LA TENTACIÓN DEL FRACASO


Por JORGE BRUCE.

Jorge Bruce es un afamado psicólogo peruano.

Publicado el 2.1.2023, en «LA REPÚBLICA«

El título de esta nota es, por supuesto, el del extraordinario diario de Julio Ramón Ribeyro. Por razones que ni yo me explico, recién lo he leído este fin de año. Acaso me detenía el temor a la nostalgia. Pues si bien este volumen se interrumpe en 1978, dos años antes de que nos conociéramos en París, fueron muchas las oportunidades en las que tuve el privilegio de conversar con Julio.

Para ese entonces ya había pasado la época de pobreza que recorre buena parte de las páginas del diario, mas no el cáncer al que sobrevivió tantos años que desafían los pronósticos de la ciencia.

Todos los viernes, un grupo de peruanos, relativamente jóvenes, nos dábamos cita en la oficina de JRR en la Unesco y salíamos a comer algo, tomar vino de Burdeos que generalmente era invitado por Julio y, sobre todo, conversar. Ribeyro era tan asombrosamente discreto que a veces era el que menos hablaba.

Nos dejaba chacharear, mientras miraba con esa expresión entre comprensiva e irónica que era su marca de fábrica. El diario, paradójicamente, suple con creces esos silencios y nos invita a compartir su intimidad de una manera que, sin embargo, nunca abandona el pudor y la elegancia.

Uno de los tantos rasgos admirables es cómo no cede, pese a que no le alcanza el dinero para pagar las cuentas —a menudo le cortan la energía eléctrica—, a otra tentación: la de volver a Lima y hacer carrera de abogado, pues estudió Derecho antes de irse a vivir a Europa.

Todo el tiempo, sin embargo, se ve a sí mismo como un escritor mediocre, indigno de compararse con Vargas Llosa, Roa Bastos, Fuentes, Goytisolo, García Márquez, Donoso.

En su prólogo, el gran escritor español Enrique Vila-Matas, comenta: “Parece una pérdida de tiempo esa amargura absurda de Ribeyro por llegar a creerse que no estaba a la altura de esas novelas de narradores sumamente omniscientes que algunos lectores de hoy percibimos ya un tanto monstruosas en todos los sentidos”. Califica al diario como uno de los más fascinantes del siglo pasado. En mi modesta opinión, lo es.

Imposible terminar esta nota sin subrayar el paralelo entre el título del libro y la situación en la que nos encontramos los peruanos. Atrapados en un violento callejón sin salida, parecemos incapaces de organizarnos para salir juntos de esta. Ojalá sepamos, como Julio Ramón Ribeyro, prevalecer contra toda desesperanza: “Como barco que sale en busca del naufragio/levo anclas cada día para hacerme a la vida”.

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LOS ALEGRES HIJOS DE PUTA


Antes que nada, desearles un año nuevo mucho mejor que el que terminó… Qué pena y perdónenme por empezar el año 2023 escribiendo así …

El año se anuncia con explosiones de cohetes, aullidos de perros y desde las doce de la noche hasta mucho después, el sordo rugido de las detonaciones que resuena, recorriendo todos los barrios, simula, pienso yo -que no estuve en ninguna guerra ni fui víctima de bombardeos- a lo que deben sentir quienes sí están sometidos a la vesania directa e inhumana de un conflicto bélico …

No me refiero por cierto a los fuegos artificiales legales, que iluminan el cielo con estrellas brillantes y cascadas de luces de colores, sino a esos criminales del cohetón clandestino y la “rata blanca” mutiladora y asesina, que impunemente “celebran” con la quema de pequeños explosivos ilegales, esos que provocan los incendios donde se pierden vidas y se consumen innumerables esperanzas materiales …

Esos pirotécnicos fabricados a la buena de Dios, en covachas escondidas o en habitaciones que esconden y disimulan su mortal contenido. Es a esos a los que me refiero, a lo abiertamente ilegal en fabricación hechiza, venta y compra culpables que disfrazan la delincuencia, con ropas de alegría y de celebración …

Es sintomático escuchar desde las doce de la noche, las sirenas de los bomberos que acuden uno tras otro y en diferentes zonas de la ciudad para sofocar los incendios provocados por la irresponsabilidad asesina de unos hijos de puta que creen que la muerte es diversión y lo peor es que no se dan cuenta hasta que resulta muy tarde …

El año nuevo empieza con incendios y destrucción, como en la guerra. Una guerra donde el enemigo es la estupidez de algunos peruanos.

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