RADIO VERANO


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Hasta hace cerca de cuarenta años, todos los veranos iba a la playa, pero tal vez la época que más recuerdo es la de mi adolescencia, en la que el verano significaba la playa “La Herradura”, con su malecón, con “Las Gaviotas”, el único edificio playero de departamentos  del que yo supe por mucho tiempo, el antiguo y famoso bar “El Nacional” con su rokola muicaly por supuesto la arena y el maravilloso mar.

 

En la playa, mientras tomábamos el sol, prolegómeno obligado antes de una zambullida, había música, que nunca supe (ni me interesó saber) de dónde venía y que seguramente era transmitida a través de parlantes. Para mí, era tan natural como el sol, el mar y la arena que hacían de “La Herradura”, LA PLAYA, tan distinta a la cercana y populosa “Agua Dulce” o al también cercano y familiar “Establecimiento Municipal  de baños de Barranco”, con su pérgola, orquesta dominical, mesas, funicular  y playa de piedras…

 

La Cajita de Música” era el programa que conducía el disc-jockey Emilio Peláez Rioja y que forma parte integrante, indesligable, de esos veranos memorables, donde las preocupaciones se reducían a lo que habría en casa para almorzar y que hubieran tapado el plato con la comida, para que conservara un poco de calorcito (ni se soñaba entonces con el horno de microondas).

 

Verano, sol, playa y música… ¿Se puede pedir más?

 

Imagen www.toutube.com

 

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EL «GENEROSO» SEÑOR CIPRIANI


EL GENEROSO SEÑOR CIPRIANI

Creo que esta es la primera vez que escribo directamente sobre el señor Juan Luis Cipriani, que es sacerdote católico, obispo, arzobispo y cardenal y lo hago agregándole a sus títulos el de “generoso” porque su insistencia pública (tiene tribuna semanal en una red de emisoras nacional cuyo nombre prefiero omitir) en lo del “enfoque de género”, ahora que no es sino un dignatario (r) de la iglesia es la opinión de un ciudadano más y que opine lo que opine, sus ideas serán suyas y de quienes las comparten, como el congrezooísta Galarreta (que antes pensaba distinto pero cambia de pensamiento al ritmo del cambio de su camiseta partidaria).

 

Extraigo una noticia aparecida ayer sábado:

 

6 Abr 2019 | 14:15 h

«El cardenal Juan Luis Cipriani opinó sobre temas de género, luego de que, esta semana, el Poder Judicial se pronunciara a favor de dos casos en ese contexto. El líder religioso dijo que la sociedad está enfrentando a la instancia judicial con Dios. 

“Hoy en esta semana, un juez, sin más, ha dicho Dios se equivocó. No son varón y mujer, son todo tipo de varones y todo tipo de mujeres. Y le ponen todo tipo de letreros: lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales”, señaló en su programa….«

 

 

Lo que dice es que opciones diferentes tienen puestos “letreros” y supongo que sus títulos también son únicamente “letreros” que nos dicen que detrás está el señor Cipriani de verdad, ese que alguna vez se refirió en forma peyorativa, despectiva, a los derechos humanos.

 

Imagen: http://www.settimananews.it

LA RADIO… ¿ESTÁ MÁS CERCA DE LA GENTE?


LA RADIO ESTÁ MÁS CERCA DE LA GENTE

Una promoción radial que se hizo muy popular, “LA RADIO ESTÁ MÁS CERCA DE LA GENTE”, me parece que a estas alturas está perdiendo vigencia porque siento (y es mi caso particular) que en realidad “LA GENTE ESTÁ MÁS LEJOS DE LA RADIO PORQUE LA RADIO ESTÁ MÁS LEJOS DE LA GENTE”.

 

Hoy me entero que la periodista Josefina Townsend, profesional competente y de larga trayectoria en la televisión y la radio como conductora de serios programas de noticias, con importante opinión orientadora, ha sido despedida del programa noticioso de RPP, la radio que se precia de tener la mayor audiencia a nivel nacional, que conducía y que además, según ella misma lo manifestó a través de su cuenta de Twitter, la empresa le impidió participar en lo que era su último programa al aire en esta emisora y despedirse de su audiencia.

 

Parece ser (por lo menos esto es lo que se comenta y “cuando el río suena es porque piedras trae”) que se decidió su cese porque algunas preguntas que hizo “incomodaron” a “alguien” (o tal vez a varios “álguienes”) con algún poder político o monetario (o tal vez los dos, vaya usted a saber) y para no crearse problemas, no enemistarse con nadie (y menos con poderosos y políticos) dando muestras de “pluralidad” en la radioemisora decidieron hacer lo que siempre sucede: provocar la rotura de la pita por el lado más delgado, solo que esta vez (también como de costumbre) el lado Delgado, que es el apellido de los dueños de la radio, se mantuvo incólume y la pita se rompió por el lado delgadísimo, o sea el de la periodista Josefina Townsend.   

 

He podido leer pronunciamientos y protestas por el hecho y lo que esto significa para los periodistas, que no es lo mismo que las empresas periodísticas que no serían nada sin los primeros; humildemente me sumo con un acto que es puramente simbólico, pero que creo es lo único que personalmente puedo hacer: eliminar a RPP de la televisión, Internet y la radio, como medio para informarme; sé que esta acción es microscópica frente a un vasto universo, pero no puedo estar de acuerdo con lo que ha sucedido.

 

Creo que su eslogan “Una sola voz para todo el Perú” que busca definir a la cadena radial, se convierte en una voz a medias y ya no “para todo el Perú” porque soy peruano y conmigo no cuenten.

 

Imagen: fotosdeluto.com

 

DÍAS DE RADIO


 

RADIO

Tomo prestado el título de una popular película de Woody Allen para este post, aunque solo tengan que ver  el medio radial y mis recuerdos.

Hace ya muchos años, yo también estuve consistentemente en la radio. Seguramente lo he contado alguna vez, pero lo que escribí  ayer me trajo a la memoria una época feliz, divertida y descubridora; esa infancia que se resiste a partir y que más bien parece acercarse conforme pasan los años…

Pues sí, cuando estaba en el colegio, participaba en un programa que mi padre hacía como parte de su contribución a la difusión de la fe católica. Él era presidente nacional de la Acción Católica Peruana y siempre nos dio el ejemplo de vivir conforme a sus creencias, aunque esto pudiera ocasionarle problemas con personas que no pensaban igual y no podían tolerar que Manuel Enrique pensara. El programa iba los viernes, por radio “Luz”, cuyo slogan era: “Luz y alegría en su hogar” y salía al aire gracias a la iglesia católica y a los pocos auspiciadores que supongo tenía (las cuestiones confesionales no parecen llevarse bien con la publicidad, no sé por qué). Radio “Luz” quedaba en la avenida Tacna y con un grupo de compañeros de clase íbamos primero donde “Mario”, para que mi padre nos invitara lonche y repartiera los libretos, con el papel que cada uno representaría. Se daba el trabajo de hacer copias a máquina de los guiones que él mismo redactaba y que eran como “estampas sonoras” que narraban la historia de Jesús, sus discípulos y su tiempo. Por supuesto eran adaptaciones de un libro que todavía conservo, que se llama “Memorias de un repórter de los tiempos de Cristo” del P. Coloma.

Mis amigos y yo nos sentíamos inmensamente importantes de participar en esto que hoy sería visto como una especie de protohistoria, aunque las radionovelas, con “El derecho de nacer” de Félix B. Caignet a la cabeza, habían arribado hacía algún tiempo a la playa del entrenamiento radial.

Nos sentíamos importantes porque “estábamos en la radio” y eso era cosa de grandes. Nuestras voces, evidentemente infantiles, daban vida a personajes que nos doblaban o triplicaban en edad, pero nos sentíamos muy bien, porque el programa recibía cartas y comentarios que mi padre compartía con nosotros y con la audiencia; también los radioyentes participaban en pequeños concursos y ganaban verdaderos premios, que mi padre compraba y que generalmente eran lapiceros o ediciones de la Biblia y de los Evangelios. Cada viernes “Pasa el Sembrador” significaba un suculento lonche, conocer un poco más de una época y unas gentes lejanas y ser protagonistas, por no decir “artistas” de… ¡un programa de radio!

Recuerdo con cariño aquellos tiempos en que mi padre en su máquina de escribir portátil “Hermes Baby” con cubierta metálica gris, los sábados, empezaba a teclear lo que sería el siguiente programa. Mi madre corregía la ortografía a la que él no daba importancia y después, hacia el martes, quedaban listo el guión con sus correspondientes copias, logradas gracias al papel carbón de color azul marca “Pelikan”.

El locutor oficial de la radio, que resultó ser un alumno de mi padre en la Universidad Nacional de Ingeniería (que desde entonces para mí fue “el ingeniero Vera”), daba pase después de la hora (7 pm) y la característica de la radio, a “Pasa el Sembrador”; el programa que significó todo para mí en ese tiempo y me permitió acercarme a la “magia” de los efectos especiales sonoros “en vivo”, a un manual de “BASF” sobre como producirlos y qué se necesitaba para hacerlo y a los que estaban grabados en discos que el operador elegía con anterioridad y ponía cuando era necesario. Aprendí que la palabra “cortina” no era la tela que se corría o descorría, sino que era la música usada en los intermedios. ¡Toda una ciencia y técnica para niños que siempre habíamos estado al otro lado del altavoz radial!

Cuánto extraño los guiones azules (siempre me tocaban las copias porque el original lo tenía mi padre, que era el conductor). Ahora, cuando repaso el libro de donde salían las historias “noveladas” siento que vuelvo a mi uniforme, a los lonches donde Mario, a la avenida Tacna de noche y al colectivo que de regreso nos llevaba a Barranco, donde comiendo, mi madre comentaba, yo contaba orgulloso cómo era eso de “hacer radio” y felices, íbamos a dormir.