
Miró el reloj, vio como la aguja que indicaba los segundos indicaba el paso del tiempo y sin quitar los ojos del Movado de pulsera, abrió y cerró su otra mano en un afán instintivo de calmar los nervios que el momento que vendría le estaba produciendo.
La aguja dio tres vueltas a la esfera y el movimiento de su mano se intensificó porque sabía que solamente dos minutos lo separaban de provocar lo inevitable, haciendo realidad su sueño y luego, cuando fueron las doce en punto, oprimió el botón, haciendo que su dedo borrara a la Tierra del mapa celeste, convirtiéndola en una especie de monstruoso fuego de artificio, de esos a los que tan aficionado había sido el Venerable Líder en su infancia.
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