LIMEÑO O HABITANTE DE LIMA


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Hace años, allá por el 2005, la revista QUEHACER, dirigida por mi amigo Abelardo –“Balo”- Sánchez León, tuvo la gentileza de publicar un articulito mío en su edición marzo/abril, que reproduzco hoy aquí porque creo que de entonces a esta fecha cada vez es más cierto lo que decía y sucede de manera más acelerada.

 

Cuando empecé a trabajar en publicidad, a pesar de que los modelos en los comerciales  ya no eran absolutamente rubios y de ojos azules, sí había un patrón que casi excluía a los cholos  y a los negros.

Todo era clase media  y “aspiracionalidad”. Los nombres con sonido inglés eran imanes seguros y, definitivamente, el Perú era Lima y Lima, para la publicidad, se reducía a San Isidro, Miraflores y los viejos barrios mesocráticos.

 

A pesar de los esfuerzos del gobierno militar por eliminar la apelación directa  en los avisos y desterrar a Papá Noel de las campañas navideñas, la publicidad buscó las vueltas y, en un máximo alarde de peruanidad, puso un chullo a la gráfica.

 

Hoy, a la inversa de aquellos años, Lima es el Perú. Lima es una ciudad mezclada, agitada, colorida. Ha dejado de ser la ciudad de los diminutivos, donde imperaba el “lonchecito”, tomabas “una chelita”, esperabas “un ratito” y después te comías “un cebichito”. Sigue siendo la ciudad con el cielo color panza de burro del que hablaba don Héctor Velarde, pero bajo ese cielo se esconden otros cielos. Se esconden amaneceres andinos y atardeceres selváticos.

 

Lima baila a otro ritmo. A otros ritmos diría.  Lima no es más la ciudad jardín. Para muchos nostálgicos está mucho más cerca de “Lima la horrible” de Sebastián Salazar Bondy. No hay una Lima. Hay muchas Limas. Tampoco hay “limeños” estrictamente hablando. Tal vez queden algunos, pero son una ínfima minoría al lado de los habitantes de Lima.

 

El limeño pudiente veraneaba en Ancón. Para la clase media, los Baños de Barranco y La Herradura. Más lejos, Punta Negra y San Bartolo. Los que menos podían llegaban hasta Agua Dulce y Conchán. El invierno ofrecía Chosica, Chaclacayo y para la sociedad entre comillas, Los Cóndores.

 

Pero la ciudad, Lima, creció hacia El Callao; avanzó hacia el sur, desbordando los cerros, poblando los arenales, sembrando de barriles y esteras los terrenos donde la hierba se negaba a crecer. Asia ha convertido ahora a los veranos en una pasarela iluminada. Por el norte, Lima terminó uniéndose con Puente Piedra y al este la Carretera Central se ha convertido en calle principal

 

Lima se encuentra en un “aeropuerto” democrático su identidad gastronómica. En Gamarra la forma de vestir y en las discotecas con chelas, pollería y hostal, se pasa un divertido fin de semana.

 

¿Qué está haciendo la publicidad para ubicarse dentro de ese cambio? ¿Cómo enfrenta la vieja “Inca Kola” a la atrevida “Kola Real”? ¿Dónde ha quedado “El Rancho” frente a los “Roky´s” y los “Norky´s”? ¿Vencerá “Vencedor” a la pintura “Anypsa”? ¿El jugador de ajedrez se dará cuenta de que su contrincante tiene puestos los chimpunes y de que ese es un partido sin árbitro ni reloj?

 

Miren un triste ejemplo: el Centro Comercial Camino Real, ayer paradigma de centros comerciales y hoy en Cementerio Comercial Camino Real. Y el orgulloso y todavía reciente Jockey Plaza ve nacer en los conos la competencia inmisericorde que absorbe público y compradores, reteniéndolos allí, en sus zonas.

Hasta hace tres años era impensable que la gente de Los Olivos, Comas o Independencia dejara de “bajar a Lima”. Hoy no lo necesitan. Viven, estudian, trabajan, se divierten y crecen en su sitio. Lo tienen todo. Y cuando no lo tienen, lo inventan y disfrutan haciéndolo. Son prósperos y no sienten envidia.

 

La publicidad, sin embargo sigue soñando con patrones de los años cincuenta; con amas de casa rubias, casi perfectas, con dos hijitos como máximo, esposo trabajador, carro en la puerta  y casa perfumada por el olor a flores  del aromatizante preferido por todas. De vez en cuando un cholo, de vez en cuando un negro. Por aquí una Tula Rodríguez blanqueada a su pesar, animando un programa. Por allá una Eva Ayllón en su papel moreno de cantante criolla que recomienda una gaseosa, junto a una “Suavecita” que es charapa pero limeñizada y una Gisela ejemplo de ascensión y olvido de su pasado bataclánico.

 

¿Cuál es el “limeñan way of life” que nos propone la publicidad? ¿Hasta cuándo seguiremos hablando de los comerciales de “Magia Blanca”, que ya agotaron las batallas, para mostrarlos como ejemplo de publicidad local? ¿Es la publicidad de “Compra peruano” algo más que un pretexto? La publicidad, en la mayoría de los casos, sigue creyendo que su público vive en San Isidro, compra en “Todos” y vuela en  “Aerolíneas Peruanas”. Salvo raras y honrosas excepciones, la publicidad parece dirigirse a un grupo humano  ya desaparecido. Como los fantasmas de las destruidas ciudades marcianas de Ray Bradbury que “eran hermosos y de ojos dorados”. Existe tal vez aún, en la página de sociales de “El Comercio”.

 

Jefferson Janampa Gutiérrez no tiene nada que ver con eso. Él es abarrotero mayorista, tiene una camioneta Toyota y vive en Los Olivos. Su mujer y uno de sus hijos lo ayudan en el negocio; los otros tres están en el colegio. Chatean  desde la cabina, se irán de vacaciones a Miami y no les preocupa que su ropa de marca sea “Made in Peru”. Tienen cable, no leen los periódicos  y el fútbol los congrega frente al televisor de 29 pulgadas. En el verano hay piscinas cerca donde pasar el día. Si salen a comer, ¿pollos o parrillada, chifa  o pizza? ¿Es Jefferson Janampa un limeño o solo habita en Lima? ¿Qué publicidad es la que lo seduce? ¿Las piratas de” Backus”? ¿Los remeros que ganan gracias a fideos ingeridos desde que eran niños? ¿La intriga de la “M”? ¿La simpleza lavable que le presenta “Anypsa”? ¿Alguien  le habla a él? ¿A su familia?

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Para Ana María Berenson Ardiles la cosa es diferente. ”Ésika” es para ella. Las cucarachas, ¡¡¡ajjj!!! se mueren con “Baygón”. Para tomar “Sprite Zero” o un agua mineral. Para “esos días”, “Always” con alas. El aceite olivado “”Primor” es una buena idea y un yogur “Bio-Laive” hace la diferencia. Claro que viaja en micro y cuando alcanza en taxi, pero eso no impide vivir como una sueña. ¿Ana María Berenson es limeña o solo habita en Lima?

 

Difícil lo tiene en esta Lima, que en realidad son varias, la publicidad masiva si es que hace introspección. ¿Funciona? ¿Es rentable? ¿Cómo llegar y a quiénes? ¿Es necesario limeñizar la comunicación? ¿Es que existe el limeño? ¿La tan mentada globalización ha homogeneizado a una población heterogénea? ¿Será que asistimos a los coletazos finales de un sistema obsoleto que se niega a morir porque su aviso de su fallecimiento no ha aparecido todavía en la página de defunciones de “El Comercio”?

 

Imagen: Cerro San Cristóbal, Lima / pinterest.com

 

 

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SOLTERITO


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Hay un plato famoso de la cocina arequipeña, que se llama SOLTERITO; sus ingredientes son: habas frescas, choclos,  azúcar, cebolla, queso fresco, aceitunas verdes, tomate, zanahoria, lechuga, rocoto, además de una cucharadita de anís, aceite, vinagre, sal, pimienta y perejil picado…

 

El solterito es muy popular y no hay picantería arequipeña que no lo ofrezca con verdadero orgullo, pero lo que me intrigó siempre es el nombre que tiene el plato y si miramos los ingredientes veremos que no hay carne de ningún tipo…; digo ¿no será que se le llama así por una broma misógina y vulgarona sobre la falta de “carne” para los solteros?

 

Imagen: quericavida.com

 

 

PREGUNTA. ES LA MEJOR MANERA DE SABER.


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Hay quienes tienen miedo, vergüenza o se sienten dueños del conocimiento y no preguntan, lo que resulta tremendo porque se equivocan permanecen con la duda y en publicidad esto es peor, porque el publicitario tiene que transmitir lo que sabe… y si no lo sabe ¿qué transmitirá?

Quedarse con la duda o dudas y no preguntar a tiempo, puede hacer caer por la base toda la comunicación aunque sea brillante y atractiva; recordemos siempre que la base del negocio publicitario es la información y que la creatividad no puede hacer absolutamente nada si no está sustentada en datos fehacientes en los que el consumidor confiará.

Porque se maneja material informativo relevante, no puede ser parcial ni es dable que existan “huecos” en él; de nada sirve algo incompleto porque a lo que va a llevar es a equivocarse y trasladar este error al sector del consumidor, donde se multiplicará.

Es muy sencillo preguntar por qué y reconocer que no se sabe algo porque los publicitarios tratan sobre tantos y tan variados temas que su conocimiento, en casos específicos, puede ser nulo o lo que es peor: incompleto, defectuoso o sesgado.

Preguntar no “te va a hacer menos”, antes bien, aumentará tu conocimiento y con ‘el, tu capacidad profesional; recuerda siempre que nadie comunica aquello que desconoce.

 

Publicado en codigo.pe 26.8.2019

EL CABALLO


EL CABALLO

Puede  ser posible que un departamento de este condominio tengan un caballo, lo alojen en alguna cuadra fuera del recinto y que el dueño sea aficionado a la crianza y a las carreras de estos animales (a propósito nunca entendí porque el más popular “datero”, antiguamente, un periodiquito especializado, se llamaba “Estudie su polla”, cosa que para los hombres españoles significaría “mirársela con detenimiento”, además de que las pollas (aves) no tienen nada que ver con los caballos, salvo que se trate de las crías de los  “guardacaballos”, unos pájaros de color negro que rondan los lugares por donde los equinos andan).

 

He preferido poner punto aparte porque la digresión ha sido larga y lo más probable es que el lector se haya perdido; decía que es posible que aquí en el condominio alguien o más de uno, sea aficionado al turf y tenga ejemplares propios que compiten, pero resulta que en el segundo piso, justo encima del departamento donde vivo y sobre mi habitación, se aloja un caballo.

 

Lo digo porque el ruido que provoca con sus carreras (que deben ser cortas, porque si la habitación es como la mía, no es muy grande que digamos) o  cuando va a paso lento: “¡clop-clop-clop-clop!” es un poco insoportable,  pero de pronto, como el espacio es reducido lo que tienen arriba es un “pony”, pequeño caballito que podría acomodarse mejor; lo que pasa es que no he oído relincho alguno y –o se trata de educación- o el animal es mudo.

 

Ahora que pensándolo bien y reflexionando un poco podría tratarse de un niño que corre, juega, salta –y sí- trota; la pista puede darla algo que suena a veces al rebote de una pelota más bien dura (una bola de goma, diría) y su rodar por el piso de la habitación que queda inmediatamente encima de mi cuarto.

 

Tal vez el enigma no sea tal, no exista caballo alguno y la bulla provenga de un humano pequeño que, como está haciendo frío, no tiene permitido salir al parque, se aburre y se entretiene a costa del vecino, que soy yo.

 

Imagen: http://www.dibujoswiki.com

EL NÚMERO DE LOS TONTOS


EL NÚMERO DE LOS TONTOS

 

Cuando estábamos en el colegio, un profesor nuestro, el Hno. Santos García S.J., al cual irreverentemente llamábamos entre nosotros “Pajarote”, decía siempre ante una pregunta boba de alguien en clase o a raíz de un hecho que demostraba la estupidez humana: “¿Por qué dirá la Biblia que el número de los tontos es infinito?” y francamente, siempre lo tomé como una frase casi piadosa que demostraba desesperación-comprobación-resignación hasta que ahora (lento yo) muchísimos años después,  el recuerdo de la frase famosa hizo que mi curiosidad buscara la veracidad de la cita y allí en el Eclesiastés I.15, está.

 

Seguramente el Hno. García se hubiera reído de mí que demostraba curiosidad tardía y poco conocimiento; no sé cuántos de mis compañeros de colegio han compartido la ignorancia, pero ahora al ver lo que pasa en general en nuestro país, el despeñadero por el que parecemos caer sin pausa, lo que sucede con el conflicto con la empresa minera “Las Bambas” del cual mi impresión es que los comuneros a los que hicieron tontos dos abogados y unos dirigentes, ahora quieren hacer tonto al país entero; ¿es esta la “república de los tontos” donde unos cuantos “vivos” “se la llevan en paila”?

 

Nos dejamos engañar fácilmente porque o somos crédulos irredentos, confiados despreocupados o tontos de capirote; esto último me suena más en consonancia con lo que el Hno. Santos García citaba y demuestra que no se puede creer a ciegas, que lo que nos digan hay que comprobarlo aunque seamos unos “Santo Tomases” modernos; miren que cuando la televisión llegó para informar sobre el conflicto de “Las Bambas”, los comuneros protestaban y mostraban su pobreza pero habrían estacionado una gran cantidad de camionetas 4×4 que eran bien visibles en la toma; luego, al mostrar la televisión el mismo lugar –terminada la entrevista- las camionetas habían desaparecido “mágicamente”…

 

El número de los tontos es infinito”, el de los “vivos” se cuenta fácilmente y es terriblemente activo.

 

Imagen: reflexionesdemanuel.blogspot.com