
Era todo un viaje, pero valía la pena.
“Se mira, pero no se toca” era la instrucción que recibían todos los que visitaban y podían pasear por ese fantástico lugar, que guardaba una variedad, al parecer infinita, de especímenes que nadaban, caminaban, volaban, se arrastraban o crecían sin moverse de su lugar.
Desde lejos se veía el zoológico, de color azul, tan grande, que ir una vez no bastaba y había que regresar, para poder observar lo más posible.
“¿Vamos al zoológico…?” era la sugerencia que solía dar inicio al viaje hacia la Tierra…
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