TRANQUILINA


El padre, amante de la historia, escogió el nombre de una emperatriz romana, Tranquilina, para que su hija desde recién nacida, tuviera un futuro auspicioso.

Tranquilina creció llamada cariñosamente “Tranqui” en familia,  y pronto se convirtió en una jovencita vivaracha que parecía tratar de emular al título de la canción de Roberto Carlos, “Un millón de amigos”, de tantos que tenía. Era popular, pues.

Un día, sin pensarlo mucho, algunos amigos pasaron a la categoría de íntimos (con lo que esto significaba) y Tranquilina, poco a poco, vio su futuro claramente y claro, empezó a cobrar por las intimidades; primero algo tímidamente y luego con total desparpajo. Tan desparpajada era, que su popularidad corrió de boca en boca y ella, ahorrativa, se hizo de una platita que era, según decía, “para asegurar la vejez” y que acrecentaba, animosa, a golpe de cadera.

Claro que a Tranquilina su nombre no le parecía muy acorde al movimiento y cuando las intimidades se volvieron negocio, se puso Babette como “nom de guerre”.

Imagen: http://www.wildwinds.com

Anuncio publicitario