¿SIEMPRE SE NECESITA UN PERRO?


SIEMPRE SE NECESITA UN PERRO

 Guardianes de la casa, hacen fiestas a su amo, le obedecen y son sus incondicionales; a cambio de comida, un lugar donde dormir y una palmadita cariñosa de vez en cuando en el lomo, gruñirán para después atacar a quien se entrometa, aunque sea un poco, en lo que el animal considera su terreno, pero del que es únicamente guachimán de cuatro patas.

 

En el mundo hay seres, que como los perros, a cambio de dinero y un lugar desde donde puedan ser oídos, responden a las más variadas directivas, haciéndose una imagen de feroces defensores de lo que sea con tal de ganarse las caricias y la seguridad de un pago en las quincenas; son los que quieren convencer a los demás con actitudes desafiantes y palabras que en realidad son un balbuceo primitivo de que “su” posición sobre determinados temas es la correcta y que cualquiera que no encaje en su estrecho molde mental es un “enemigo”  del cual hay que burlarse, a quien hay que denostar con frases soeces y atacar sin piedad tratando de morder donde –en su obtusa mente- creen que más les puede doler.

 

El asunto es que, como  dice la leyenda urbana sobre los perros Doberman, acerca de la pérdida del olfato en algún momento de sus vidas, lo que les impediría reconocer a sus dueños y podrían atacar, estos ciertos seres (no creo que tengan la categoría de humanos) pierden, si lo tuvieron alguna vez, el sentido de la orientación y la capacidad (aunque fuera mínima la que tuvieran) de razonar y se revuelven mordiendo a diestra y siniestra víctimas de una especie de locura furiosa que, estoy seguro, es provocada por ellos mismos y sus opiniones, excretadas a los cuatro vientos.

 

Entonces los amos que los utilizaron para sus propios fines se deshacen de ellos y  los dejan en la calle para que encuentren cobijo en otro lado, aunque si alguien los acoge -si no es del vecindario- desconocerá la condición que los hizo perros callejeros y correrá el riesgo de ser mordido en cualquier momento, porque –ley de la calle- aprendieron a disimular aunque sea por un tiempo.

 

Estos seres (otra vez, no creo que tengan la categoría de humanos) pululan en nuestro entorno y felizmente, como somos algo observadores, sabemos quiénes son, los que fueron sus sucesivos dueños y conocemos las que han sido sus anteriores guaridas, estamos prevenidos porque los mordiscos, sobre todo si son los de un animal hidrófobo, pueden matar o hay que vacunarse después del ataque.

 

Imagen: jota-salud.blogspot.com

Anuncio publicitario

TE «REMUERDE» LA PIERNA


perro ladrando

Es decir, vuelve a morder.

A raíz de mi último post, Lucho me recordó un incidente de cuando éramos chicos… Un incidente con perro, de esos que contraviniendo el refrán, ladran y muerden.

Íbamos por la calle en Barranco y un perrito salió a ladrar furiosamente: estábamos en bicicleta y como todo perro que se respete, sin importar tamaños, comenzó a perseguirnos y a ladrar. Lucho hizo un ademán con la pierna y el perrito lo mordió, tan fuertemente en el tobillo, que por más que sacudía la pierna, el perro no soltaba su presa. Yo miraba la escena y a mi “salvador” que sacudía la pierna y el perrito seguía bien prendido, no sé si furioso, desconcertado, asustado o todo eso junto.

Al final se desprendió y el resultado para Lucho fueron vacunas, porque no se sabía bien si el perro callejero podía tener rabia. Comentamos muchísimo el hecho y a mí se me acrecentó el temor a los perros. Sí, Lucho me salvó de un acoso perruno y se ganó un mordisco, que devino en dolorosas vacunas preventivas…

Recordando lo que ahora es anécdota, pienso que lo final fue para mí un argumento más: yo prefiero los gatos, que por supuesto también muerden; arañan además, pero no creo que persigan por la calle a las bicis.

PERROS DE LA CIUDAD


perros-callejeros

Casi casi me acerco al gran título del no menos grande escritor Mario Vargas Llosa. Este texto es mucho más humilde y no tiene ninguna pretensión. Quiero contar aquí que los perros irrumpieron en mi vida de ciudadano incipiente a los tres años, cuando caminaba al principio de la calle Ayacucho, en Barranco, acompañando a mi madre y de pronto un perro pastor alemán (grande para mi tamaño bastante exiguo), salió de casa de Marina y dio una dentellada que cogió el hombro de mi chompa. Me quedé congelado del susto; de la casa salieron y el perro me soltó. Disculpas van y vienen: supe entonces que el perro era ciego; después mi madre me decía que de seguro el perro oyó mis pasos y quería jugar. Nunca creí en esa explicación, pero el hecho sí parece explicar por qué nunca, después, me gustaron mucho los canes.

En la misma cuadra, casi frente a la casa, vivía un veterinario y su familia, que tenía un perro de nombre modernista: “Atómico”. Era negro, grande (tamaño perro) y disfrutaba de la brisa marina, subiéndose y estando horas en un muro que cerraba el terreno baldío donde el primer pacay  que conocí en mi vida, daba sombra en verano y tiritaba solitario en invierno.

Al terreno lo conocíamos familiarmente como “el muladar” y era propiedad de los dueños de la casa que quedaba exactamente al frente y no querían construcciones que obstruyeran la vista que tenían del mar.

El muladar” no era un basurero, propiamente dicho, pero sí se acumulaban algunos desperdicios, que eran limpiados cada cierto tiempo y que yo ayudé a aumentar, con alguna caja de remedios vacía, tirada para espantar a los gatos que daban conciertos inesperados, bajo la ventana del cuarto de mis padres.

Otro perro fue “Nuts”, bóxer que solo entendía inglés y que vivió un tiempo en mi casa, mientras sus dueños, amigos de mi padre, eran huéspedes nuestros.

Luego recuerdo a “Brando” y “Mona”, los perros que tuvo Lucho en su casa de la calle Las Mimosas. Nunca llegué a saber si “Mona” era con una o doble “n” (como el Nombre de Monna Bell, una cantante famosa, chilena, de la época). “Mona” (así lo escribiré) era cocker spaniel, de color caramelo e inquieta, juguetona. Feliz cuando nos veía, era tan patente su alegría que se hacía la pila.

Brando” que era negro y cachorrito, debía su nombre de seguro a Marlon, el actor.

No recuerdo más perros en mi historia hasta que ya casado con Alicia, llegó “Tufi”, un collie, que con el tiempo demostró ser enano y fue la mascota que nuestra hija Alicita miraba con cariño y tocaba con verdadera aprensión.

En mi historia como perruno propietario, está “Altai”, un lindo siberiano de ojos azules y con pinta de lobo…

Manso y bueno, el chico que lo entrenaba, dijo que era para concurso. ¿Defendernos “Altai”? ¡Nunca!: hacía fiestas a quien se le acercara y cuando Alicia lo sacaba a pasear sujeto con una cadena, la gente (“por las puras”) cruzaba de vereda con temor.

Obsequiamos, cada uno a su tiempo, a los dos perros, porque podían en su festiva locura, echar al suelo sin querer a mi suegra o a mi madre, que vivían en casa.

Después de tiempo vino “Jack”, que era gato.

Blanco con negro aprendió a “dar la pata” como un perro y luego a Paloma le regalaron a “Pierce”. De eso hace 11 o 12 años y desde entonces “Pierce”, la gata, nos acompaña. Llegó para quedarse cuando tenía 15 días de nacida y me hizo entender por qué a “Víctor” el gato que tuve de chico y sobre el que guardé silencio en este texto, porque murió atropellado por un auto, lo quise tanto. Es cierto: hubo un minino más y era amarillo, su nombre no me acuerdo, que vivió un tiempo con nosotros.

… … … … … … …

Empecé hablando de los perros, yo, que prefiero a los gatos; sin embargo no es que los deteste o ningunee, lo que pasa es que son muy particulares los gatos. He tenido tortuga, canarios, hámsteres, perros, gatos y hasta una lora: afirmo mi preferencia gatuna. Si el gato fue un dios en el Egipto antiguo, algo es lo que tiene de especial desde siempre.

PEQUEÑO DESCANSO


 

Hasta el próximo jueves.

Una semana de descanso para que leer no sea aburrido.

¡Hasta entonces!descanso

LA PROVOCACIÓN COMO EXCUSA


 

Los incidentes graves que vienen desarrollándose en el Oriente Medio, principalmente, pero en realidad allí donde el Islam tiene presencia importante, es la trágica repetición de una película ya vista. Los múltiples ataques, la muerte de personas, los heridos, la destrucción y la furia han sido provocados por una película que de acuerdo a las fuentes musulmanas denigra al profeta Mahoma. Esta es una estúpida provocación realizada por un esperpento fílmico que efectivamente parece buscar reacciones violentas, enfrentamientos y lo que ha obtenido: sangre.

La reacción de miles de personas se debe a que, a diferencia de Occidente, su religión es la vida misma y no conciben esta sin aquella. Es bien cierto que hay fundamentalistas feroces en todas partes y no solo en materia de religión, pero no tiene ningún sentido exacerbar los ánimos sabiendo que la respuesta será así. Creo que esta provocación es una excusa para decir: “¿Ven? Los musulmanes son tan intolerantes que responden con violencia asesina a las imágenes y las palabras”. Una excusa para tratar de incendiar la pradera, como las Cruzadas que usaron la religión como pretexto para el expolio o como el “Los evangelios por tierra” de Valverde, para iniciar la matanza de nativos y el calvario de una zona que se llamaría Perú. Lo que sucede es una muestra de como se puede crear adrede un conflicto mayúsculo, con una aparentemente inocente película. Pasó lo mismo con una irreverente caricatura y antes ha venido sucediendo cada cierto tiempo. Desafortunados incidentes provocados por quienes se escudan en la religión o la historia para actuar, dando muestras de mala entraña, intolerancia y desconocimiento (o conocimiento perverso).

No creo que los fundamentalismos, sean los que sean, resulten buenos. Los extremos nunca lo son y esta es una lección que la Historia nos da a cada paso: como ahora.

Foto: AFP.

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO


El teléfono sonó anunciando que había mensaje y cuando me desperté del todo, eran casi las seis de la mañana, El despertar fue violento, pues en lo único que pude pensar fue en mis hijas. Ajusté el botón que no debía y apareció un siete. Ya más despabilado pero nervioso, busqué “mensajes” y mientras lo iba haciendo, pensaba rápidamente que no podía ser Paloma, porque está en Argentina. Si era lo que me temía, sería Alicia María. Cuando pude ver el mensaje resultó ser de la compañía telefónica que me anunciaba que había expirado mi “bono de Internet” y que “para renovar…”. Dejé el aparato, tranquilicé a mi esposa y rumié improperios contra quienes me habían despertado con un susto y con la alegre intención de venderme acceso al espacio de Internet.

Esto que no tendría trascendencia, puede convertirse en un problema si quien recibe el aviso sonoro anunciando mensaje, sufre –por ejemplo- del corazón y el hecho desconcertante e inesperado le provoca un paro cardíaco. Me dirán que exagero, pero, pero las personas que murieron “de susto” pueden perfectamente haber pasado a la otra vida por un hecho así.

Lo que quiero decir es que no hay derecho que, en aras de las ventas, a un ciudadano que está pagando por un servicio, le ocurra algo así. Como estrategia de marketing es mala por no decir pésima. Esto se repite a diversas horas con mensajes para que baje canciones de moda, chistes u horóscopos. Son como las llamadas telefónicas que hacen los delincuentes, para por medio del susto y la desorientación, timar a la gente con diversas historias.

Yo sé que una empresa necesita vender, pero no puede hacerlo “al guerrazo”, tratando a los potenciales clientes como cualquier cosa. ¡Qué distinta esta realidad de sus bonitos comerciales de televisión donde todo es idílico y nos pintan de colores sus ofrecimientos poniéndolos al alcance de una llamada.

Seguramente debí inscribirme en INDECOPI para que no me enviaran mensajes: no lo hice. No lo voy a hacer, porque creo que nadie puede ser tan bruto como para espantar a los clientes, o como se dice “matar a la gallina de los huevos de oro”.