
El sol estaba alto y la temperatura había subido.
Dijo “¡Qué calor…!” y se abrió la camisa, mientras iba a buscar en la refrigeradora, la jarra con agua, que estaba heladita y le refrescaría.
De pronto, porque esas cosas suceden, se preguntó si era “LA” calor o “EL” calor… Era curioso, pero siempre había dicho “LA” calor; entonces pensó que nadie decía “EL” temperatura, porque la temperatura era femenina, o sea mujer. Claro que sexo era masculino y no se le habría ocurrido decir “sexa” …
Resultaba medio complicado eso de masculino y femenino, porque había palabras que, como calor, él había feminizado siempre, pero otros lo masculinizaban: “EL” calor o “LA” calor.
Decidió que lo mejor era decir “¡Hace calor!”.
Imagen: http://www.vidaysalud.com
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