
De pronto se llama “Baloo” (muy en inglés), pero lo que oigo es “Balú” y si mi cerebro me corrige poniéndose en modo “inglich”, lo que aparece es “Baloo”, como el oso, personaje de “El libro de la selva” o “El libro de tierras vírgenes” de Rudyard Kipling. …
Pero lo que debe haber al otro lado de la ventana del dormitorio, en el jardín, no es un plantígrado famoso, sino un perro, porque lo que escucho son ladridos agudos, que me indican un chucho de pequeño tamaño, o un cachorro canino, al que su dueño saca para que riegue las plantas levantando una pata, o deje una porción de abono …
El asunto es que es temprano, es domingo y el amo juega con el can, hablándole en voz muy alta (probablemente el animal sea medio sordo, o le importe un pito lo que le digan), que se mezcla con los ladridos estentóreos del bicho; lo insta a hacer pis, lo llama y evidentemente lo ha sacado para que haga sus necesidades y cabriolee un poco, mientras él, en voz alta le da indicaciones y disfruta de los brincos pérricos, post necesidades meatorias y probablemente defecatorias …
A la matutina algarabía, se une una voz de mujer, que también alienta los ejercicios mañaneros de “Balú” (o “Baloo”), comentando las gracias y correteos del cánido; pero reitero que es domingo, es temprano y en general –supongo- “El músculo duerme, la ambición descansa…”, salvo claro, “Balú” (o “Baloo”), su dueño y la amiga de éste …
Puede parecer que es una queja de viejito al que no dejan dormir o la diatriba, disfrazada de historia, de alguien que prefiere el deslizarse silente y sigiloso de un gato (no en celo, porque sus maullidos serán igualmente estentóreos y cargantes), pero no; resulta que este es un condominio, mucho más pequeño que el anterior en el que vivíamos, hay menos espacio verde y todo está más cerca… Más cerca a la ventana del dormitorio, por donde entran los arrestos vocales del trío “perro-dueño del perro y amiga del dueño del perro” y el bulle-bulle de la correteadera del mejor amigo del hombre …
Lo que estoy pensando es si “Balú” (o “Baloo”) será –en cuanto nombre- un deseo del dueño, porque el perro es chico nomás y él quisiera tener un gran danés o un chow-chow (que tiene pinta de osito); en todo caso, me parece que las necesidades fisiológicas y de lúdica actividad de este vecino de cuatro patas, no concuerdan en tiempo –los domingos al menos- con mi flojera del séptimo día …
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