¿ERROR, VIRUS O ESTUPIDEZ?


CORREOS ABARRORADO

Me suscrbí a la página  NEWS SANTANDER , como suelo hacer para obtener noticias locales e internacionales; esta vez fui víctima de mi afición noticiosa y me llegaron cerca de 600 (seiscientos) correos de esa dirección, con noticias seguramente (lo que dice de cuánto sucede en el mundo y también de que manera lo irrelevante se convierte en noticia), lo que hizo que cancelara de inmediato mi subscripción, pero sin embargo, como de seguro quedan correos sin leer en mi bandeja (ahora hay 54 y al parecer ninguno de ese sitio), por ahí queda alguno haciendo cola.

 

Esto ha sucedido en un solo día y yo sé que el envío es automático (mail chimp u otros), pero o se les metió un virus (podría ser, pero los contenidos de los correos parecían ser sobre diferentes temas y unos estaban en inglés y otros en español) y lo están esparciendo, o «me pusieron al día» con una avalancha de mails que casi hace colapsar mi máquina y me insumió mucho tiempo borrar, porque llegaban seis o más juntos entre uno o dos correos auténticos de lectores u otras suscripciones, o simplemente es alguien que en NEWS SANTANDER no tiene criterio alguno…; digo yo ¿no revisan que hay cuchumil envíos a la misma dirección y que salen seguidos?

 

Ojo al piojo, como dicen: una cosa es servicio y otra sevicia.

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CANSADO DE ESPERAR


Esqueleto

Parece que fuera la temporada de quejas, pero hay que decirlo, aunque solamente para que quede (por milésima vez seguramente) escrito.

A veces cuando llamo por teléfono, una grabación me responde y da opciones del estilo de “si conoce el anexo, márquelo”, “si desea saber su saldo marque el 1”, “si desea contactarse con servicio técnico, marque el 2”, “si desea hacer una consulta, marque el 3”, “si desea presentar un reclamo o queja, marque el 4”, “si desea que lo atienda un representante de servicio, marque el 5”. Marco el número 5, porque quiero que me responda una persona real; después de unos minutos, una voz (grabada) me advierte: “Para su seguridad, esta conversación puede ser grabada”. Pasan unos segundos y alguien, amablemente me dice: “Buenas tardes, soy Óscar Ramírez (nombre inventado por mí), ¿en qué puedo atenderlo? Explico lo que quiero, tratando de ser claro y conciso. Me responde: “Gracias por llamar, pero su tema lo atienden en el anexo 3. ¿Algo más en que pueda servirle?” Me siento un poco tonto, cuelgo, vuelvo a marcar el número telefónico y la voz grabada me contesta dando las opciones. Marco el número 3.

Una voz (grabada) me advierte que “por su seguridad…”; responde una señorita que amablemente pregunta cuál es mi consulta. Le explico detalladamente y ella me dice: “Un momento por favor”. Pasan un par de minutos y me vuelve a hablar: “Gracias por esperar, su consulta tiene que hacerla al anexo 2. ¿Alguna otra consulta?” Tratando de no perder las buenas maneras, le agradezco, digo que no y cuelgo. Marco el número de teléfono una vez más y me contesta la ya conocida (casi entrañable) grabación que me dice lo de  “por su seguridad…”. Otra voz femenina me responde: “Servicio técnico; Flor de María Gálvez (nombre inventado), ¿su nombre por favor?” Se lo doy, casi esperanzado y me responde: “Gracias, señor Manuel, ¿cuál es su problema?” Me abstengo de decirle lo que pienso en realidad y le expongo el asunto. “Gracias señor Manuel, le estoy transfiriendo al técnico López (apellido inventado); un momento por favor”. Pasan unos minutos y otra vez me responde la señorita Gálvez: “Señor Manuel, gracias por esperar; el técnico López no contesta; le comunico con el supervisor Gonzales (apellido inventado). Sírvase esperar un poco más; gracias y disculpe”. Transcurren unos minutos medio largos y una voz autoritaria me dice: “¿Aló? ¿Qué le pasa a su televisor?”. Me desconcierto y le digo que no es un televisor, sino una cocina. Me responde: “Le han pasado al anexo equivocado, disculpe.” Sin dejarme tiempo a explicar nada, cuelga.

Claro, no es una telefonista entrenada y amable, ni un funcionario de reclamos entrenado y amable, sino únicamente un supervisor técnico que no sabe contestar bien al teléfono y no es amable…” Trato de razonar así, a pesar que la caldera de mi hipertensión marca rojo.

No voy a volver a marcar; hoy no hay cocina y comeremos “delivery”. Ojalá que no sea como el de cierta farmacia…

BODAS DE ALEGRÍA


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Tony y Enrique están celebrando sus Bodas de Alegría en el cielo. En 1931 se casaron, vivieron siempre para los demás, tuvieron 4 hijos, pasaron pellejería y media, recorrieron entero el Perú y tomados de la mano fueron felices cada minuto que pasó.

Ellos son el Ejemplo.

Se fue primero él y ella lo alcanzó luego porque los que son compañeros no deben estar solos. Ahora celebran sus Bodas de Alegría y nosotros, desde aquí, festejamos con ellos.

PEQUEÑO DESCANSO


 

Hasta el próximo jueves.

Una semana de descanso para que leer no sea aburrido.

¡Hasta entonces!descanso

GERMÁN STIGLICH, MÉDICO


Estetoscopio

Era amigo de mi padre y el médico “de la casa”.

Lo recuerdo perfectamente: no muy alto, cara redonda, bigotes, dientes de conejo, anteojos, maletín negro con su instrumental adentro; el maletín de un médico.

Fue muchas veces a la casa de la calle Ayacucho en Barranco, las veces en las que seguramente, alguna enfermedad infantil me retenía en cama o a ver a alguien de mi corta familia. Fue el primer médico que conocí y del que fui paciente consciente, porque otros antes me examinarían como a todo chico, pero el doctor Stiglich se quedó en mi memoria y cuando ahora pienso en médicos después de cuatro infartos al corazón, tres al cerebro, un par de operaciones, compañeros de promoción escolar que son galenos y 66 años de vivir, pienso en él. E el médico que iba hasta la casa, amigo, casi de la familia, atinado, paciente; el que siempre llegaba como en las viejas películas del oeste, llega la caballería, galopando, para salvar la situación y prometer un buen final feliz. Ya más crecido me veo yendo a su consulta, con mi madre, en la que ahora supongo era su casa, creo que en Miraflores; nos atendió y entonces me di cuenta que usaba una muleta y que caminaba con dificultad. Después de revisarme y prescribir, conversó un poco y nos despedimos. A la salida no pregunté la razón de la muleta, ni de la dificultad evidente. Ahora supongo que tuvo algún derrame cerebral y se recuperaba. Lo digo, porque como ya mencioné, a mí ya me pasó tres veces y en el último, aunque no usé muleta, la recuperación requirió varios meses en cama. Esa fue la última vez que lo vi.

Tengo un amigo con el mismo apellido. Somos compañeros de colegio y nunca se me ha ocurrido preguntarle por Germán. Seguro que es su tío, porque el apellido para nada es común. Germán Stiglich, médico, vive en mi memoria y en mi agradecimiento, porque el conocerlo me permitió saber que los médicos, los viejos médicos que iban a tu casa, dejaban muestras médicas de regalo y sabían de todo, esos que creo ya no existen, eran lo más cercano a Dios.

¿VUELVEN A PARAR?


La noticia parece un inactual.

Susana Villarán debe estar harta y nosotros también.

Los “transportistas” otra vez amenazan con parar porque no les parecen las reformas de la Municipalidad de Lima. Es decir, la facción representada por el señor Rau Rau, como no están de acuerdo en ser ordenados, “deciden” no hacer servicio y dejar a sus pasajeros en el aire. Ahora hablan del dinero que invirtieron en buses que ya no servirán porque –dicen- son otra categoría. Según ellos les cambian las reglas sobre la marcha.

Digo yo, ¿por qué esos señores no paran definitivamente, o sea para siempre? Se limpiaría la ciudad, habría algunos problemas de traslado, pero ganaríamos todos los ciudadanos de a pie. Creo que las bravatas irracionales deben tener respuesta y una muy buena sería considerar que esa facción ya no existe y que sus unidades (muchas con fechas de uso vencidas, destartaladas e incómodas) han desaparecido para dar paso a un orden lógico y que no cree en bravatas abusivas pronunciadas “para ver si se gana alguito”.

Al fin y al cabo son los usuarios, posibles pasajeros, quienes deben estar hartos de un “servicio” que sirve únicamente a sus dueños. Dueños que quieren seguir medrando y ganando en este río revuelto que ellos alientan y que es el transporte público. Un ¡basta! dicho con fuerza debería servir para que este tipo de “gremios” deje de hacer de las suyas.

Cada día las noticias nos traen las atrocidades que cometen choferes de “servicio público” al atropellar, matar y herir a transeúntes y manejar con cientos de papeletas que en cualquier parte significarían la cancelación automática de la licencia de conducir y la cárcel. Pero como estamos en el aparente país del “nunca jamás” eso no sucede y el señor Rau Rau dice que las multas son muy altas (se lo escuché hace algún tiempo) y que “deberían bajarlas”. O sea que prefieren pagar multas bajas y seguir cometiendo infracciones, que van desde el choque aleve hasta el asesinato. Y digo asesinato, porque el vehículo es un arma y como tal lo manejan muchos.

¡Que paren para siempre esos “transportistas” y que sus “vehículos” se conviertan en chatarra que dé paso a un sistema decente y digno: para quienes manejan y para los que lo ocupan.