Ha terminado el día de mi cumpleaños número 61.
Dejé la cifra exacta y ahora empiezo una nueva decena. Y esto me hace pensar.
Pensar en mi amigo Edy con quien conversaba esta mañana y me contaba que su suegra estaba muy mal. Su suegra que es la mamá de mi amigo Tito. La señora María, fallecida esta noche.
Y en la conversación por Messenger con mi amigo Domingo, que había ido a visitar a la clínica a nuestro amigo Tito que está muy mal y lucha desde hace mucho tiempo contra una enfermedad que es despiadada, con el espíritu en alto. Domingo estaba deshecho y no creía entender.
Y pensaba también en mi hermano que se durmió para siempre hace dos años un 12 de abril; y en el «Pato» Villacorta, que falleció el mismo día en este año, ahora mismo. Y en Lucho Piérola y en la señora Juanita, tía de mi cuñada Elvira…
No parecen pensamientos propios de un cumpleaños, pero me encontré con ellos en mi memoria y al instante surgió una canción que escuché por Mercedes Sosa y que creo recordar es de un autor brasileño.
Maravillosa canción que nos habla de ésos encuentros y despedidas que se dan en la estación de trenes que es la vida.
Busqué en Internet y la letra es esta:
Manden noticias del mundo de allá a quien se queda;
denme un abrazo, vénganme a esperar voy llegando.
Lo que más gusto es poder partir ya sin miedo,
mejor ahora es poder volver cuando quiero.
Todos los días como en un vaivén
la gente que vibra sobre la estación…
hay gente que viene para quedar,
otros que se van para nunca más.
Hay gente que viene.. ¡quieren volver!;
otros que se van… ¡quieren luchar!,
otros han venido para mirar,
otros a reír, otros a llorar y así quedar o partir.
Son solo dos lados de un mismo viaje;
el tren que llega es el mismo tren de la ida.
La hora del encuentro es también despedida,
la plataforma de esta estación es la vida de este mi lugar;
es la vida de este mi lugar, es la vida.
Y con la música sonando en mi mente me puse a escribir esta nota en el blog que algunos amigos leerán seguramente. Escribo pensando en cómo celebramos nacimientos y despedidas y en realidad, como dice la letra, son los dos extremos de la vida. Hay gente que llega y gente que parte, sin que nada se detenga, porque los trenes arriban y salen sin pausas.
Curioso pensamiento para un cumpleaños dirían algunos; depresión, dirán otros.
No es cierto lo último ni es verdad lo primero.
Sucede que llegadas y partidas deben ser motivo de celebración y alegría, porque los que vienen a instalarse tienen el tiempo por delante y las esperanzas por hacer.
Quienes parten lo hacen con la satisfacción de haber terminado con un ciclo. Hay amores por venir y amores despidiéndose.
Los besos se mezclan con las lágrimas y en el fondo está el rumor de los pasos, el «trac-trac» de las ruedas que siguen los rieles que se extienden por el infinito.
Pienso en las alegrías de los que ya no están, que se quedan en nuestros recuerdos. Pienso en las alegrías de los que recién llegan a estrenar la vida. Pienso en los que no se rinden.
Se ha terminado mi cumpleaños y estoy aquí.
He sido felicitado por familiares y amigos. He pensado en los abrazos recibidos y en los adioses hechos. En estos encuentros y despedidas que seguirán repitiéndose con trenes que vienen y van.
Porque finalmente es la vida.
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