EL CENSOR


Es un personaje que se cree omnipotente y con el derecho que han delegado en él, para que decida a discreción propia, de acuerdo a unas ciertas “reglas establecidas” lo que el ciudadano puede o no puede ver, leer u oír.

Si este personaje evoca inmediatamente a la “santa” Inquisición (que incluso tenía o tiene un museo en Lima, dedicado en gran medida a su “accionar sancionador” que incluía diversas formas de tortura), también nos recuerda que en todo gobierno autoritario existe la “tarea” que busca evitar cualquier manifestación disidente, ya sea escrita, visual o auditiva e incluso electrónica con la censura de las “redes sociales” e Internet.

El censor y la censura campean por el mundo, vestidos con diferentes ropajes, desde el intolerante hasta el “sonriente”, pero todos buscan una sola cosa: Que no se conozca ni se emita ninguna otra voz y “verdad” que no sea la “oficial”.

En nuestro país, poco a poco se está volviendo a la censura, que va desde despedir periodistas “poco gratos” y no complacientes con el poder de ciertos medios que responden a ciertas “ideas”, hasta pretextar “fallas” de Internet y aducir “seguridad en riesgo” para los suscriptores de un semanario nacional, que dice cosas que no gustan a “álguienes”, y que no pueden pagar sus suscripciones a través de un determinado medio virtual de pago…

Caminamos al borde y el abismo es profundo. Abajo, esperan, hambrientos, los monstruos que solo han estado dormitando. Uno de ellos se llama Censura y esperan, alertas ahora, que alguien nos empuje, y que les sirvamos de comida.

Imagen: original de quino / marceloauler.com.br

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