«¡QUÉ LE VAMOS A HACER…!»


QUÉ LE VAMOS 1

Para quienes no sepan lo que es un huayco o huaico, les diré que es un alud de agua, tierra y piedras generalmente producido por las lluvias y que arrasa todo a su turbulento paso, encontrando “sus caminos” en las quebradas, por donde alguna vez pasó un río (y no importa que sean muchos años que la quebrada esté seca y nadie se acuerde del río, por pequeño que fuere, que por allí discurría); hago esta aclaración porque huayco o huaico es una palabra común en el Perú, que en otros lugares como Chile, también se usa,  y se escribe a veces “guaico””.

 

En el Perú, estamos en temporada de lluvias en la zona de sierra y por lo tanto, temporada de huaycos: sucede TODOS los años por esta época y la naturaleza pareciera ensañarse cuando lo que hace es seguir su natural devenir, algo que es totalmente previsible por su reiteración; sin embargo los huaycos se convierten en desastres cuando actúan sobre los seres humanos, sus posesiones, casas, cultivos, carreteras y todo aquello que el hombre ponga en el camino que el agua busca para bajar de las alturas donde llueve con rumbo a un río o al mar.

 

No soy geólogo, pero el sentido común me dice que el “nivel del mar”, es aquél en el que la tierra seca está y hacia ese nivel “bajará” por gravedad el agua; el habitante de la sierra sabe, por experiencia ancestral, que esta es temporada de lluvias, que se producen huaycos o avenidas de agua que arrastran tierra, piedras, árboles, animales y cantidades ingentes de lodo o barro (que es la tierra mezclada con el agua) en cualquier momento; sin embargo en la costa peruana, en muchas ciudades, el habitante ignora a la naturaleza salvo cuando ya no hay remedio alguno: construye en los cauces secos de lo que un día fueron ríos, en las riberas mismas de los ríos actuales que discurren pacíficamente hacia el océano y los usan como botaderos de basura y desperdicios que se acumulan poco a poco reduciendo y obstruyendo el fluir.

QUÉ LE VAMOS 2

Es el hombre el que se pone en peligro y vive la desgracia año tras año sin aprender nada, creyendo que con sacos rellenos de tierra evitará inundaciones o que una quebrada seca es terreno seguro para levantar su vivienda e inclusive, vender tal terreno, lotizado, para que otros, incautos, desavisados o desesperados por tener un lugar propio para vivir construyan, estafándolos porque la ley dice que esa tierra es propiedad del Estado y ningún ciudadano puede apropiársela y menos venderla.

 

Todos los días vemos en la prensa escrita, en la televisión y escuchamos por la radio las tragedias que se viven en torno a esta época del año y mi memoria sobre esto va hasta una lejana infancia, registrando siempre lo mismo con desesperante previsibilidad; es tremendo, ciertamente, pero no aprendemos y repetimos los errores con regularidad pasmosa poniendo en peligro nuestras propias vidas y lo que tanto costó conseguir; hace unos pocos días escuchaba a un damnificado quejarse amargamente y decir que “esto no había ocurrido desde que yo era niño…”, pero ocurrió antes e iba a suceder de un momento a otro.

QUÉ LE VAMOS 3

La frase más común ante estas desgracias que provoca la naturaleza es “¡Qué vamos a hacer…!” como si no pudiéramos PREVENIR no construyendo en lugares que son peligrosos pues fueron cauce de río o dando el mantenimiento adecuado a los encauzamientos realizados para desviar las aguas o evitando arrojar desperdicios y basura que reducen cauces activos y los taponan; en una palabra, siendo RESPONSABLES y no dejar las cosas “al destino” o a la “buena de Dios”: hay que darle su verdadero sentido a PREOCUPARSE, que es OCUPARSE PREVIAMENTE de algo y no “resignarse”.

 

A veces pienso que vivimos y no nos importa dejar de hacerlo, es decir, morirnos.

 

Imágenes: larepublica.pe

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TÓXICO.


FRASCO DE VENENO

El aire que respiramos en las ciudades es tóxico; tóxica es la “comida chatarra”, tóxicas son algunas “amistades”;  tóxico es el pez que nada en aguas contaminadas, que después se convierte en pescado y comemos alegremente.

 

Tóxico es todo aquello que hace daño pero admitimos cada día como símbolo de “la modernidad”: ¡y se dice que avanzamos a pasos agigantados!

HUAYCO


HUAYCO

El río que aparece de pronto encuentra su camino y arremete con esa furia que la naturaleza tiene, llevándose de encuentro casas que construyó la desidia, el olvido y tal vez la ignorancia al amparo de títulos hechizos o la excusa de un “no saber” culpable. Arrastra el río piedras, lodo, pedazos de pared, automóviles, muebles y animales muertos. Arrastra el río esperanzas y sueños. Se los lleva y los va destrozando.

El río siempre encuentra su cauce sin importarle nada los sembríos, las casas, las personas… Reclama para sí lo que un día fue suyo y entonces viene el llanto desolado, la desesperación.

No hemos entendido que somos invasores y es una fantasía que dominemos todo. No hemos entendido que el hombre es absolutamente nada frente a la madre tierra. No hemos aprendido a quitarnos de en medio y que resulta inútil desafiar a la naturaleza. Somos unos recién llegados soberbios e ignorantes y lo que es peor: al parecer, no aprenderemos nunca.

LE SACAN LA MADRE


GLOBO TERRÁQUEO

Y queda tierra nomás; tierra desolada, devastada, polvo que el viento se lleva.

La llamamos “Madre Tierra” y se la trata del peor modo; como ningún hijo trataría a su madre.

Lo tremendo y parece que no nos damos cuenta, es que destruyéndola como hacemos, nos condenamos todos a desaparecer. A no estar. A no ser.

Cuando el Planeta Azul sea una pasa seca y arrugada, sin vida, que gire en el espacio, habrá desaparecido la Historia y no existirá el mínimo recuerdo de lo que un día fue la Tierra.

Las palabras son como ese polvo que un día fue la Tierra y el viento desparrama. Las palabras son huecas, suenan mucho y consisten en nada… Somos puras palabras; mientras tanto nuestra Tierra se muere y nosotros con ella. Cuando caiga el silencio, se habrá acabado todo.

GUERRA AVISADA NO MATA SOLDADO Y SI LO MATA ES POR DESCUIDADO


FOTO EXPRESO

El “fenómeno del Niño” es un hecho. Los síntomas de su llegada están presentes desde hace tiempo, pero parece ser cierto que se piensa que “Dios es peruano” y que aquí no va a suceder nada, o en el peor de los casos no se producirá en gran magnitud y los efectos se exageran.

Sucede lo mismo con las heladas y otros fenómenos naturales que son previsibles y recurrentes. Sucede que somos un país de “últimas horas” para el que más vale lamentar que prevenir.

A los simulacros de sismo no se les hace mucho caso y se sigue construyendo en lechos secos de río que de pronto se llenan de aguas furiosas que lo arrasan todo a su paso. Y así seguimos, indolentes, camino a la próxima desgracia colectiva. No aprendemos.

No queremos entender que el peligro es real y preferimos zambullirnos en él, antes que “distraer nuestra atención”.

El Perú puede ser una colección de gentes desconcertadas, pero no al extremo de ser una colección patológica. No es posible que sigamos manteniéndonos impávidos ante una realidad que nos desborda. No es cosa del destino nuestra desgracia, sino que nosotros mismos le abrimos el camino.

¿Vamos a reaccionar algún día, o será después que venga el huayco, la sequía, la helada, el terremoto o este “fenómeno del Niño”?

 

Foto: EXPRESO.

PIERCE AL SOL


P11

El sol sale tímido y su brillo no llega a deslumbrar, el verano va caminando a su final y sin embargo hay días y momentos en los que parece recobrar bríos y quiere mostrar algo de su viejo esplendor. Es cuando Pierce, la gata, aprovecha para tenderse en la parte superior del sillón de la sala que da a la ventana y mira al jardincito, para disfrutar del calor y hacer ver ese “no sé qué” con que los gatos demuestran su placer.

Es un placer tranquilo, contemplativo, casi devoto, pío; propio de quienes, como ellos, saben sacarle el jugo a los pequeños momentos y estirarlos hasta que se terminan en un bostezo.

Pierce está al sol y entiendo por qué estos animales eran sagrados en el antiguo Egipto: ¡Adoraban al Sol, que era el dios principal!: el que brilla en lo alto y fecunda la tierra.

Curiosos, estos gatos. Son los depositarios, es seguro,  de un saber muy antiguo y lo observan todo para transmitir su memoria a otras generaciones.

Pierce está al sol y disfruta. Tal vez no hay nada como eso.

 

Foto por Malú Carrillo.