
Aquí, el pasado suena al roce del hábito de las monjas, a rosarios recitados en voz alta, huele a pan recién hecho, se asolea al medio día y deja que las horas pasen en lo que fue la ciudad y es ahora un recinto cerrado que guarda tras muros de sillar -la piedra del volcán, la piedra blanca- calles, alguna plazoleta, una pila de agua y las paredes de las casas pequeñas con sus techos a dos aguas para dejar caer la lluvia cierta, coronados de tejas …
El pasado, ese que no se va, permaneciendo en los libros de historia, en los sueños, tras los muros inmensos y se asolea al medio día, calentándose, para huir del frío de las sombras …
Es tremendo, pero me parece que hoy, prefiero el pasado, el de la fotografía …
Imagen: Foto del interior del convento de Santa Catalina, Arequipa, Perú,
por Manolo Echegaray
El paraíso está en la infancia.
¡¡TOTALMENTE DE ACUERDO…!! 🙂 🙂 🙂
🥰
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