
Es un mal relativamente moderno, que se ha agudizado con la aparición y diseminación de los teléfonos celulares, hasta volverse una peligrosa plaga que puede (y de hecho lo hace) reclamar vidas: la “telefonitis” puede ser mortal.
La enfermedad que ha ido creciendo en todo el mundo y se transmite por contagio, emulación o simple monería. Muchas veces los afectados empiezan por necesidad de uso del aparato telefónico, para evolucionar en verdadera adicción, que parece incapaz de curarse.
Algo tan sencillo como hablar por teléfono puede devenir en esta actividad compulsiva que hace que la persona no pueda prescindir del aparatito porque sin él se siente desconectada, perdida, incomunicada.
Si antiguamente la enfermedad afectaba principalmente a mujeres (tías, madres, esposas, hermanas o primas) que podían pasar horas en conversaciones de trascendencia dudosa con el resultado de abultadas cuentas telefónicas a fin de mes o el corte del servicio por la falta de pago, la modernización trajo el teléfono celular y de tamaño ladrillo, funciones restringidas, poca potencia y elevadísimos costos, se ha pasado a una disminución en tamaño, multiplicidad de prestaciones y total ubicuidad. Miles de millones de personas en todo el mundo lo atestiguan; son usuarios-víctima y fervientes enfermos dispuestos a esparcir el contagio que engorda escandalosamente diversas billeteras, mientras mata de inanición a otras (más que las que engordaron).
En la actualidad con la difusión de los teléfonos celulares y sus posibilidades de uso que van desde hablar y recibir hasta comprar, pasando por una infinita gama de “apps” que permiten matar cerditos voladores, aprender el inglés, recibir el horóscopo diario, escuchar la canción “del momento” y lo que a los “desarrolladores” les parezca factible, no existe diferencia de raza, edad, género o religión: todo el mundo es pasible de contraer la enfermedad, que tiene como síntomas un ensimismamiento soberano, la gran dificultad de hablar con alguien cara a cara, pérdida progresiva del oído, calambres en los dedos de las manos y también pérdida de sensibilidad en el índice de la mano que ocupe el celular.
Se hace “vida social” por interpósito aparato y sin embargo las personas se quejan de “falta de contacto”.
Es una plaga tal, que el faraón de la historia hubiera dejado de inmediato salir a los judíos, si, vistos los estragos, hubiese sido la primera pandemia que dios le propinara.
¿Dónde dejé mi celular?
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