
Era un pez y nadaba sin preocupaciones, naturalmente, porque el agua era su ambiente, lo que lo hacía vivir. Se ocupaba de alimentarse, de evitar lo que sentía eran peligros y seguramente, en algún momento, haría lo adecuado para reproducirse…
Era feliz, libre y sentía que lo tenía todo: La luz del sol que iluminaba el agua en la que nadaba, los amigos peces, las algas…
Despertó cuando el agua fría que le echaba su hermano, lo hizo reaccionar. Entonces, mojado, en su cama, odió a su hermano, odió al agua y se olvidó que hasta hacía un instante, era un feliz pez en el agua…
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Mil gracias Rubén, por el enlace al post…! 🙂 🙂 🙂