Medusa, Medusita, ¿qué te hicieron?


El blog de una empleada doméstica

Estaba buscando una fea entre las protagonistas de los mitos para escribir sobre ella y me topé con Medusa ¡Qué horror!, serpientes en vez de cabellos, unos ojos desorbitados de loca perdida y la boca desencajada, como emitiendo un grito de odio y terror a la vez. Adefesio ya tenía pero no del todo, lo cierto es que Medusa no nació así, la volvieron fea a la fuerza. Es la suya una historia muy injusta y trágica.

Los padres de Medusa eran Fortis, un dios marino y Ceto, una señora con tipo de ballena, de ahí viene cetáceo, y tirando a monstruosa. Sin embargo, Medusita nació bonita. Ya Píndaro habla de ella como la de «las bellas mejillas» y el poeta Ovidio la describe como una hermosa doncella que trabajaba de sacerdotisa en el templo de la diosa Atenea.

Tan hermosa y atractiva era que Poseidón, dios del mar, la…

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EL FABRICANTE DE COLORES


Trabajaba en una fábrica de colores; el edificio era grande y gris, pero dentro se producían cientos de miles de lápices de todos los colores, que iban después a convertirse en paisajes, garabatos, letras y cuanta cosa puede un chico imaginar cuando tiene a su disposición, papeles en blanco y una caja con lápices de colores…

Cada noche, al terminar una jornada de trabajo más, regresaba a su casa caminando despacio, para detenerse a mirar el cielo oscuro e imaginar que las estrellas eran de colores y guiñaban para él sus cómplices ojos brillantes; le gustaba porque sabía que los lápices que metía en cajas, algún día tendrían –no sabía cómo- los colores que él inventaría. Colores nuevos, siempre alegres, luminosos, nunca vistos por nadie y que él había soñado en esas noches en las que el cansancio lo vencía y dejaba abierta la ventana desde donde había seguido mirando el cielo y el titilar de las estrellas.

Nunca pudo describir los colores que veía en el oscuro cielo y soñaba por las noches; le faltaban palabras y no sabía cómo llamar a sus nuevas creaciones sin usar los nombres que los colores ya tenían. Sabía que los suyos eran nuevos y que debían tener nuevos nombres. Lo sabía y rumiaba de día las posibilidades que el cielo de la noche y sus sueños le mostraban.

Una noche, la ventana quedó abierta y él vencido por el sueño, se sumergió en brillos extraños que hicieron una línea de colores sin nombre, maravillosamente diferentes, que cambiaban y cambiaban uniendo a las estrellas, en un diseño hermoso que tenía la forma de una caja llena de esos colores solo vistos en sueños y en las noches oscuras de un camino a su casa que ya no haría más.

Imagen: samuelyanez.wordpress.com