EL MATÓN


MATÓN

Las noticias no son muy halagüeñas por lo general, pero lo que se viene viendo sobre un ex policía y ahora empresario de seguridad, es un pésimo indicio de lo mal que andan las cosas en nuestro país.

Es terrible, pero mientras vemos que hay personas correctas, también asistimos a espectáculos denigrantes, como el que dio este señor al pegarle un puñetazo a un mayor de la policía, por ejemplo, después de protagonizar un show en el Congreso. Pero parece que este no es lo único, porque grita y se envalentona al extremo de insultar en público y pegarle un golpe de periódico en el rostro a una mujer (que además es autoridad, aunque le pese a él) y otras perlas más que detallan los medios.

Si la seguridad está en manos de personas de esta laya, no es raro que el Perú sea un país inseguro y este sea el primer problema nacional del que los ciudadanos se quejan.

Si los desalojos son cometidos por bandas de individuos contratados, muchos de ellos al margen de la ley, con anuencia de los jueces; si los “guardianes” de un cementerio agreden a golpes a periodistas, se sienten seguros y piden “que la policía demuestre” lo que todo el mundo vio en las imágenes, si esto y mucho más sucede en el Perú, no solo hay que quejarse. Hay que hacer algo con quienes se sienten por encima de la Ley. Esta es para todos.

El descalabro de las instituciones trae como consecuencia que esto pase. Es “la ley del más fuerte”, donde no importa el Derecho sino quien grita y pega más.

Los matones acorralan a la gente de bien y eso no se puede permitir. Lo digo una y mil veces: el mal no puede triunfar sobre el bien.

 

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¿ES LO COMÚN LA DELINCUENCIA?


DELITO

Delincuencia común” o sea “delincuencia corriente”.

Como si la delincuencia tuviera rangos. Como si ser “delincuente común” fuera distinto a ser un asesino, violador o ladrón.

Resulta que un delito es menor que otro y no es lo mismo robar un celular que asaltar una pollería o pegarle un tiro a alguien. Lo siento, pero ES un delito. TODOS esos son delitos, es decir, transgresiones a la Ley.

Sé que la respuesta será que hay que diferenciarlos por su gravedad. Delinquir ES grave; lo que sucede es que nos hemos acostumbrado tanto a lo largo de la historia a clasificar y calificar los delitos, que se ha establecido un baremo de transgresiones. Algo así como los pecados veniales y los mortales en la religión católica (cuando en realidad el concepto de pecado es similar al de delito y no creo que debería existir una escala de medición).

Pero estamos así y el delito está dejando de serlo, convirtiéndose en la norma: el delito resulta lo común.

En todo el mundo se está dando este fenómeno, donde los delincuentes aducen ser personas honradas y buscan ser reconocidos como tal. Donde uno mire, la inversión de valores hace que se aclame a los corruptos y ladrones. Donde uno voltee verá que el crimen paga y la complicidad de “la vista gorda” extiende sus pringosos tentáculos.

Hay una fuerte campaña, para igualar a los que puedan quedar sanos con los enfermos terminales. El delincuente busca que todo el mundo lo sea, contagiando, para “empezar de nuevo”.

Sé que estas disquisiciones harán que me tomen por loco o intransigente. Es que aprendemos a transigir. Es locura decir que no es normal lo que pasa. El delito se convierte en cosa común y todos tan tranquilos: quien no delinque es “raro”, está fuera del círculo: No califica para nada. Lo que debía estar fuera de lo ordinario se convierte en común. Lo terrible es que el delito no es extraordinario.

 

UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS


FOTO CARETAS CAJAMARCA

Y no ha sido solo una, sino muchas las que valen más que todas las palabras que tratan de describir el horror de la trágica muerte de Fidel Flores Vásquez en Cajamarca.

Valen más que todas las palabras con que de alguna manera se trata de excusar el hecho. Valen mucho más que las palabras del Ministro del Interior diciendo que no viaja porque “no se dan las condiciones”, diciendo que los deudos vengan a Lima y que él los recibirá en su despacho; diciendo “que lo siente mucho” y que hay gente que quiere usar el tema para producir disturbios y que habría una bolsa para solventarlos, que se quiere “politizar” el caso. Palabras, palabras, palabras…

Ni las palabras ni las imágenes van a devolver la vida a Fidel Flores Vásquez. Unas pasarán y las otras quedarán como testimonio de algo que cada vez es más común en el Perú.

Las imágenes que evidencian que hay un desprecio absoluto por el otro.

Lo tremendo es que así como las palabras se olvidan, estamos acostumbrándonos a ver lo que ante no veíamos y a considerar que son eso, imágenes de algo que sucede lejos; en Cajamarca, en el televisor, en el diario o la revista. Que no alteran nuestra vida.

No basta con renuncias, pedidos de perdón, justificaciones o palabras. No basta con imágenes.

La vida de un solo ser humano vale muchísimo más que todo eso. Y me parece que no hacemos nada. Solo hablar.

 

IMAGEN: Revista “CARETAS”

 

CON «F» DE FREGADOS ¿Y FISCALÍA?


EFE

En el Perú se dice que uno “está fregado” para significar que no tiene salida, que es algo definitivo. Se usa también “fundido”. Se repite la “F” inicial.

Parece que estamos fundidos o fregados como país.

Sigue la escalada de “destapes” a cual peor, que indica que los niveles de corrupción son tan grandes que se dan desde una escala personal hasta la institucional, pasando por distritos, provincias y regiones. Se avizora, con gran dificultad, alguna rara isla medianamente honesta en este mar infecto, monstruosamente denso y que, si alguna playa toca, contamina.

Claro que  todos, mientras no se demuestre su culpabilidad son inocentes, pero si los indicios dicen que el animalito dice “miau”, tiene cuatro patitas y duerme gran parte del día, es porque se trata de un gato.

No parece haber mucha salida porque el mar de corrupción lo inunda todo y quiere ahogar a los que tratan de flotar asidos a un madero. No parece haber mucha salida si es que son delincuentes los carceleros, si los que dan las leyes las infringen y si la autoridad es ejercida para acallar los gritos de protesta. Dicen que así está sucediendo en el mundo, lo que se resume en el refrán “mal de muchos…. Sí, “consuelo de tontos” completa el refrán. Pero tonto me parece muy suave como apelativo, porque el tonto no es que tenga mucha conciencia de serlo ni de repente culpa. Este es el consuelo de los sinvergüenzas, que espero no lo tengan y caigan entre rejas.

¡AGÁCHATE, QUE AHÍ VIENE LA BALA!


BILL BALA

En realidad, nada por qué preocuparse si no se es delincuente. No lo buscan a uno los sicarios y la moto no es un vehículo que llame a pesadillas.

La población que no tiene prontuario ni ingresos a una comisaría debe estar tranquila porque la cosa no es con ella. Es asunto de delincuentes, pandillas y de asesinos-niños.

Es un tema de “profilaxis social”: se matan entre ellos y se limpia la cancha. A los que quedan se los encarcela y pensarán que mejor se hubieran muerto.

La inseguridad no existe: es una palabra a la que si el prefijo “in” se le coloca detrás, tendremos una “seguridad in”. Es un tema gramático.

Gramático, “político”, esperpéntico, patético, psicótico: el tema es problemático.

Tanto, que las declaraciones no amilanan, los resultados que se difunden por aire, tierra y mar a toda hora no convencen ni asustan.

Eso sí: en cada intervención es importante enseñar los zapatos, para que vean todos que están sucios por el diario combate.

A ver si los que no son “profilaxeados” se asustan con la bulla y dejan de fregar, porque hay cámaras, micrófonos, luces, máquinas fotográficas, grabadoras y flashes: es que hay que declarar.

El tema es problemático, díganme: ¿un ¡carajo! y se arregla la cosa?

 

INSEGURIDAD INCLUSIVA


INSEGURIDAD

La inseguridad incluye a todos: al ministro de Interior le tiraron botellas y sillas en San Cosme.

El ministro recorría los vericuetos de una de las zonas “bravas” de Lima seguido por reporteros, custodiado por policías y seguido también por curiosos. De un bar, un grupo de borrachos le tiró botellas de cerveza, sillas;  gritó improperio y medio y armó una trifulca en la que participaron las mujeres presentes. Hirieron de un botellazo a un periodista y la policía actuó deteniendo a todos los asistentes al bar, que al parecer era una guarida de “gente de mal vivir”, un eufemismo que decora o enmascara a vulgares delincuentes.

O la borrachera los volvió estúpidamente audaces o estamos ante la famosa inclusividad en su versión “nadie se salva”, aplicada a la inseguridad.

Me parece que es una combinación de ambas cosas. El desmadre que se trata de controlar a nivel nacional no reconoce nada y una de las pruebas es esta.

La filosofía del “a mí que me importa” se ha extendido y si los sicarios asesinan a plena luz del día, si muchos alcaldes cuya comuna se cae a pedazos por incuria culpable han buscado (y obtenido) la reelección; si el funcionario coimea, si el trasportista público acumula papeletas como si fueran condecoraciones; si el esposo borracho o “fuera de sí” asesina sin remordimiento alguno a su pareja, es que hemos entendido mal el asunto de inclusión: “Todos lo hacen, yo también, me incluyo”. Creemos que nada va a pasar, que todo sigue tan normal y que actuar con un mínimo de decencia es para los imbéciles, los “que no la ven”, los “quedados”.

Esta es una epidemia que mata al Perú. Contagiosa, tremenda. Una epidemia contra la que tenemos que luchar sin descanso, atacándola allí donde aparezca: de otro modo vamos a desaparecer como país y en las historias que cuenten de nosotros, el último de los incas se llamará Ollanta.