Hasta el próximo jueves.
Una semana de descanso para que leer no sea aburrido.
En realidad, lo que me motiva a escribir esto es el Censo Nacional.
Me dirán “¿qué es lo que tienen que ver los gatos en esto?”.
Muy sencillo: la señora que nos vino a censar cuando asomó Pierce, la gata, para ver quién había venido, nos contó que en un momento tuvo… ¡30 gatos!
Con Pierce acomodada, hizo las preguntas que tenía que hacer y se quedó un rato conversando luego; en la charla dijo que recogía algunos animales abandonados al principio y luego fueron dejándole gatos de todas las edades.
Era una persona bastante joven, alegre y muy cordial. Entonces comprendí que tenía sentada en mi sala a una de las personas que hacen la diferencia. Que piensan de otro modo y creen que la caridad es mucho más que las palabras.
Estaba recorriendo las casas, censando y le pedían un mínimo de doce visitas diarias. Tocar puertas, lograr ser recibida, vencer las resistencias, entrar y preguntar; ir llenando la ficha y después ir donde otro vecino o vecina y repetir el ciclo. Muchos no estarán, no querrán recibirla o dudarán de plano en confiar los pocos datos que pide; sin embargo, ha de cumplir su “cuota” de entrevistas dejando la constancia en cada casa censada y un “sticker” azul pegado en la puerta que indica: “VIVIENDA CENSADA”.
En la conversación que sostuvimos, nos contó que era ama de casa, que tenía dos hijos que ya iban a la universidad, que su esposo estaba en las Fuerzas Armadas y que ella había trabajado dejando casa por casa las constancias de los miembros de mesa, que la ONPE enviaba. Su esposo le dijo que esto iba a ser bravo, que de pronto, era mejor que no lo hiciera. Pero ella, treja, tomó el reto y se fue a preguntar casa por casa. “Cansa un poco” nos dijo, sonriendo, tal vez como una disculpa. Luego que ella se ha ido a censar otras casas, me he quedado pensando que hay hombres y mujeres que se están repartiendo por todo este Perú, tocando timbres, puertas; siendo bien recibidos, echados o ignorados quizá, pero están trabajando y es un trabajo que parece sencillo pero es duro: el país tiene calles y casas pero también hay cerros, hay ríos y nuestra gente vive también en lugares perdidos.
Ahora nuestra ¿“censista”, “censadora”? dice que ya no tiene 30 gatos recogidos, sino tan solo cuatro: le hacían lío en el lugar donde vive, a pesar que siempre se ocupó de que estuviera limpio, de botar desperdicios y mantener el orden. Pero claro, treinta gastos maúllan y para el vecindario el concierto debe ser insoportable. “Los fui colocando poco a poco” nos dice y lo hizo con personas que amaban a los gatos.
Ella vino a censarnos, se quedó conversando, hizo migas con Pierce, nos contó de los gatos y se fue para cumplir las encuestas del día. Me dejó un “sticker” azul, la constancia del censo y una inmensa alegría de encontrar a una de esas personas que hacen fácil y feliz lo difícil y siguen su camino sonriendo sin pensar que ayudan a construir el país que queremos. ¡Ella vale un Perú!
IMAGEN: http://www.Banco deImagenesGratuitas.com
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