
Era un cóndor, que majestuoso, volaba muy arriba, donde las montañas le hacen cosquillas al cielo. Las puntas de sus alas enormes eran blancas y todo lo demás, negro como el carbón.
En su volar cruzó por encima la cordillera conocida y vio que al otro lado el color verde se extendía hasta donde alcanzaba su mirada y allí, una cinta se iba extendiendo, haciendo eses.
Bajó planeando, con la elegancia que los cóndores tienen al hacerlo, hasta descubrir que la cinta – brillante a ratos al reflejar el sol- seguía cruzando tierras que cambiaban de color, hasta llegar a un espejo inmenso y fundirse con él.
Voló el cóndor, curioso, sobre el espejo inmenso, hasta que no pudo divisar nada más debajo y de pronto, como si todo fuera un sueño, se convirtió en gaviota.
Imagen: footage.framepool.com
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