“Dime: ¿qué se hicieron tus nobles señores
Tus ricos tapices de sedas y flores;
Tu gente de guerra, tus cien trovadores
Que alzaron ufanos triunfante canción?”
Lo que antecede es parte de un extenso poema del español José Zorrilla y que se llama “A un torreón” …
Y lo cito, porque enlaza bien con el título de este post, que dice de la absoluta fragilidad y existencia temporal de todo…, y de todos.
Esto es lo que nadie parece entender en nuestro Perú pasajero, que tantas muestras ha dado a lo largo de su Historia de que, con las justas, todo dura lo que un pestañeo; parece que un tema “se eterniza” y de pronto, ya solamente queda el recuerdo, si es que este permanece en la memoria …
Por eso no entiendo los esfuerzos de un ejecutivo, un legislativo y los de muchas otras instancias nacionales, por aferrarse a un “hoy”, queriendo tal vez trascender, cuando en realidad se convertirán tarde o temprano en una nota al margen, en un imperceptible y minúsculo bache en la línea del inexorable tiempo ….
No entiendo las medias verdades, los silencios ni las mentiras, porque al final todo se sabe, todo se conoce y como dicen popularmente, “la mentira tiene patas cortas”, es decir que no llega muy lejos en su caminar y la Verdad se abre paso para desgracia de medias verdades, silencios y mentiras …
No entiendo y creo que nunca lo haré (y digo “creo” porque ni yo mismo estoy seguro) de cómo se puede vivir de espaldas a la realidad; de esa que nos dice que dos y dos son cuatro, si se piensa que no se dijo “más” sino “y”, lo que significa que el resultado es 22, o sea, “dos patitos juntos” …
Vivimos en el mundo de los alegres patitos juntos, del cuento, de lo imaginario, de lo que no es real y que sin embargo tiene olor a podrido.