LA RISA, REMEDIO INFALIBLE.


RISA

Este título es propiedad de la revista “Selecciones”, pero lo uso aquí, aún sin permiso de la publicación (de la que guardo un ejemplar de 1943)  que siempre me pareció interesante y enriquecedora.

Realmente, la risa, que es una característica del ser humano, es mucho más que emitir carcajadas o hacer muecas… La risa es esa manifestación de inteligencia, de alegría, de “buen humor”, que aflora inconscientemente y cumple el papel de bálsamo reparador, de vivificante tónico para el espíritu, aunque físicamente también sea beneficiosa, porque se ponen en juego 15 músculos faciales, además de los del pecho y el abdomen. El metabolismo se activa, se liberan hormonas… ¡Se ríe feliz de la vida!

Algo que se debe aprender, aunque no sea fácil, es a reírse de uno mismo. Esto supone no tomarse demasiado en serio (lo que muchas personas hacen, porque se sienten importantes). No se trata, por cierto, de la risa boba de un tonto, sino aquella que indica inteligencia; esa que nos diferencia de los animales.

La risa supone buen humor y este es un estado de ánimo que nos permite enfrentar a la vida y lo que venga, con ventaja. “Mantener el humor”, “reírse de uno mismo”: se dice fácilmente pero tenemos que conseguir que así sea e iremos viendo como nuestra vida mejora.

Dicen que quien ríe, vive más. Un anciano alegre y que ríe, es por regla general más simpático que un viejo cascarrabias. ¿Es la risa el secreto de la longevidad?

 

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PEQUEÑO DESCANSO


 

Hasta el próximo jueves.

Una semana de descanso para que leer no sea aburrido.

¡Hasta entonces!descanso

UNA GRIPE FUERTE


Una gripe fuerte “me agarró”, como se suele decir y al pedir un antigripal en la farmacia, me envió un producto en sobres que traía, cada uno, dos pastillas. En las instrucciones no decía cuantas tomar cada vez (una pastilla suele ser lo recomendado) y decidí tomar una cada seis horas. En esas estoy, pero me quedó la intriga: ¿es el laboratorio responsable tan bueno que me da dos pastillas por el precio de una o es que debo tomar dos cada vez? Ninguna información al respecto, salvo decirme que no debo superar la dosis de “x” mg en 24 horas, de cierto compuesto del producto. Es decir que tengo que hacer una operación matemática para enterarme sobre el límite de uno de los ingredientes… ¡pero no me dice nada de los demás!

Pienso yo: si alguien toma las dos pastillas de golpe y hace una ingesta cada seis horas ¿no será que dobla la dosis? ¿Es eso bueno y la pastilla requiere de dos dosis juntas o es malo? Si una persona no se fija mucho y además la información que recibe no es clara, puede estar poniendo en riesgo su salud: ¡lo opuesto a lo que buscaba!

Toda esta especie de galimatías viene porque el caso puntual vale para muchos otros en los que la información es engañosamente insuficiente o redactada en términos que requieren estudios especializados, un dominio del español o de la “jerga” médica para entender.

El ciudadano común y corriente quiere sanar. A los laboratorios parece que lo único que les interesa es vender.

La famosa frase “venta sin receta médica” ¿qué implica? ¿El producto es inocuo y lo puede tomar cualquiera? ¿Es una invitación a “automedicarse”? Ahora bien, si el producto es inocuo ¿para qué lo tomo?

De pronto es el poquito de fiebre que debo tener el que me hace pensar así, pero creo que debe haber responsabilidad en el paciente que toma un fármaco y quien lo produce y quienes lo venden. Sé que esta es una guerra desigual y que lleva mucho tiempo con batallas ganadas y perdidas. Es desigual porque frente a la maquinaria arrolladora que suponen prestigio empresarial y técnico y el dinero empleado en convencimiento, está el consumidor que cree y necesita hacerlo porque se siente mal. ¿No sería mejor consultar con un médico u obtener información completa de los productos? ¿No sería bueno que estos nos den instrucciones claras y en lenguaje inteligible por todos?

Hay un montón de interrogantes en esta historia y lo malo es que a veces se juega, alegremente, la vida.

ES PEOR EL «REMEDIO» QUE LA ENFEREMEDAD


A mi esposa le recetaron un medicamento y cuando fue a adquirirlo en la farmacia le dijeron que no lo tenían y la dependiente le ofreció uno que según ella “era igual” y “servía para lo mismo”. No era un producto barato y tampoco lo era el que había pedido y no tenían. Hizo la compra y pasado el tiempo de uso, fue donde la misma doctora que después de examinarla se extrañó que no hubiese mejoría. Al decirle mi esposa lo que había sucedido, la profesional afirmó que lo que le habían vendido no era específico para el mal. “Inclusive” me dijo mi esposa, “adivinó a la primera en qué farmacia lo había comprado”. Insistió en el remedio original y le dijo que si no lo encontraba bajo esa marca, pidiera tal. ¿Bingo o la doctora era cadivina?

Digo yo: ¿No es que una farmacia (certificada y de cadena) debería cuidar que es lo que está vendiendo? ¿Es que pueden “recomendar” cualquier remedio sin que pase nada? ¿Es que la empleada del mostrador puede “recetar” y decir que un remedio es igual a otro  porque tiene los mismos componente menos alguno? ¿Es que alguien está pagando comisiones por recomendar determinada marca y hay gente que recomienda y cobra?

No está bien que mi esposa recibiera un medicamento por otro, pero me parece inaceptable que el establecimiento ofrezca-sin pedírselo- un sustituto (“que es igual, incluso cuesta unos soles menos”). Las farmacias son un negocio, es cierto, pero la salud del ser humano está en juego y no me parece que con ella se haga negocio.

Una pastilla no es un talco o un perfume. Los médicos recetan, las boticas venden lo que el médico receta y los consumidores adquieren lo que la farmacia entrega a la vista de la prescripción. Ni el dependiente es médico ni debería traicionar la confianza del cliente.

Vuelvo a decir que mi esposa no debió aceptar el cambio y tuvo en parte la culpa al hacerlo. Además, pecó de confiada.

Y el tema es solo un caso estoy seguro pero es un tema de salud y debe haber millares de casos similares. La cosa no pasó a mayores, porque no era grave la dolencia. ¿Y si el paciente enferma más o se muere? ¿Estamos esperando que suceda algo como lo que pasó con esos seudo centros de rehabilitación en los que por inseguridad, incompetencia e indolencia murieron tantas personas quemadas? No me parece justo que eso suceda.

No me parece justo que den “gato por liebre” y soy del convencimiento que no es lo mismo “Chana que Juana”.

 

¿LECHUGA? ¡PARA EL CANARIO!


 

No me gustan las verduras.

Esa ha sido una constante desde que tengo memoria. Algo que no debe ser muy bueno para mi salud, pero que a pesar de tácticas, presiones, disfraces, enojos y paciencia, es algo que nadie, ni yo mismo, ha conseguido que coma consistentemente. Es claro que algún puré de espinacas he comido y el tomate no me provoca repeluznos, pero una ensalada “Caesar” (o dicho en cristiano César) me atrae tanto como el alcohol a un abstemio.

Lo siento mucho, de veras, porque sé que cantidad de los que lean esto disfrutan de la lechuga y el brócoli. No estoy en su club. Hacen ya casi sesenta y cinco años que no como verduras y han sido infructuosas todas las maniobras emprendidas para que lo haga. Hace unos años, un muy buen amigo mío me invitó a almorzar, pero como no había mucho tiempo, decidió que comeríamos en su oficina una fresca y abundante ensalada César, con “croutons” acompañada de un buen vino. A pesar de que él sabía que las verduras y yo no éramos cofrades, debió haberlo olvidado en  un instante fatídico. Haciendo de tripas corazón, bebí un poco del magnífico vino y juntando fuerzas, cogí con el tenedor unas hojas, me las llevé a la boca y deglutí. Un nuevo trago de vino hizo que el sabor (para mí desagradable sabor) se enmascarara. Así, conversando, me comí todos los “croutons” y muy poco más de lo que ya era un suplicio. Agradecí, terminé el vino que me había servido de aliado y ataqué un postre que no recuerdo bien cual era. Un café caliente cerró la poco grata aventura gastronómica. No es que la ensalada estuviera mal preparada, seguramente era una muy buena ensalada “César”, pero yo no soy, ni era nadie, en capacidad de juzgarla. Esa tarde-noche, la “venganza vegetal” me alcanzó y el estómago se me hizo añicos. ¿Idea? No tanto, porque mis experiencias anteriores con plantas de todo tipo, nunca fueron satisfactorias. Llevar una flor, en el mes de mayo, mes dedicado a la virgen María, cuando era chiquito en el colegio, suponía una verdadera prueba y la llevaba bien envuelta en papel y lo más alejada de mí. Hay una película de cuando yo tendré tres o cuatro años, donde mi hermana Teté me corretea por el parque municipal de Barranco, amenazándome con un ramo de flores y riendo. Mi madre contaba, que de pequeñito, al pasearme en el coche por la avenida Pedro de Osma y pasar bajo los ficus, temblaba. Sí, yo temblaba. Pienso que si hay alguna otra vida,  morí porque me aplastó un árbol o me hizo efecto la cicuta. Hoy, flores en la mesa, como adorno,  arruinan cualquier comida para mí, aunque las verduras no estén presentes ni en la imaginación.

Ya crecido, en mi primera estancia larga en la clínica Americana, advertí a la nutricionista de mi peculiaridad. Tomó nota y un mal día se le ocurrió enviarme algo donde cierta verdura estaba arrebozada de tal modo que (para ella) pasaría desapercibida. Mi gusto la detectó de inmediato y la comida regresó con la gelatina consumida y el plato principal prácticamente intacto, con mis enérgicas protestas.

La vez siguiente en que fui a la misma clínica, la dietista, al visitarme, dijo: ¡Llegó nuestro problema!y no recuerdo que tratara de hacerme pasar “gato por liebre” o siquiera ver alguna verdura flotando en la sopa.

Soy un pésimo ejemplo, pero siempre dije que tenía colmillos, para desgarrar la carne y que si comiera hierba solamente, tendría planos los dientes y muelas como las vacas. Siempre se han reído de mí por esto y muchas veces se han enojado conmigo: mueven la cabeza y me hablan de las virtudes de la verdura. No va conmigo. No me gustan las verduras, especialmente aquellas que son hojas. En general, no suelo comer nada verde, porque me recuerda a lo que para mí no es comida. La palta, si la como y me gusta. La como con un poco de sal, pimienta y aceite de oliva. Todavía recuerdo que a Alicia, cuando recién nos casamos, le regalé un libro ilustrado por Quino, que se llamaba “¡Viva la lata!”, con un capítulo que se llamaba “De la palta, considerada como lata”. ¿Ven? Alguien más piensa que la palta no es verdura, sin  llegar a los extremos claro, de comer palta con azúcar, mermelada de fresas o saborear helados o “milk shakes” de palta…

Bien. De pronto mis cuatro infartos al corazón y tres ataques cerebrales, se han debido a mi no ingestión de verduras, no lo sé, pero a estas alturas, mis papilas gustativas creo que están lo suficientemente entrenadas, como para que detecten el sabor una lechuga que estuvo y fue sacada de un sándwich, porque yo no como verduras.

GLORIOSO PATO.


Mi amigo Edy promociona delicias.

Affumicato Gourmet es una marca que pone al alcance de los paladares más exigentes las delicias que provienen del pato.

Aquí una receta que me llegó hoy.

Receta Affumicato Gourmet

TIMBAL DE QUESO                                            

Servir como aperitivo.
Ingredientes:
– 1 paquete de queso crema Philadelfia
– 1 pomo de musciame de pato AFFUMICATO GOURMET ahumado picado (reservar lonjas para decoración y luego de cortar, volver a dejar el pato en el aceite hasta la hora de armar).
– 50 gr de pecanas picadas en brunoise
– Champiñones picados en brunoise
– Aceitunas verdes picadas en brunoise (opcional)
– Perejil

Preparación:
* Batir el queso crema hasta conseguir una masa homogénea, incorporar el perejil y las pecanas. Servir en molde engrasado (con el aceite del musciame).
* Topar el moldeado con champiñones, (opcional en este momento: aceitunas), y por último con el pato que retire del frasco (incluir algunas de las especias, ajo y aceite que vienen en el musciame)
Servir en una fuente con tostadas variadas y grisinos.

Quien quiera disfrutar de los productos que AFFUMICATO ofrece, lea estos datos:

Musciame ahumado y sin ahumar x 165 gr, en oferta a S/. 17,50 inc. IGV.

Recuerde que nuestros productos los encuentra también en Wong y tiendas gourmet, así como haciendo sus pedidos por DELIVERY al correo: ventas@affumicatogourmet.com,  o llame a los teléfonos 243.2832 o 989013120.

Nos encargamos de dejar el producto en la puerta de su casa.

Buen provecho!!