
¡Las cosas que inventaba…!
Máquinas maravillosas para ahorrar tiempo en las actividades más disímiles y que hacían ociosos…
Bolsas que aumentaban automáticamente su tamaño, de acuerdo al volumen de las compras y tenían un minúsculo chip, que, en caso de peso excesivo, anulaba la gravedad…
Mangueras que “sabían” cuánta agua necesitaba el jardín y lo regaban cuando era necesario, sin desperdicio alguno, automáticamente…
Anteojos cuyas lunas se graduaban automáticamente de acuerdo a la miopía, a la presbicia del usuario y se oscurecían cuando la luz solar crecía (era unan adaptación curiosa y utilísima del viejo “Photogray”) …
Lo único que no pudo inventar, por más que se devanó los sesos pensando, fue una máquina para leer, que evitara el “trabajo” de hacerlo y es que nunca pensó que leer era un placer, que las dos palabras rimaban a la perfección, los placeres no se inventan y por supuesto, no se automatizan.
Imagen: canstockphoto.es
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