EL SONIDO DEL TIEMPO


El tiempo suena en mis oídos y me lleva, viajando en la memoria, hasta la habitación de la casa en la calle Ayacucho, en Barranco, que sirve de escritorio y pequeña biblioteca, donde mi padre lee y escribe con la máquina “Hermes Baby”, portátil, chiquita, de color gris …

Yo debo tener unos seis años y me asomo a la ventana, porque un sonido llama mi atención y sé qué es y de dónde proviene, porque lo he escuchado innumerables veces, pero no me canso de mirar al afilador de cuchillos, que empuja su “máquina de afilar”: Una sencilla armazón de madera con dos pequeñas ruedas para facilitan su traslado, y que enmarca una rueda muy grande que gira gracias a un pedal, transmitiendo el movimiento mediante una correa,  a la rueda de esmeril en la parte superior y que es la herramienta afiladora, esa que renueva la capacidad de corte de cuchillos y tijeras …

El sonido, que es una escala de notas musicales que van del más o menos grave al agudo y regresan del modo inverso, repitiéndose varias veces, lo produce una pequeña “flauta de Pan o quena de plástico, casi un juguete, con la que el afilador anuncia su paso, mientras camina lentamente, a la espera de que algún “¡Señor, señor…!” lo detenga y le traigan un cuchillo embotado, con lo que empezará su trabajo, que va a hacer saltar alguna chispa minúscula de la rueda esmeriladora que gira …

Este es el sonido que he escuchado un par de veces hace unos instantes, tantos años después y que ha hecho que regrese a una calle Ayacucho, N°263 en Barranco … Allí donde un niño, sin preocupaciones, está sentado en el piso del escritorio, hasta que el sonido lo llama a la ventana …

Sí, he escuchado ahora, casi como un llamado, el sonido del tiempo …

Imagen: https://www.todocoleccion.net

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Publicado por

manoloprofe

Comunicador y publicista desde 1969. Profesor universitario desde 1985. Analista y comunicador político desde 1990.

4 comentarios en «EL SONIDO DEL TIEMPO»

  1. El afilador de cuchillos creo que es un pequeño símbolo de la época en que las cosas duraban y en vez de tirarse, se reajustaban. Una época en que lo «descartable» era casi desconocido… ¡Un abrazo! 🙂 🙂 🙂

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