ZAVALITA, HOY SE JODIÓ EL PERÚ


 

 

 

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LOS DELINCUENTES


RATAS

Tienen sus apellidos, nombres y alias; usan terno y corbata, visten camisas blancas o de colores vivos, a rayas o a cuadritos; sonríen para la foto del instante, tienen familia y caminan mezclándose en con gente; son hombres y mujeres, algunos tienen deudas con la justicia y hay otros que dicen ser profesionales sin tener profesión.

 

Falsean documentos, graban en reuniones a escondidas, chantajean a los chantajeadores, se adjudican con fraude los terrenos de otros, cobran cupos, amenazan y matan; desde las cárceles organizan y dirigen sus bandas,  roban casas, asaltan transeúntes, cobran intereses usurarios y si no pagas, mueres; amañan los contratos y tienen como negocio defender prostitutas.

 

Están por todas partes con su disfraz de ciudadanos honrados, listos para saltar sobre la presa que acaba de salir del banco, mandándole la moto y ajustando el botón del ascensor para llegar a las nueve a su oficina; despistan haciéndose los locos y mirando a otro sitio cuando las papas queman y es a otros a los que echan la culpa.

 

Viven en lupanares, residencias lujosas, pisitos de alquiler o casas con jardín; se hacen los que trabajan, engañan a la gente y siguen saludando, sonriéndole a todos.

 

Han hecho de la necesidad del otro su fuente de riqueza, asaltan microbuses, sustraen en las tiendas, engañan en el peso, modifican balanzas y balances para obtener ganancias; son corruptos pero dicen luchar – “caiga quien caiga”- contra la corrupción; se santiguan frente a las iglesias y no pagan la pensión de alimentos.

 

Delincuentes nos invaden en calles en las plazas, en edificios, avenidas y parques; están por todas partes y si es que volasen taparían el sol: siempre estaría oscuro… Es que en la oscuridad medran, cometen sus chanchullos y luego, tan campantes van a tomar cerveza y se frotan las manos.

 

Los hay de toda laya: creen que están primero, llegan tarde a las coas pero compran un sitio, son altos y son bajos, gordos o de buen ver; pero son delincuentes y eso no se les borra ni usando lejía;  ¿qué hacer?: no lo sé bien pero sí que hay hartazgo y que se dice fuerte “¿por qué no se van todos?, es que “con menos bulto siempre hay más claridad”.

PEQUEÑO DESCANSO


 

Hasta el próximo jueves.

Una semana de descanso para que leer no sea aburrido.

¡Hasta entonces!descanso

NO FUE DESASTROSO AQUÍ.


 

Ayer el país entero esperaba la llegada del tsunami, provocado por el sismo que remeció Japón con las trágicas consecuencias que conocemos y que en una verdadera maratón noticiosa escuchamos y vimos por todos los medios.

El tsunami llegó, pero sin la virulencia que se temía. Llegó de noche, ola tras ola y se fue en silencio. Llegó y la zona costera del Perú estaba esperándolo desde temprano. Las autoridades correspondientes y aquellas responsables hicieron un trabajo que pareció ser rápido y eficiente. La población respondió muy bien en algunos casos (con alguna exageración desinformada), pero como de costumbre hubo gente a la que no le importó, tomando la cosa como un espectáculo más que era preciso no perderse.

En mi anterior post ya hablé de ellos. Pero lo que quisiera recalcar es la actitud de las autoridades (que también parecen tener excepciones, en Chimbote, por ejemplo).

He visto varios desastres en nuestro país y en ninguno la autoridad hizo todo tan bien y rápidamente. Es cierto que el fenómeno dio tiempo para poner las cosas en orden y efectuar lo necesario, pero es de resaltar una actitud positiva y responsable en general. Hasta las palabras tranquilizadoras del presidente, conteniendo una lógica entendible por todos infundieron la confianza que se necesitaba en un momento de desconcierto y temor.

¿Estamos cambiando? Así lo esperamos.

De pronto, a costa de desastres hacemos lo que debemos hacer. Las responsabilidades son asumidas y gracias a Dios, las cosas salen bien. Hemos hecho, con la amenaza de tsunami, lo que era bueno hacer. Deben haber habido pequeños actos individuales de pillaje e individuos (muchos) que no creyeron, no respetaron las instrucciones de emergencia o se las saltaron a la torera, con riesgo de sus vidas. Eso no invalida esta especie de cambio. Aterrado cambio, si queremos, pero que deja enseñanzas.

“Más vale prevenir que lamentar”, dice el dicho. Felizmente el fenómeno no fue tan desastroso aquí, pero estábamos preparados y sabíamos como actuar.

A VECES NOS GUSTA SER IMBÉCILES.


Mirando la televisión veo que hay mucha gente que considera un “tsunami” que pone en peligro sus vidas, un espectáculo. Veo los malecones abarrotados, llenos de familias con niños incluidos, esperando. ¿Esperando qué?

¿Que una ola gigantesca haga estragos tales que la peor película de desastres se haga realidad?

Nuestro sentido de la desgracia y el peligro parece estar embotado.

Los reporteros de TV no podían creer lo que veían y escuchaban: gente que parecía asistir a una feria y opinaba que estaba ahí, cerca del mar, “para ver”

Y mientras tanto Japón buscaba a sus muertos y trataba de reponerse anímicamente, aunque fuera, de un terremoto y tsunami que trajeron muerte y destrucción.

Incluso, en algún lugar de la costa peruana, la policía tuvo que retirar a un grupo de borrachos de la playa, en salvaguarda de sus estúpidamente inconscientes vidas.

Sí, ya sé que muchos ciudadanos siguieron las indicaciones, pero los “pepe el vivo” de siempre dieron el tono negándose a acatar lo que se había organizado con tanto esfuerzo. Yo veía a individuos que ninguneaban el fenómeno mortal diciendo que “eran unas olitas, cuñao” y no podía creer que la estupidez humana llegase a tales extremos. A extremos que incluyen perder la vida.

Fenómenos naturales como este, no suelen avisar. Hoy hemos tenido tiempo para prever y salvarnos. No será así siempre.

No pueden opinar, pero pregúntenles si no les hubiera gustado ser avisados a los mil quinientos muertos (hasta ahora) del Japón. Estando preparados como parecen estar por vivir en una zona que tiembla regularmente y de la que las noticias dicen que soporta unos 500 sismos al año.

Todos, todos los especialistas dicen que el Perú no está preparado para resistir algo como lo de Japón. ¿Y como vamos a estarlo si a muchos peruanos el tema no les va ni les viene? Ni siquiera el peligro personal les importa.

“Dios es peruano” se dice y se sigue adelante. Se sigue así hasta que morirse es una realidad y perderlo todo, menos la vida, es considerado una bendición.