
Fuera, detrás de los cristales de la ventana cerrada, se escucha una especie de gemido. Como el de un animal solitario, como sonaría el alma en pena que siempre aparecía en tus historias.
Es de tarde, pronto oscurecerá y la imaginación empieza a tejer la manta de los miedos. “¡No hay nada que temer!”, me miento, pero no abro la ventana y corro las cortinas…
Puede que sea el viento, o el alma en pena de tus cuentos, o quizá es que afuera se desatan las oscuras amarras que mantenían sujetos a los sueños.
¡Nunca se sabe!
Imagen: blog.telpark.com
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