
Le decían “Don Juan del barrio”.
No tenía un céntimo, pero sí una “labia” de proporciones, un “floreo” consumado, que enamoraba a cuanta chica o madurita se le cruzara y “por deporte”, no desdeñaba a las mayores, que, arrobadas por su palabreo, sonreían y se sentían jóvenes nuevamente…
Aceptaba gustoso “invitaciones”, que le servían para comer, tomar algún trago y conseguir sexo, “sin tener que pagar nada”, como comentaba entre los amigos que se reunían todas las tardes en la tienda de la esquina, para recibirlo, perfumado y sonriente, de vuelta de alguna de sus “aventuras” …
Una tarde no llegó y no regresó, ocasionando que los amigos, intrigados, se pusieran a averiguar por su paradero y qué había sido de él. Los rumores de su muerte a manos de un marido engañado, crecieron y fueron tomando ese cuerpo que los rumores adquieren, con el tiempo y la repetición.
Finalmente se enteraron del matrimonio de su “don Juan del barrio”, con doña Etelvina, la vieja millonaria de la casota verde, la de frente al parque.
A “Don Juan” (que en realidad se llamaba Cirilo), lo liquidó la billetera de doña Etel, que resultó más contundente que cualquier piropo que a Cirilo se le hubiera ocurrido…
La billetera mató al galán, porque este se suicidó.
Imagen: lacasadeljabonero.blogspot.com
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