles de la etapa 4; miro afuera y veo que los subibajas, el tobogán y las escaleras aéreas, pintadas de colores brillantes están sin niños y hay una cinta plástica amarilla con palabras impresas en negro que rodea la zona; no llego a ver qué es lo que está impreso, pero imagino un “NO PASAR” o tal vez un inglés “NO TRESPASSING”…

 

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En el condominio hay gatos sueltos que salen por las noches y maúllan bajito mientras caminan amparados por la tranquilidad de la hora y la falta de personas que molesten su deambular explorador. Pero ahora es media tarde y un gato maúlla desesperadamente, como si tuviera miedo, le doliera mucho o aterrorizado, viera algo extraño.

 

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El “happy birthday” es cantado finalmente y lo que era rumor de voces que venía de algún edificio, amplificado un poco por el silencio, identifica que la vida sigue y hay quienes se reúnen para celebrar, a pesar de temores y recomendaciones.

 

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Todo sigue lentamente y ahora, afuera, detrás de la ventana está lloviznando.