M DE MASCARILLA


Mi nieta de 7 años está concentrada recortando papel y cuando le pregunto qué es lo que hace y espero su «obviamente!», ante la pregunta boba, me dice: «Mascarillas para mis muñecos, abuelo…»

Es signo de los tiempos la respuesta, de este tiempo que nos ha tocado vivir y que pensándolo fríamente, no sabemos por cuánto…

De pronto el virus lo llena todo, contagiando si no la enfermedad a las personas, sí a las actividades, conversaciones y cuanto el ser humano hace, para convertirse en monótono monotema.

A pesar de que esto no es novedad porque la inundación vírica rebasa absolutamente cualquier borde y frontera, la respuesta inocente de mi nieta hace que realice casi violentamente que todo ha cambiado, que nada volverá a ser lo mismo…

Pienso además que «mascarilla» es un diminutivo casi despectivo de máscara, esa prenda que oculta la cara para no ser reconocido y que se ha convertido en algo imprescindible…

El virus, creo, al llegar al jugar de los niños, adquiere un peligroso carácter cotidiano y banal que lo convierte en eso, en un juego mortal…

Entonces, cómo espantarse por aquellos que no respetan la cuarentena y salen, circulan y se juntan si creen que todo esto no es sino puramente un juego…?

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