
Parece que fuera la temporada de quejas, pero hay que decirlo, aunque solamente para que quede (por milésima vez seguramente) escrito.
A veces cuando llamo por teléfono, una grabación me responde y da opciones del estilo de “si conoce el anexo, márquelo”, “si desea saber su saldo marque el 1”, “si desea contactarse con servicio técnico, marque el 2”, “si desea hacer una consulta, marque el 3”, “si desea presentar un reclamo o queja, marque el 4”, “si desea que lo atienda un representante de servicio, marque el 5”. Marco el número 5, porque quiero que me responda una persona real; después de unos minutos, una voz (grabada) me advierte: “Para su seguridad, esta conversación puede ser grabada”. Pasan unos segundos y alguien, amablemente me dice: “Buenas tardes, soy Óscar Ramírez (nombre inventado por mí), ¿en qué puedo atenderlo? Explico lo que quiero, tratando de ser claro y conciso. Me responde: “Gracias por llamar, pero su tema lo atienden en el anexo 3. ¿Algo más en que pueda servirle?” Me siento un poco tonto, cuelgo, vuelvo a marcar el número telefónico y la voz grabada me contesta dando las opciones. Marco el número 3.
Una voz (grabada) me advierte que “por su seguridad…”; responde una señorita que amablemente pregunta cuál es mi consulta. Le explico detalladamente y ella me dice: “Un momento por favor”. Pasan un par de minutos y me vuelve a hablar: “Gracias por esperar, su consulta tiene que hacerla al anexo 2. ¿Alguna otra consulta?” Tratando de no perder las buenas maneras, le agradezco, digo que no y cuelgo. Marco el número de teléfono una vez más y me contesta la ya conocida (casi entrañable) grabación que me dice lo de “por su seguridad…”. Otra voz femenina me responde: “Servicio técnico; Flor de María Gálvez (nombre inventado), ¿su nombre por favor?” Se lo doy, casi esperanzado y me responde: “Gracias, señor Manuel, ¿cuál es su problema?” Me abstengo de decirle lo que pienso en realidad y le expongo el asunto. “Gracias señor Manuel, le estoy transfiriendo al técnico López (apellido inventado); un momento por favor”. Pasan unos minutos y otra vez me responde la señorita Gálvez: “Señor Manuel, gracias por esperar; el técnico López no contesta; le comunico con el supervisor Gonzales (apellido inventado). Sírvase esperar un poco más; gracias y disculpe”. Transcurren unos minutos medio largos y una voz autoritaria me dice: “¿Aló? ¿Qué le pasa a su televisor?”. Me desconcierto y le digo que no es un televisor, sino una cocina. Me responde: “Le han pasado al anexo equivocado, disculpe.” Sin dejarme tiempo a explicar nada, cuelga.
“Claro, no es una telefonista entrenada y amable, ni un funcionario de reclamos entrenado y amable, sino únicamente un supervisor técnico que no sabe contestar bien al teléfono y no es amable…” Trato de razonar así, a pesar que la caldera de mi hipertensión marca rojo.
No voy a volver a marcar; hoy no hay cocina y comeremos “delivery”. Ojalá que no sea como el de cierta farmacia…
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