Hace mucho tiempo, en una agencia de publicidad, para un cliente que fabricaba postres en polvo (gelatinas y flan), se nos ocurrió crear, entre varios personajes dibujados, un dragón, simpático, alegre y amigable, al que llamamos “El Dragón Tragón” …
Hoy, de pronto, veo que el dragón imaginario se ha hecho realidad, pero o es amable ni simpático, sino una bestia mítica y pesadillesca que avanza, al parecer incontenible, satisfaciendo su apetito voraz, dejando a su paso una estela desolada y la rabia e impotencia de quienes sufrimos sus embates. Es decir, de todos…
Este es el dragón de la corrupción, el que come sin importarle el tamaño del bocado y crece impune, casi normalizándose para convertirse en un inocente animalito doméstico …
¿Qué es lo que nos pasa? ¿Por qué la desidia frente a una bestia asesina que ataca, muerde y destroza …? ¿Por qué permitimos que se esconda …? ¿Por qué no vamos hasta su guarida y acabamos con ella, con el Mal …? ¿Será que el dragón tiene guardianes? ¿Es que tal vez necesitamos de un San Jorge que mate a la bestia, que la liquide …?
Todos tenemos como propiedad personal un archivo, que solamente puedo tildar de maravilloso, o con algún otro adjetivo positivo y verdaderamente grande …
Se trata de la memoria, la misma que las computadoras y la tecnología tratan de emular, consiguiendo avances inmensos como hace unos años no podríamos imaginar, pero especialmente en lo que se refiere a capacidad.
Nuestra memoria, nuestro archivo, tiene una capacidad que en verdad no llegamos, creo, a conocer … Antes se decía que “los elefantes nunca olvidan” y que, si un hombre tiene una gran memoria, esta es “memoria de elefante” …
Es un misterio como el cerebro almacena en la memoria, las “fichas” de ese archivo que se va juntando y que tal vez se olvide por un tiempo, pero está ahí, guardado y hay cierto mecanismo, que es propulsado generalmente por lo que perciben los sentidos y que produce lo que se llama un “recuerdo”, que no sería otra cosa que la ubicación y “desempolvamiento” de una ficha del archivo, que muchas veces encadena otras fichas o recuerdos más …
Ahora bien, ¿esto qué tiene que ver con la publicidad? Es sencillo y complejo a la vez, porque la publicidad es percibida por el cerebro y aquí se pone en actividad aquello que, por más que nos lo expliquen no llegamos a entender bien… Son reacciones químicas y eléctricas que se producen en ese que es el órgano más importante del ser humano: El cerebro. Se “pone en marcha” (es un decir, porque el cerebro no descansa) y pensamos. Aquí interviene de todo y entre mucho, la memoria, produciendo recuerdos. Esos recuerdos que afloran cuando la publicidad “da en el blanco” y nos hacen actuar de manera determinada …
Perdonen si no he sido muy claro, pero quería enfatizar el uso de los recuerdos, “dormidos” en la memoria por la publicidad, para lograr su cometido. Ahí creo que está la clave de las historias, tan poderosas y que parecen haberse dejado de utilizar …
A veces parece cosa de magia y yo me siento aún después de más de cincuenta años de publicista, como un aprendiz de mago … ¡Es que uno nunca termina de aprender°!
Ayer escribió mi amiga Chela y me comentaba que justamente, cuando recibió el correo donde yo recordaba entre varias cosas, el queque de naranja que mi madre hacía, justamente estaba buscando la receta de un queque de naranja qu tenía guardada, para prepararlo y llevarlo a una reunión …
Creo firmemente que las coincidencias son pura magia. Esa que ocurre de improviso, maravillándonos con su brillo, y dejándonos con la mirada puesta en el vacío, sin comprender nada …
La magia ocurre en nuestras vidas, pero no siempre lo advertimos o no le hacemos caso. Esos sucesos incomprensibles que –cuando los notamos- suelen hacernos pasar del asombro a la sonrisa, son como ver aparecer conejos del sombrero de un mago o saber, al oírla, que la rana es en verdad un príncipe …
No es coincidencia… ¡Es magia! Por eso nos asombra y el asombro es uno de los caminos a la felicidad.
Hoy, 26 de junio, es el día del cumpleaños de Tony, mi madre y los recuerdos tienen el calor del hogar. Están en bata y zapatillas de levantarse. Cómodos. Cálidos. Llenos de ese cariño que siempre he tenido para con ella.
Tony…
Qué de momentos músicos vienen a mi memoria, qué maravilla sentarme a tus pies y dejar que Chopin nos bañara en su Claro de Luna para escucharte contar lo que sentías al teclear en el piano, en el salón grande en la casa de Santo Domingo, en Arequipa …
Tony…
Pídeme, como siempre, que te despierte de tu siesta, porque estaré esperando que cuentes de tus viajes, acompañando a Manuel Enrique -mi papy-, el constructor de carreteras, por un Perú que conocí a través de tus palabras y me hacía soñar con las montañas, con paisajes hermosos, con árboles, con ferias pueblerinas coloridas y con el casco de ingeniero que dormía en el ropero de tu cuarto …
Tony…
Puedo aspirar el aroma del queque de naranja, horneándose para el lonche que tomaremos juntos y donde tu té de rigor y mi vaso de leche, coronarán una tarde cualquiera, porque nuestro cariño ocupa todo el espacio, en ese tiempo que solamente existe en el reloj cucú de la salita chica …
Tony…
¡Cuántos recuerdos hoy…, cuántos recuerdos…!
Demás está decirte que te extraño y que siempre que creo escuchar tu voz diciéndome “Manolo …”, volteo y me doy cuenta que es la imaginación, que estoy pensando en ti, que vuelven esos tiempos felices del queque de naranja, lonches interminables, música de Chopin y tantas, tantas cosas que pusiste en mi vida y extraño cada día …
Tony…
¿Sabes qué…? Aquí tengo una velita imaginaria para poner de adorno cumpleañero en el delicioso queque de naranja, y que vamos a cantarte happy birthday, con mi papy, Teté, Panchín y Lucho … Te pido por favor que les digas a ellos, que yo también los quiero mucho …
El niño, aprovechando que lo habían dejado solo, recorrió a sus anchas la casa, curioso y entró al dormitorio del abuelo, donde además de la colcha tejida, de punto –recuerdo de la hacendosa abuela Margarita- que cubría pulcramente la cama y la mesita de noche sobre la que estaba el reloj despertador redondo, verde con números grandes y dos flechitas, que los que sabían ver la hora- como su abuelo- podían verla; había también pomos de pastillas, gotas y un vaso con agua, tapado con un platito Había una foto en blanco y negro del matrimonio de los abuelos, en un marco de metal y un pequeño paquete de pañuelos de papel para la nariz…
Una mecedora con cojín se estacionaba a los pies de la cama, bajo la ventana y estaba el armario, que era lo que le interesaba de verdad, porque ahí había de todo: tesoros, libros, ropa y chucherías mil… ¡hasta sombreros descubrió una vez, esa en que casi lo pescan …
Abrió el armario, que tenía la llave puesta, como la vez famosa y empezó a hurgar, hasta que encontró, ordenaditas, unas revistas cuadradas y sacó una del montón para ver, pero no era una revista, sino como un sobre de cartón con la foto de una señorita sonriente y muchas letras, que él, a su edad, no podía leer; dentro había algo que se cayó al suelo por uno de los lados del sobre que estaba abierto …
Era una cosa redonda, negra, con un huequito en el medio y alrededor de este un papel pegado, con más letras…
Recogió lo que se había caído y se puso a explorar el montón de eso que ya sabía no eran revistas, sino cosas redondas y chatas –delgaditas eran-. Desparramó los sobres al costado de la cama, sobre la alfombrita marrón y se sentó a inspeccionarlos. Todos tenían figuras diferentes, pero dentro había esas cosas redondas, negras, con huequito. Sacó uno por uno y todos eran iguales. Entonces, se le ocurrió la idea y cogió una de las cosas negras, tirándola por el aire y la miró volar, girando, hasta el otro lado de la pequeña habitación …
La ventana atrajo su mirada y sonrió sacando varias de las cosas negras, para irlas tirando por la ventana abierta, hacia el jardín: ¡Volaban! …
Discos de Doris Day, Satchmo, Los Indios Tabajaras, además de uno de Mozart de la Deutsche Chamophon y otro del sello London, planearon gráciles hacia el pasto de abajo …
“Eres una cainita”, leyó en el mensaje de WhatsApp de su celular y se enfureció al instante. Antes de borrar a la que tuvo por amiga, mejor amiga, más de veinte años, le escribió rabiosa: “Y tú eres una puta” …
Ya estaba. ¿Quién se habría creído esa zorra maldita para decirle que era ella, precisamente ella, Soraya, la que había matado a su propio hermano … Al Abelito, al que encontraron ya frío en su cuarto, cuando entraron a despertarlo …
No le hablaría más. Ni le contestaría el teléfono. Iba a borrar todas las fotos de “ella”, las del grupo donde aparecía “ella” y todititas esas donde las dos estaban juntas. La iba a borrar de su vida, de su historia, de sus recuerdos. ¡La iba a sacar de su memoria y finalmente iba a echar al water el celular, porque “ella” se lo había regalado!
“Mejor pensar…” se dijo; “el teléfono no va a pasar por el water, se va a atracar, seguro…”. Mejor era romperlo a martillazos y botar los pedazos a la basura, poco a poco, para que nadie pudiera juntarlos … Se cambiaría de operador telefónico y tendría otro número. Desaparecería para “ella” de la faz de la tierra …
“Ella”, leyó el mensaje en que Soraya la llamaba puta y se asustó, porque habían estado wasapeando de lo más bien; miró su mensaje y vio que decía “Eres una cainita” … ¡¡Noooo.!! “Eres una caidita” era lo que, cariñosa, había querido escribir …
Escritora, redactora y editora del lado infra literario opuesto a la revistilla del montón* - palabras de René Wellek y Austin Warren en su obra " Sobre la Teoría Literaria". Editora en el sitio Masticadores Sur
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