
Sentía voces y se asomaba a la ventana, pero no había nadie en la calle; dudaba y algo más tarde volvía a escuchar voces que entre murmullos y gritos le decían algo como “¡Ven, vamos…Acompáñanos…!” Sobresaltado, comprobó la soledad callejera y pensó que de pronto era un televisor o la radio de algún vecino, pero la duda seguía entronizada: ¿Eran voces que lo estaban llamando a él…?
El hecho se repitió sin importar la hora, intermitentemente, pero las voces sonaban más urgidas y con mayor volumen. Finalmente, bajó las escaleras, llegó hasta la puerta y al abrirla, sintió un aire caliente, como el que produciría una multitud apiñada, mientras aplausos atronaban el aire, pero lo calle estaba totalmente vacía, a no ser por un perro que rebuscaba en la basura de una casa cercana…
Miró a todas partes, mientras aplausos y vítores seguían y al no ver a nadie, primero se asustó, creyéndose víctima de una alucinación auditiva, que se estaba volviendo loco o… ¡Eso era…!: El destino.
Se hizo candidato al congreso.
Imagen: https://www.elcorreo.com
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