PEQUEÑO DESCANSO


 

Hasta el próximo jueves.

Una semana de descanso para que leer no sea aburrido.

¡Hasta entonces!descanso

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DIA DEL MAESTRO


Hoy se celebra en el Perú el “Día del Maestro”.

Una fecha para recordar a aquellos que nos llevan por el camino de la vida y para celebrar sus enseñanzas. En realidad, todos los días son su Día, porque el son Maestros siempre y a toda hora. Pero es bueno que exista una fecha que resalte su labor. Es una buena enseñanza que debemos internalizar aprendiendo y extenderla cotidianamente.

Ser Maestro es mucho más que dictar clases. Es vivir orgulloso de lo que cada alumno es y logra. Es acompañar a quienes buscan una respuesta, a encontrar solución a sus preguntas. Ser Maestro significa vivir la alegría de ofrecer al mundo los granos escogidos de la cosecha que uno ha trabajado.

Hay en todo Maestro la sabiduría que dan los antiguos, el conocimiento que la vida otorga y el cariño de un padre.

En un mundo tan complicado el ejemplo y la guía que los Maestros representan, es una luz, tal vez pequeña, pero que se convierte poco a poco en esa claridad total que nos permite comprender, aceptar, buscar, hallar y construir.

RENTABILIDAD


Me escribía un ex alumno haciéndome unas consultas y a la vez quejándose de no poder “rentabilizar” bien su talento. Me comentaba que lo que realmente apreciaba de su trabajo no era precisamente lo que hacía en lo diario para ganar dinero. Es decir: la vieja disyuntiva entre hacer lo que a uno le gusta y sabe hacer o hacer “lo que tiene que hacer” para obtener una remuneración.

Esto se ha dado siempre y se seguirá dando. Antiguamente se decía que un actor o un artista “no podía vivir de lo que hacía” y recomendaban seguir una “profesión” que generalmente se enmarcaba en las existentes y exitosas. Es decir, que no se consideraba al arte una “profesión” de la cual se pudiera vivir decentemente. ¡Qué equivocado pensamiento!

Recuerdo algunas veces, que haciendo entrevistas personales en un centro educativo superior, las preguntas que solían hacerme iban de “¿Cuánto dura la carrera?” a  “¿Cuánto podré ganar cuando acabe y me gradúe?”. Nada de mencionar la vocación o algo por el estilo. Al preguntárseles a los muchachos y chicas, la respuesta solía ser que sus padres querían saber el tiempo en que ellos demorarían en tener una boca menos que alimentar,  cuánto rato más iban a tener que seguir pagando y cuánto sumaba eso. Lo dicho, más la esperanza de solo un beneficio económico a través de la profesión, me daban un cuadro bastante deprimente de las motivaciones. Digamos una esperanza ubicada al nivel del bolsillo posterior derecho del pantalón, o donde se llevara la billetera. De vocación nada.

Y es que eso es lo que se quiere: rentabilizar totalmente lo que uno hace. Si juego, cuánto gano, si estudio, para qué me sirve, si pongo algo, cuánto voy a sacar de mi “inversión”. Triste decirlo, pero el materialismo avanza e invade. ¿Y así nos quejamos de la falta de valores? Cuando un señor jura en el Congreso “Por Dios y por la plata”, cometiendo un lapsus que revela todo lo que hará ¿nos extraña?

De pronto yo estoy errado y la vocación no importa, lo que interesa es la cantidad de dinero que sacaré de lo que hago… Bajo esa perspectiva, dedicarse al narcotráfico da plata en cantidades, rápidamente y prostituirse es un modo fácil de ganar dinero. ¿Es eso lo que queremos ser? ¿Lo que queremos para nuestros hijos y los hijos de ellos?

Por eso, cuando un joven me habla de “rentabilizarse” me entran escalofríos porque pienso en toda la gente que se esfuerza para llegar a conseguir algo y el orgullo que tenía mi padre, por ejemplo, de  sus diplomas, que guardo y atestiguan lo mucho que aprendió. Mi padre, que enseñó hasta sus últimos días y vivió su profesión de ingeniero con alegría hasta el final.

Lo que a uno le guste hacer y comparta, debería servirle para vivir. Si uno es el mejor en lo que hace, eso debería bastar para sostenerse. Siempre pienso que si alguien maldice porque tiene que ir a una oficina a trabajar, lo mejor es que renuncie: eso no es para él. Lo está haciendo porque “tiene” y no porque “quiere” y vivir frustrado toda una vida, no es vivir, es vegetar.

AL ÉXITO LE DICEN LIZZIE.


 

http://filmsperu.pe

 

 

Ganó el concurso del afiche en Viña del Mar.

Fue alumna mía en el IPAD y más que eso, amiga. Por eso estoy tan orgulloso hoy. Porque sé que algunas cosas de las que dije se le deben haber quedado a Lizzie.

Vuelve a suceder, el que “nadie es profeta en su tierra” y una chica talentosa, sencilla y descomplicada, es reconocida en otro lugar, donde sus méritos profesionales son percibidos y tanto, como para ganar un certamen con muchos participantes. Un logro que nos tiene que llenar de alegría porque es fruto del propio esfuerzo de alguien que yo sé que ha luchado y lucha por lo que quiere, al extremo de cambiar de país porque aquí no se le considerara.

Lizzie nos demuestra la chatura y estrechez de miras que a veces rige nuestro ambiente. Su triunfo es un mentís al ánimo derrotista y al carácter de perdedores que nos consolamos con éxitos “morales” que presentamos tantas veces.

En el IPAD yo era el “profe maldito” que tenía un curso de creatividad y exigía a cada uno de los alumnos lo que a mi leal saber y entender podía dar. A veces me encuentro con antiguos alumnos aquí en casa o en la Red. Saben, que como siempre pueden contar conmigo. Ha sucedido lo mismo en cualquier otro sitio donde enseñé y es que lo que me interesa es que cada uno de los muchachos y muchachas, encuentren las respuestas profesionales que buscan y si yo puedo colaborar en hallarlas, me doy por bien servido.

Estudian para aprender y ser alguien en la vida. Estudian con el fin de ser más y escalar cotas de cada vez mayor altura, por eso cuando veo que la educación se toma como un puro negocio, o cuando se ve a la carrera como un método que sirve solo para hacer dinero, me sublevo.

Ambos extremos existen. Felizmente en el medio hay otros que piensan diferente.

Estoy contento por mis alumnos y sus triunfos, como el de Lizzie. Porque los siento míos y esa es una sensación que nadie podrá arrebatarme.

EL HOMBRE QUE EMPEZÓ A RECORRER LA ETERNIDAD, VIVO.


Ha muerto Steve Jobs,  el  hombre que creo empezó a vivir la eternidad aún antes de fallecer.

Su partida, no por esperada, menos triste, deja al mundo sin un cerebro brillante que pensaba distinto, que hacía que los demás siguieran su corriente ofreciendo ideas impensadas, hechas realidad. Yo diría que fue una especie de Julio Verne que avizoró un futuro fantástico, pero a diferencia del novelista, su «Nautilus» está en millones de escritorios del mundo. Creó un «AA» y un «DA» (Antes de Apple y Después de Apple), consiguiendo un cambio que afectó la vida planetaria en una escala difícil de imaginar.

Era, evidentemente un líder. El hombre por el cual su gente daba la vida y que comprendió que el cerebro humano requiere tan solo de pequeñas cosas para expresarse.

Un fuera de serie, cuyo solo nombre ya era noticia. Un ser humano que empezó a vivir la eternidad por adelantado al ingresar, respirando hondo, a ese corredor maravilloso que es el futuro y que el decir «Steve Jobs» siempre evocará.

No soy nadie, ni siquiera un usuario de sus productos, pero sé que las generaciones por venir lo reconocerán como un visionario que hacía materiales lo que para muchos eran herramientas de trabajo o juguetes que cumplían alocadas fantasías. Steve Jobs es una verdadera leyenda y debe haber sido difícil vivir siéndolo. Dar en el clavo, trabajar mucho, rodearse de la gente adecuada, no perder el norte, retirarse a tiempo, saber volver y saber que la gloria verdadera estaba siempre  un poco más allá. Saber que cada paso que daba, era seguido por otro, en el camino del hacer.

Le envió como obsequio una I-PAD antes  que saliera al mercado, a ser prácticamente arrebatada, al Presidente de los EEUU. Y Obama, mostrando el nuevo artefacto, dijo algo como que se lo había hecho llegar el mismo Steve Jobs, significando con ello, que era objeto de una especial deferencia. Un regalo de quien ya disfrutaba del reconocimiento, que estoy seguro Jobs disfrutó, pero nunca le impidió ir más allá, en el territorio que otros solo sueñan o leen en las páginas de la ciencia-ficción.

Hace muy poquito, leí a Milton Vela, mi amigo, alumno, compañero de trabajo, comunicador, bloguero insigne y experto en redes sociales, en el Facebook que «el mundo cayó y calló«, con la muerte de Steve Jobs. Creo que sí. El mundo, tal como nos lo mostró, se vino abajo y el silencio de asombro e incredulidad se podía escuchar en las noticias que daban la vuelta a este mundo que Jobs contribuyó a hacer más pequeño, más entretenido, más amigable y estoy seguro que bastante más humano.

DIA DEL PADRE


 

Hoy es Día del Padre. Los comercios esperan elevar sus ventas por la fecha, los correos electrónicos se llenan de ofertas así como la mayoría de los medios de publicidad. En muchos lugares se destapan o destaparán botellas para brindar con el “hombre de la casa” y por él.

Otros pensaremos en silencio en nuestro padre ido y como siempre, lo encomendaremos a Dios, sabiendo que continúa mirándonos y aprobando o meneando la cabeza ante nuestras acciones. ¡Día del Padre!

Sí, yo también lo soy y abuelo por añadidura y hoy recibí una nota en Facebook, que me llenó de emoción. Una nota de felicitación de un ex alumno mío, amigo muy querido.

Me saludaba por el día y felicitaba por todos los hijos, alumnos y alumnas, que he tenido.

Es cierto: son mis hijos. Les dí lo que creí mejor para que no tuvieran que pasar las penurias que pasé yo. Los aconsejé para que miraran bien el terreno y no tropezaran ni cayeran en los huecos y trampas en los que yo había caído. Siempre traté de velar sus pasos porque, vale la pena decirlo, mi padre lo hizo así y muchas veces no le presté atención. Fui dueño de mis propios errores, y ahora me doy cuenta que los caminos son difíciles con un guía e imposibles si no tenemos uno.

Por eso hoy, la nota de Héctor me hizo sentirme mucho más feliz que el contento grande que me dieron los saludos de mis hijas, nietos, yernos y amigos. Mucho más feliz digo, porque me sentí aludido por el Gran Libro, que habla de una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo.